La profe Afropatoja, así no más
Eliana Guerrero es una mujer negra de Popayán (Cauca), curiosa, preguntona, amante de la lectura y la escritura, y como ella misma afirma «una hija performativa de la diáspora africana». Se reconoce y autodenomina «afropatoja», un término que no tiene significado en el diccionario, pero que para ella representa todo el recorrido que la atraviesa y que le ha permitido encontrarse a lo largo de su vida.
Esta joven Licenciada en Literatura, una vez termina su carrera ingresa a una institución en donde por su trayectoria universitaria, recibe el cargo de profesora de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos. Llegar a esta institución representó otro tipo de retos en su vida. Ya no era solo lo que ella seguía aprendiendo de sí misma, sino también lo importante que era cultivar una consciencia en los y las estudiantes. Siendo la única persona negra en ese espacio, Eliana vio una oportunidad de ser resciliente, pero también de hacer resistencia. Ahora, las preguntas de niñas y niños se convirtieron en una fuente principal para hacer pedagogía, para contar una historia, para contar nuestra historia y cómo las comunidades y poblaciones negras aportaron a la construcción de nación.
Sin embargo, ser maestra es una labor que una vez asumida reafirmó inquietudes que ya se habían presentado en su niñez y que fueron ocasionadas en gran parte por crecer en una ciudad donde, como ella dice, no siempre la gente negra es bien recibida. En este proceso su identidad se fortaleció, encontrando maneras de ser ella misma, apropiándose de cómo contarse y las maneras como quería incidir en la vida de sus estudiantes y de sus compañeros. Amarse y entender sus propias formas, su contexto, su gente y su historia.
Esta joven Licenciada en Literatura, una vez termina su carrera ingresa a una institución en donde por su trayectoria universitaria, recibe el cargo de profesora de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos. Llegar a esta institución representó otro tipo de retos en su vida. Ya no era solo lo que ella seguía aprendiendo de sí misma, sino también lo importante que era cultivar una consciencia en los y las estudiantes. Siendo la única persona negra en ese espacio, Eliana vio una oportunidad de ser resciliente, pero también de hacer resistencia. Ahora, las preguntas de niñas y niños se convirtieron en una fuente principal para hacer pedagogía, para contar una historia, para contar nuestra historia y cómo las comunidades y poblaciones negras aportaron a la construcción de nación.
Sin embargo, ser maestra es una labor que una vez asumida reafirmó inquietudes que ya se habían presentado en su niñez y que fueron ocasionadas en gran parte por crecer en una ciudad donde, como ella dice, no siempre la gente negra es bien recibida. En este proceso su identidad se fortaleció, encontrando maneras de ser ella misma, apropiándose de cómo contarse y las maneras como quería incidir en la vida de sus estudiantes y de sus compañeros. Amarse y entender sus propias formas, su contexto, su gente y su historia.
Hoy, con sueños muy «utópicos» como dice Eliana, visualiza un futuro en el que las niñas y los niños afrodescendientes se empoderen no solo de su historia, sino también de su cuerpo, del lugar que ocupan, del respeto que merecen y que luchen.