Objetos Sonoros

 

Sobre los “Objetos Sonoros”.

Objeto.(Del lat. obiectus).
1. m. Todo lo que puede ser materia de conocimiento o sensibilidad de parte del sujeto, incluso este mismo.
2. m.Cosa.

Para efectos de este trabajo un objeto sonoro no es solamente un piano, un tambor, un yunque o una campana. Aparece en la RAE que un objeto es una cosa y, una cosa es lo contrario a las personas o sujetos. Designar sonidos como cosas puede parecer contradictorio, sobre todo cuando la misma Real Academia enseña que los objetos son “inanimados” y nada más “animado” que el sonido, además de efímero e inmaterial.

Al músico francés Pierre Schaeffer (1910-1995) se le ocurrió la democrática idea de otorgar a todos los sonidos un estatus estético. Esta simple operación cambió nuestra percepción del ruido. Así como una cosa no es basura de antemano, un sonido no es ruido de antemano. Si aceptamos el juego de Schaeffer, en una ciudad ya no estaremos rodeados de ruido sino de un conjunto de manifestaciones que nos “hablan” (a veces a gritos) de artefactos, oficios, rituales y todo tipo de señales que narran la manera como construímos comunidad a la vez que un paisaje.

Objetos sonoros identificados por personas que habitan o se relacionan con el sector por diversos motivos, como parte de su panorama auditivo cotidiano.

Carrera 5a con calle 17.
Trabajador acarreando materiales en carretilla transportadora de insumos.

¿Interesantes o aburridos, feos o bellos? Los objetos sonoros al igual que las cosas que nos rodean son riqueza o basura según el lente con que se miren, en este caso según la oreja con que se escuchen. Así que, luego de largas, juiciosas y pacientes jornadas de escucha realizadas durante muchas horas y días en el barrio, emergieron, de todo ese coro cacofónico, cinco sonidos con voz propia. Fueron ellos, por la asiduidad en su aparición: las imprentas, persianas metálicas, carretillas y carretas, y músicas (de bares y tiendas).

El sonido de las imprentas desvela un oficio marcado por el golpeteo y la presión del aire que cambia su canto al migrar de lo tipográfico a lo digital, pasando por la litografía. Las persianas metálicas que raspan los rieles de golpe y con aspereza representan, más que las campanas de la iglesia, el inicio y final del día, pues se suceden alternativamente en dos momentos

principales desde que se abren los locales hasta que se cierran. Las carretillas metálicas, con su rodante sonido característico, transportan las resmas de papel y las tintas que vienen y van por el disparejo pavimento del barrio. Tienen su versión informal en las carretas de vendedores ambulantes o recicladores que recorren también las calles constantemente. Por último la música, siempre presente en nuestra cultura urbana, se manifiesta en los cafés y bares repartidos por las calles y que proporcionan el ocio al sector.

Son estos nuestros objetos sonoros, signos o indicios de una vida cotidiana, de un paisaje sonoro lleno de cosas que lentamente se va transformando sin que logremos notar el cambio, salvo cuando intentamos escuchar con la memoria. Quizá algún abuelo aún guarde en su cerebro la campana del tranvía a su paso por San Nicolás.

 

Máquina Chief 117

Litográfica Chef ATF de 1894

Máquina de pinza Heilderberg de 1955

Máquina de pinza Heilderberg de 1973

Sonido al interior de una imprenta con varias máquinas funcionando en simultáneo

Sonido desde el interior de una imprenta pequeña, con pocas máquinas

Tipográfica Brandtjen kluge, convertida en máquina troqueladora

Tipográfica convertida en troqueladora

La voz del cambio en San Nicolás.

¿Sabes por qué las máquinas viejas suenan tanto?
Porque pueden ser sus últimas palabras.

Si hay un sonido que reine en las calles de San Nicolás y que genere toda clase de emociones, es el sonido que producen las máquinas del mundo de la imprenta. Este sonido acompaña el día a día de la vida de quienes habitan el barrio. Ignorar los sonidos que salen de cada taller resulta imposible pues estos son el latir de un barrio donde entre el rebusque y la informalidad, se ha asentado la industria gráfica de Cali. Industria donde lo tradicional y lo moderno conviven de manera particular.

En todo el barrio no hay dos talleres iguales. San Nicolás es un collage de imprentas de todos los tamaños, colores y sonidos. Algunos neogcios han logrado crecer y sus grandes locales albergan desde máquinas tipográficas de principio de siglo XX, hasta las más recientes e innovadoras imprentas digitales obtenidas en ferias y shows internacionales. Sin embargo, lo común en el barrio es encontrarse con pequeños y medianos talleres donde prevalece lo mecánico como forma preferida de impresión.

Esta diversidad de negocios se evidencia en la variedad de sonidos que componen el paisaje sonoro del barrio. Los sonidos difieren de una imprenta a otra y a través de estos podemos dar cuenta de los cambios que el oficio del impresor y, en general, la industria gráfica, ha sufrido. Escuchar los sonidos de las máquinas, más allá de decirnos que tipo de máquina es y que trabajo realiza, permite descifrar las dinámicas que se tejen alrededor de ambas formas de imprimir. Es así como el sonido de las imprentas reflejan los cambios y tensiones que ha tenido la industria y, en especial, la resistencia de unos ante la llegada de las nuevas tecnologías. Cada sonido emitido por una imprenta tradicional indica que el oficio sigue vivo, resistiéndose a la llegada de lo digital que seguramente, algún día, terminará por remplazarlas del todo, cambiando por completo la industria, la vida del barrio y su banda sonora. No obstante, es justamente esta mezcla de sonidos lo que nos muestra que la relación entre lo mecánico y lo digital es un proceso en constante diálogo, no son pares en oposición. San Nicolás es un lugar en el que la creatividad ha configurado un mundo de redes donde imprentas, grandes, medianas o pequeñas, tradicionales y modernas, pueden coexistir.

Ana Garay.


 

Sonido de persiana metálica abriendo y cerrando

Las persianas metálicas

Antes de las 8:00AM, el tranquilo ambiente barrial es atravesado, poco a poco, por puntuales motores de motos que trazan una cuadrafonía dinámica y envolvente, tan solo interpelada por las ocasionales voces callejeras y, sobre todo, por la apertura localizada de pesadas cortinas metálicas enrollándose en la parte superior de la entrada de los locales. El empujón, en dos tiempos, de los articulados listones férreos dirigidos por los rieles laterales hacia arriba, encuentra amplificación en esa inmensa caja de resonancia que es el espacio del local y replica en la cercana pared del frente, pues muchas calles no superan los 8 metros. El desmedido coro de cortinas se sucede entre 7:30 y 8:00AM, franja en que todos los locales se abren anunciando, informalmente, el inicio de otra jornada laboral. Los domingos algún trabajador de urgencia hará que suene una ocasional cortina, que por la tranquilidad del entorno, se podrá escuchar y localizar más claramente.

Desde los años veinte cuando don Demetrio Hurtado, y su hijo Luis, tuvieran una cerrajería en la 8ª con 4ª el oficio creció enormemente. La necesidad de un cerramiento más seguro hace que la cortina metálica reemplace la gran puerta de madera. Hoy en día las hay con motor para evitar el esfuerzo humano y al mismo tiempo silenciar el sorpresivo y metálico rastrillo. Sin embargo, en San Nicolás la fuerza motriz sigue siendo el músculo y por eso cada día cientos de chirridos en dos golpes alzan su voz, como mínimo, un par de veces al día. Todos los objetos mecánicos viejos dejan su aguda huella sonora por el roce y el choque de sus partes que resisten día a día el trajín. Hubo una época en que pasaban hombres con una lata de grasa, y una pequeña brocha en la punta de una vara ofreciendo, por unas monedas, el servicio de lubricación de la cortina. Más por la salud del riel que por silenciar el roce, diría con seguridad Atahualpa Yupanqui.

Joaquín Llorca.


 

Sonido de carretilla de transporte de Insumos

Sonido de carretilla de transporte de Insumos

Sonido de carretilla de transporte de Insumos

Sonido de carretilla de transporte de Insumos

Carretillas transportadoras de insumos.

El trabajo de reconocimiento sonoro de las tres calles nos permitió identificar un elemento importante en el fondo sonoro del barrio: las carretillas transportadoras de insumos. A pesar de ser una pieza clave en la vida de la industria gráfica son bastante discretas y su identificación solo ocurrió luego de un ejercicio de escucha atenta en el que el sonido producido por su desplazamiento apareció como uno de los más frecuentes. Este resultado no es sorprendente dado que las caretillas tienen a su cargo la distribución de papel, tintas y demás insumos propios de la industria gráfica. Por otra parte las carretillas mueven materiales entre los negocios ya que muchos de estos subcontratan servicios entre los colegas vecinos, una de las tantas prácticas que hacen de este barrio un lugar tan particular.

Las carretillas comerciales varían en su tamaño: las hay pequeñas, medianas y grandes. Sin embargo, en un gesto que caracteriza la cultura colombiana del rebusque, muchas de estas carretillas han sido hechas, remendadas, alteradas y hasta resucitadas, por lo cual resulta imposible generalizar la descripción ya que muchas han sido acomodadas a las medida de las necesidades.

Sin embargo hay una diferencia clave que afecta su carácter sonoro: las llantas. Estas vienen de pasta, de goma y de neumático. Las de pasta son las más duras y más incómodas de manejar. Las llantas sufren daños y al quedar estropeadas hacen que se dificulte su maniobra. Las de goma son un poco mejores porque son más suaves pero las de neumático mas codiciadas y, a la vez, las menos bullosas. Suelen ser también las que portan las carretillas más nuevas ya que las llantas de neumático son muy delicadas, por eso, una vez se dañan, se tiende a reponerlas por unas de goma o de pasta que tienen una mayor resiliencia.

Los conductores de estas carretillas procuran no hacerlas sonar, confiesan que el sonido les molesta ya que muchas veces esto indica que han quedado mal cargadas o que están muy destartaladas lo cual dificulta su maniobra. El sonido de las carretillas es diferente cuando van ligeras a cuando van vacías. Cuando van vacías suena la estructura y el material del que están hechas mientras que cuando van cargadas suena el golpe de los materiales transportados. No hacerlas sonar es difícil sobre todo si se tiene en cuenta las adversidades a las que se enfrentan sus conductores navegando estos aparatos en los andenes (rotos y en ocasiones inexistentes) del centro de Cali. Paseo lunar.

Margarita Cuéllar B.


 

Sonido desde el exterior de un bar, con juego de sapo

Sonido de la música del bar ubicado en la carrera 5taa. Con calle 18

Sonido de la música sonando en la calle

Sonido de la música de la tienda ubicada en la carrera 3a con calle 19

Música.

En el imaginario de Cali regularmente se relaciona el territorio del barrio San Nicolás con un fondo musical muy especial, cargado de canciones que, como objetos sonoros, acompañaron las fuentes de soda, cantinas, prostíbulos, tiendas y demás espacios de socialización y placer en los que se guillotinaron pequeñas fortunas producidas en la industria de las artes gráficas. La historia de este fondo se compone de hitos de la música popular latinoamericana, de aires andinos y antillanos, ritmos para bailar o simplemente escuchar tomando una cerveza o media botella de aguardiente.

El desamor en versión Olimpo Cárdenas o Sonora Matancera, dio paso al despecho formato Charrito Negro, tal vez son otras formas de perder y quizá tener una imprenta ya no sea un buen negocio.

En la actualidad la situación ha cambiado un poco, los locales que reproducen sonidos musicales ya no marcan el fondo sonoro del barrio, a lo sumo producen atmósferas propias con canciones rasgadas y grabadas en pésimos formatos, las cuales intentan embellecer el sonido que producen las argollas que se le tiren a un sapo (imitación bronce). El desamor en versión Olimpo Cárdenas o Sonora Matancera, dio paso al despecho formato Charrito Negro, tal vez son otras formas de perder y quizá tener una imprenta ya no sea un buen negocio.

Me cuenta una señora que heredó una tienda familiar sobre la carrera tercera entre las calles 19 y 20, que mientras reinó Benny Moré el barrio era distinto. En ese entonces, imprimir para ganarse la vida era buena idea, aunque era mejor no fiarle al operario de la tipográfica. Ahora que reina Luis Alberto Posada, el negocio del papel está duro y la tinta sube de precio, igual sigue siendo pésima idea fiarle al operario de la máquina digital.

Mauricio Guerrero.


 

Sonido del pregón de una vendedor ambulante de aguacate

Sonido de la carretilla de un vendedor ambulante de dulces

Sonido de la carretilla de un vendedor ambulante de mandarina

Otras carretillas

San Nicolás, como muchos de los barrios de Cali, en especial aquellos ubicados en sectores populares de la ciudad, tiene un flujo de carretillas importante. Hay varios tipos de carretillas. El análisis que hicimos arrojó que las más comunes eran las carretillas de vendedores ambulantes y las carretillas que distribuyen insumos relacionados con la industria gráfica. Circulan también, aunque con menor frecuencia, las caretillas empujadas por caballos que conducen los recicladores de la ciudad.

Las carretillas de los vendedores ambulantes son parte importante del fondo sonoro del barrio. Tanto su apariencia como los sonidos que producen varía enormemente; por una parte están los carritos oficiales de negocios como Bon Ice o Vive 100 y, por otra parte, las carretillas que transportan frutas y demás productos, hechas generalmente a la medida de las necesidades o, más bien, a la medida de las posibilidades. Fungen de carretillas algunos coches de bebes adaptados, sobre los que se montan unas repisas pequeñas de modo que puedan exhibirse comodamente las papitas, chicharrones, platanitos, rosquillas, chicles, charmes, bombones y demás chucherías. Circulan también carros de supermercado secuestrados y transformados a las necesidades de su nuevo dueño. Entre las carretillas oficiales están también aquellas que distribuyen gaseosas y cervezas a las muchas tiendas del barrio.

Circulan también los carritos de helado que, además del sonido que produce su marcha, suena la campanita que anuncia su llegada y que los caracteriza. Las carretillas de frutas son generalmente hechas de madera con ruedas de pasta que transportan, a manera de una bandeja gigante, cualquier clase de producto (limones, mangos, aguacates, rodajas de piña, etc). Normalmente vienen acompañadas de un pregón, voceado o pregrabado. Transita también el triciclo (con la olla) de la mazamorra, haciendo sonar su corneta al mismo momento en que el vendedor clama el ya conocido pregón. La mazamorra también la venden, hoy en día, en un carrito similar al que usan para trasnportar los helados.

Pintorescas, coloridas, aparatosas y sonoras, estas carretillas buscan captar la atención de los clientes con los pregones a viva voz o con pregones pregrabados. Contrario a lo que ocurre con las carretillas que transportan insumos, sus conductores no buscan pasar desapercibidos sino por el contrario, la tarea es hacerse notar por encima de los demás sonidos del barrio con el ánimo de tentar a los habitantes a hacer una pausa y refrescarse con ese algo que llevan para la venta.

Margarita Cuéllar B.


Contacto:
Margarita Cuéllar
Jefe del Departamento de Artes y Humanidades
mlcuellar@icesi.edu.co
Joaquín Llorca
Profesor del Departamento de Humanidades
jllorca1@yahoo.com
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