Abrazando la colectividad
Sonia Alexandra Quiñones, es una mujer negra del Oriente de Cali, criada por padres oriundos de Nariño y Cauca, a quien haber crecido en esa parte de la ciudad, le ha dado la fuerza para que, en medio de un contexto familiar mestizo, ella reforzara su identidad.
Para esta trabajadora social la escritura es una acción política para recuperar esa oportunidad de no ser borrados como históricamente se ha hecho. Como Sonia afirma, este acto político no solo es un compromiso con quienes actualmente están en ese proceso de reconocerse o reencontrarse, sino también de poder reclamar aquello que atravesó a nuestras ancestras y ancestros: «cuando yo era pequeña no tuve esa oportunidad de leer lo que me estaba pasando para entenderlo y yo creo que eso es uno de los principales compromisos, ¿no?, que otros, otras y otres tengan la posibilidad que nosotros como pueblo negro no tenemos y es de leernos, de narrarnos».
Pero no solo es la escritura donde ha encontrado razones y formas de resistir. Más allá de todo lo que describe y cuenta de sí, Sonia es una mujer que también se asume desde la colectividad. Su forma de ver el mundo la convoca a reflexionar, cuestionar las realidades y a trabajar desde lo colectivo. Esto no es fortuito, pues haber crecido en medio de un núcleo familiar numeroso, en un barrio donde constantemente había un ambiente de comunidad y que describe como colectivo, le brindó una perspectiva de vida que la moviliza y le da herramientas para confrontar las cotidianidades.
Desde hace cuatro años trabaja en el Distrito de Aguablanca y hoy, enfocada en la juventud y la infancia, apoya los procesos de la Casa Cultural El Chontaduro. Desde ahí, busca maneras de hacer y proponer un contexto más equitativo, encontrando desde ese apoyo psicosocial, herramientas para abordar la salud mental de la población negra donde se encuentra ubicada la organización.
Para esta trabajadora social la escritura es una acción política para recuperar esa oportunidad de no ser borrados como históricamente se ha hecho. Como Sonia afirma, este acto político no solo es un compromiso con quienes actualmente están en ese proceso de reconocerse o reencontrarse, sino también de poder reclamar aquello que atravesó a nuestras ancestras y ancestros: «cuando yo era pequeña no tuve esa oportunidad de leer lo que me estaba pasando para entenderlo y yo creo que eso es uno de los principales compromisos, ¿no?, que otros, otras y otres tengan la posibilidad que nosotros como pueblo negro no tenemos y es de leernos, de narrarnos».
Pero no solo es la escritura donde ha encontrado razones y formas de resistir. Más allá de todo lo que describe y cuenta de sí, Sonia es una mujer que también se asume desde la colectividad. Su forma de ver el mundo la convoca a reflexionar, cuestionar las realidades y a trabajar desde lo colectivo. Esto no es fortuito, pues haber crecido en medio de un núcleo familiar numeroso, en un barrio donde constantemente había un ambiente de comunidad y que describe como colectivo, le brindó una perspectiva de vida que la moviliza y le da herramientas para confrontar las cotidianidades.
Desde hace cuatro años trabaja en el Distrito de Aguablanca y hoy, enfocada en la juventud y la infancia, apoya los procesos de la Casa Cultural El Chontaduro. Desde ahí, busca maneras de hacer y proponer un contexto más equitativo, encontrando desde ese apoyo psicosocial, herramientas para abordar la salud mental de la población negra donde se encuentra ubicada la organización.
Sonia mira hacia afuera todo el tiempo para encontrar las maneras de poner sus conocimientos y experiencias al servicio de la comunidad. En medio de todo, ella se pregunta y se reta también, se construye y se forma. Decidida, enamorada y comprometida con su gente, asevera: «La academia me dio los componentes teóricos, pero la comunidad me da las herramientas para trabajar de manera colectiva».