Los rostros de la informalidad en las ventas ambulantes de Cali
La primera vez que Jimmy Núñez ocupó el espacio público y ofició como ventero informal fue a los doce años. Lo hizo para preparar y ofrecer buñuelos y papas rellenas en el Centro de Cali y así ayudar con la economía de su hogar, una familia muy pobre y desplazada por la violencia que llegó a la capital vallecaucana desde Morales, municipio del departamento de Cauca.
Su padre, ya fallecido, le enseñó desde muy pequeño a defenderse por sus propios medios y a rebuscarse la vida de la manera que le quedara más fácil. Jimmy recuerda que en Morales él era tendero, líder de la Junta de Acción Comunal y hasta entrenador de fútbol, además de negociante. Ese fue su reflejo para labrarse su destino en las calles de Cali.
A la ciudad llegó solo y con la idea de trabajar, pues no quería estudiar. La situación económica de su familia no le daba para esperar. Vivía en la casa de una señora que conocían sus padres.
La plata que le alcanzaban a dar para el almuerzo o el transporte la guardaba para otros gastos. Una vez le alcanzó, montó un puesto de buñuelos y papas rellenas. Luego lustró zapatos, fue voceador de periódicos y por último instaló un puesto de relojería en la carrera Cuarta con calle 13, donde ocupa una esquina desde hace quince años.
En total han sido cuarenta años los que ha permanecido Jimmy en las calles y la única vez que tuvo cobertura en salud fue cuando su esposa, con quien convive hace 25 años, trabajó en un almacén y lo afilió a una EPS como beneficiario. De resto, nunca ha pagado seguridad social, ARL ni mucho menos pensión. “Como ventero no alcanza”.
Trabajar como informal ya se le volvió una costumbre, aun cuando muchos le han insistido por años en que quizás no sea lo más recomendable y que debería protegerse. Así y todo, con su labor ha podido construir un hogar con su esposa, comprar vivienda propia y pagarles el estudio a sus dos hijos.
De forma paralela, Jimmy se ha convertido en vocero de sus colegas venteros, representándolos en diferentes instancias en los que defiende su acceso a diferentes derechos, entre ellos el de poder trabajar en el espacio público y evitar así los abusos que dicen sufrir por parte de algunas autoridades. Su labor como presidente del Sindicato de Vendedores del Espacio Público ha visibilizado su lucha.
Aun cuando está económicamente activo y tiene mucha vitalidad por delante, Jimmy dice que seguirá trabajando como ventero informal hasta que la salud se lo permita, pues entiende que por las circunstancias en que se ha desarrollado su vida laboral, y también por sus propias decisiones, pensar que disfrutará de una pensión es más una incertidumbre que una realidad.
¿Cómo está la informalidad en Cali?
Catalina Rey, gerente de Ecosistemas para Microempresas de la Cámara de Comercio de Cali, señaló que en el primer semestre de 2024 se registraron en la ciudad y su área metropolitana 1.075.582 personas, de las cuales el 48,2% (518.209) eran informales. Si bien este promedio está por debajo del índice nacional (56%), la cifra sigue siendo elevada.
Los sectores con más alta informalidad fueron alojamiento y restaurantes (76,7%), actividades artísticas (72,3%), construcción (66,7%) y transporte (65,9%).
Una de las variables que justifica el alto número de trabajadores informales en la ciudad se debe al acceso a la educación. “En Cali, el 53% de la población adulta de los estratos socioeconómicos 1 y 2 no ha completado la educación secundaria, lo que agrava la prevalencia de la informalidad”, dice Rey, basándose en el informe La complejidad y la diversidad de la economía informal en Cali, publicado en enero de 2022 por la Fundación WWB Colombia, la Cámara de Comercio de Cali y el Observatorio de Políticas Públicas (POLIS) de la Universidad Icesi.
Aunque no hay un dato concreto que así lo señale, una gran parte de esos 518.209 trabajadores informales en Cali son vendedores ambulantes, como lo certifica Jimmy Ñúñez, en su rol como presidente del Sindicato de Vendedores del Espacio Público. Hay informes que señalan que son 16.000, otros que 35.000.
Tal como lo plantea el informe Informalidad visible: revelando las realidades del trabajo informal, en su estudio de caso Vendedores Informales en el Espacio Público de Cali1, el hecho de que la edad promedio de los vendedores informales en la ciudad sea 43 años, refleja un panorama preocupante de cara a la forma en la que estas personas vivirán su vejez sin haberse asegurado una cobertura de seguridad social, durante su trayectoria laboral.
Esa vulnerabilidad trasciende a sus grupos familiares, pues en promedio seis de cada diez vendedores informales en Cali tienen dos hijos.
¿Cómo atraerlos a la formalidad?
Entidades como la Secretaría de Desarrollo Económico de la Alcaldía de Cali y la Cámara de Comercio de Cali adelantan diversas estrategias para fomentar en esta población su acceso a la formalidad, haciendo énfasis en los beneficios y las ventajas que esto les representa no solo para su actividad productiva, también para su calidad de vida.
La Cámara de Comercio, por ejemplo, creó la estrategia “Cámara a la calle”, para llevar toda su oferta institucional a los barrios de la ciudad, conocer las necesidades de los empresarios formales e informales e identificar necesidades y retos para ayudarlos a tomar decisiones en este aspecto.
“La formalización trae consigo numerosos beneficios tanto para los emprendedores como para la economía local y nacional. Entre ellos el cumplimiento legal, el acceso a financiación, la protección legal, el acceso a nuevos mercados y el incremento de la credibilidad y confianza de sus negocios”, agrega Catalina Rey, gerente de Ecosistemas para Microempresas de la Cámara de Comercio de Cali.
Un aporte desde la academia
La investigación Informalidad visible: revelando las realidades del trabajo informal, un trabajo conjunto elaborado en el marco de la Alianza 4U por la Universidad Eafit, de Medellín; la Universidad del Norte, en Barranquilla, y la Universidad ICESI, de Cali, por intermedio de su Observatorio de Políticas Públicas (POLIS), ofreció también luces acerca del panorama de esta población en la capital vallecaucana.
Según los hallazgos de esta investigación, “a pesar de ser un tema constante en el debate político local, ha habido pocas estrategias de intervención pública sólidas que contribuyan a la reducción de la vulnerabilidad de esta población”.
En las conclusiones finales de este trabajo se incluyeron las siguientes recomendaciones para ser tenidas en cuenta en la formulación de políticas públicas que incidan en el mejoramiento de las condiciones laborales y de calidad de vida de estos vendedores ambulantes:
- Ofrecer programas para fortalecer el capital humano, en especial de los vendedores más jóvenes (menores de 30 años) para facilitar su inserción al mercado laboral formal.
- Facilitar la cotización a pensión a través de los Beneficios Económicos Periódicos (BEPS) de Colpensiones, dado que es una población que carece de protección social durante su vejez.
- Fomentar el acceso a programas de subsidios gubernamentales como Renta Ciudadana, Colombia Mayor o subsidios de vivienda.
- Promover el acceso al sistema financiero regulado es una de las principales necesidades de esta población, dado que el gota a gota se ha convertido en su principal fuente de financiación.
- Generar confianza entre los vendedores y la administración municipal es crucial para crear políticas públicas acordes a las necesidades de esta población.