“Hay que arrebatarle la alegría a este sistema, porque este sistema intenta arrebatarla de nosotros y nosotras”
– Libia Jimena Díaz Ulabares
El Centro de Estudios Afrodiaspóricos - CEAF de la Universidad Icesi, tuvo la oportunidad de generar una conversación con Libia Díaz- Ulabares para visibilizar su historia de vida y liderazgo:
Desde la representación legal del Consejo Comunitario El Peón, Libia Díaz-Ulabares trenza las acciones comunitarias con las académicas para crear proyectos sobre memoria colectiva en su territorio. Esta joven afrodescendiente es egresada de la licenciatura en Educación Popular y en Lenguas Extranjeras de la Universidad del Valle. Actualmente, es estudiante de la Maestría en Estudios Sociales y Políticos de la Universidad Icesi y asistente de investigación del Centro de estudios Afrodiaspóricos - CEAF.
El Centro de Estudios Afrodiaspóricos - CEAF de la Universidad Icesi, tuvo la oportunidad de generar una conversación con Libia Díaz- Ulabares para visibilizar su historia de vida y liderazgo:
CEAF: ¿Qué nos puede contar de su historia de vida y que la llevó a ejercer su liderazgo?
Libia Díaz-Ulabares: Soy tataranieta, bisnieta y nieta de personas afrodescendientes que trabajaron la minería y que han trabajado la agricultura como medio de vida en el territorio El Peón. Estas mismas personas, sobre todo mi familia materna, que es la familia Ulabares, hicieron parte de los primeros habitantes del territorio. Ellas y ellos llegaron de Santander de Quilichao junto con otras 14 familias a un espacio en el cual fuera posible mejorar sus condiciones de vida.
El territorio El Peón, además de ser el lugar en el que he crecido, ha sido el espacio más importante para mi aprendizaje. Inicialmente, yo era quien participaba en los procesos comunitarios, pero al darme cuenta que era la primera persona del territorio en sus 120 años en ingresar a la universidad, comencé a pensar en cómo podía retribuir todo eso, que era el resultado de esfuerzos colectivos. Ahí surgió mi interés por indagar acerca de la memoria colectiva del territorio y, en ese proceso, he reconocido muchos otros elementos que constituyen lo que es El Peón.
CEAF: ¿Cuáles son esos elementos que ha reconocido?
Libia Díaz-Ulabares: Es un territorio que, además de su majestuosidad natural, es muy potente por la calidad de la gente, por la resiliencia, por la autonomía, por la organización comunitaria que la gente ha tenido desde las primeras personas que llegaron. Las familias inicialmente se asentaron en un espacio que se conoce como El Chontaduro, zona rural de Jamundí. A pesar de que allí trabajaron la minería y tenían su espacio de vida, llegaron personas a decirles que esas tierras tenían dueños. Entonces la gente, al no tener documentación, y al no considerar la tierra como posesión sino como una relación de cuidado y de ayuda para la subsistencia, se movió. Fue desterrada nuevamente para otro lugar. Ese lugar, pues, es El Peón y de aquí también intentaron desterrarlos, pero gracias a esa organización comunitaria, a la estrategia, la inteligencia y la visión de esas primeras familias con lo que habían recolectado de oro y con su trabajo, compraron colectivamente este territorio.
Entonces una encuentra el certificado de tradición y de escritura con 15 nombres que nos representan desde el principio hasta el fin, porque hacen parte de los apellidos que hasta la fecha son los que más se escuchan en el territorio. Por todo esto El Peón es fuerza, es resistencia, es organización comunitaria y es familia extensa. O sea, esos lazos que se han venido tejiendo no solamente por los apellidos, sino por la importancia que se da a los vecinos, a las vecinas, por el hecho de compartir un lugar común y por el hecho de pensar que, desde cada uno de sus lugares, todos y todas pueden construir un mejor territorio.
CEAF: ¿Cómo usted se convierte en la representante legal del consejo comunitario?
Libia Díaz-Ulabares: El hecho de ver a tantas personas que no podían gozar completamente de sus derechos, a pesar de todo lo que nos ha ofrecido el territorio, me hizo pensar que yo tenía características, que también hacen parte de mi formación como educadora popular en la universidad, que podían contribuir a que esos esfuerzos de vecinos y vecinas se fortalecieran. Porque yo también considero que los liderazgos son posibles gracias únicamente a la fuerza de la gente que los impulsa. Es decir, ser lideresa y, en este caso, ser representante legal de un consejo comunitario, significa poder llevar la voz de aquellas personas que durante muchísimo tiempo no han sido suficientemente escuchadas, es la posibilidad de poder visibilizar otras narrativas de las personas de ancestro africano, es la posibilidad de aportar a la historia de Colombia como un país que está a la búsqueda de la verdad.
Estas reflexiones han surgido de mi proceso de liderazgo y de reconocer que ha habido unos procesos previos a mi posicionamiento como representante legal que han hecho posible que yo haya decido serlo, pues no solo ha sido una decisión de Libia, sino que yo postulé mi nombre para continuar haciendo un trabajo que ya realizaban las mujeres de mi comunidad y que ya realizaba yo sin ser autoridad territorial, porque yo ya había hecho parte de la Junta Acción Comunal, ya había llevado procesos con jóvenes y ya había colaborado en lo que yo más podía. Entonces todo eso me hizo también darme cuenta que ese liderazgo es el resultado de la intención continuada de mi linaje femenino, porque ellas habían labrado todo un camino para que yo pudiera tener la fuerza y tener las ganas de decidir hacer parte de la representación legal del Consejo Comunitario.
CEAF: ¿Cuáles son esas violencias múltiples que se experimentan en este territorio?
Libia Díaz-Ulabares: La violencia hace parte de toda esa estructura de nación que no ha garantizado el ejercicio de los derechos de las comunidades y de las personas en condición de vulnerabilidad. La comunidad no cuenta con un hospital ni educación de calidad, no contamos con un transporte público ni una vía de acceso rápido al primer centro hospitalario. Aquí han muerto personas porque las ambulancias no pueden pasar y la comunidad ha tenido que controlar los incendios forestales mientras los bomberos entran.
El Peón está ubicado en Pance. Cuando las personas de la ciudad se refieren al corregimiento, es probable que pocas hablen que somos el único territorio con población mayoritariamente afrodescendiente. Esa no es la narrativa que se les ha contado. No se les ha contado de El Peón, pero tampoco lo han buscado. Además de esto, Pance tiene varias veredas. Dentro de ellas está La Vorágine, que es el epicentro del turismo y desde allí los ciclistas se trasladan hacia Pico de Águila y El Banqueo. A nosotros no nos conocen porque quienes hacen ciclismo entran únicamente a una parte del territorio, que no es la parte ancestral donde están familias que han construido El Peón. Entonces, quienes conocen el lugar no conocen todo el universo cultural simbólico que hay en el territorio. Esa invisibilización violenta nuestros derechos porque si no existimos, pues es muy complejo que nos tengan en cuenta para la distribución de los recursos, para pensarse proyectos o planes de desarrollo.
También el que no podamos circular con tranquilidad a través del camino ancestral Pedrito Díaz, que conecta desde el territorio hasta la Avenida Cañasgordas, cerca de Alfaguara, porque atraviesa los terrenos que hacen parte de “X” familia, es una forma explícita de la violencia que se ha alojado en nuestro territorio y no nos ha permitido tener unas condiciones de vida mucho mejores. Asimismo, lo es el que no contemos con la posibilidad de que la agricultura siga siendo nuestra fuente principal de ingresos, y por eso ahora los hombres trabajan mayormente en la construcción y las mujeres en el trabajo doméstico, que es uno de los empleos donde más se presenta la violencia psicológica, pues los patrones infantilizan a las mujeres, les hacen pensar que tienen una deuda con ellos por el hecho de emplearlas y que pueden ser despedidas en cualquier momento porque otras pueden ocupar ese lugar.
CEAF: ¿Qué emociones afloran ante esta realidad que usted describe?
Libia Díaz-Ulabares: Cuando inicié todo el proceso de reconocer mis raíces me di cuenta que la historia de los afrodescendientes no inició con la esclavización, que existió una organización tecnológica y política supremamente poderosa en África para cuando se dio todo el proceso de la Trata Trasatlántica, y que se refortaleció con el capitalismo desde el siglo XXV. Darme cuenta de esto me hizo comprender que lo mínimo que debo hacer para que eso que mis ancestros y ancestras hicieron haya valido la pena, para que todas las vidas que fueron arrebatadas hayan valido la pena, es que quienes asumimos estos liderazgos hoy decidamos hacer mucho y con toda la gratitud y el reconocimiento a quienes hacen que ese liderazgo sea posible, a quienes tienen algo para aportar en relación con las situaciones que enfrentamos como afros.
Entonces ahora las emociones que afloran ya no son producto del dolor, sino de la inconformidad, porque la inconformidad me ubica en un permanente sentido y búsqueda de la resistencia; la resistencia no como el aguantar, sino como el hecho de todo el tiempo estar trastocando e incomodando mi espacio, mi cotidianidad, para decir yo puedo hacer algo frente a lo que sucede, porque hay que arrebatarle la alegría a este sistema, porque este sistema intenta arrebatarla de nosotros y nosotras.
CEAF: ¿Cómo puede afrontarse colectivamente esta situación?
Libia Díaz-Ulabares: En medio de la ausencia estatal, nuestras abuelas practicaron la partería. No solo se trataba de ayudar a la embarazada a parir, sino de todo un proceso de acompañamiento espiritual y emocional a la madre en su nuevo rol. Este ejemplo para decir que es indispensable que las emociones se tramiten desde nuestros saberes propios y desde nuestras búsquedas para hacer un tránsito. Eso no implica que vamos a olvidar toda la rabia, y quizá el dolor, que nos sigue causando el asesinato de nuestros jóvenes, la desaparición de nuestras niñas, todo lo que sucede en nuestros territorios que no hace parte de cómo nosotros lo hemos soñado y lo hemos construido. No se trata de olvidar, sino de que lo que sentimos se convierta en acciones.
Creo que en esto debemos trabajar con mucha fuerza los líderes, las lideresas y las comunidades afrodescendientes, porque existe una naturalización de la resiliencia entendida como el sobreponerse a todo, el ser capaces de todo y el ser fuertes. En efecto, lo somos, pero eso no implica que no tengamos situaciones que afecten nuestra salud mental y que nos puedan causar dolores, e incluso enfermedades. Hay que trabajar urgentemente la salud mental como parte del proceso comunitario.
CEAF: ¿Qué ejercicios y proyectos están gestándose en El Peón?
Libia Díaz-Ulabares: Debo decir que todo lo que hemos venido haciendo desde la representación legal del Consejo Comunitario es el resultado de reflexiones individuales y colectivas. Partimos los procesos que han hecho otras personas con y para el territorio, y nos dimos cuenta que algo fundamental era recuperar la memoria. Recuperarla no significaba únicamente escuchar nuevamente las voces de los abuelos y abuelas, sino documentarlas.
En el marco de mi licenciatura en Educación Popular hice Trenzando Nuestras Raíces, una investigación que inicialmente hizo un recorrido por la ancestralidad de la gente de El Peón, para entender cómo es que los apellidos que hoy circulan en el territorio, Carabalí, Ulabares, Mosquera y Viáfara, hacen parte de esa conexión ineludible con África. Luego tuvo una parte centrada en el poblamiento y construcción del territorio desde el desplazamiento de Santander de Quilichao. Trenzando Nuestras Raíces ha sido un ejercicio base supremamente importante para lo que se ha hecho con la comunidad. Ahora es una estrategia pedagógica, política, cultural que busca desde todas las orillas posibles fortalecer al territorio El Peón.
Así, en alianza con el Centro de Estudios Afrodiaspóricos, tuvimos la fortuna de visibilizar una parte de nuestros procesos de resistencia a través del 5to volumen del proyecto Voces de Resistencia. Ese 5to volumen, que se titula El Camino Ancestral, contextualiza cómo el camino ancestral Pedrito Díaz constituye una parte fundamental de nuestro territorio, aunque no esté en el espacio físico donde se encuentran nuestras casas. Además, en el marco de la convocatoria de estímulos para el arte y la cultura de Jamundí, presentamos una propuesta de creación literaria a través de una cartilla, con un glosario de las palabras que usa la comunidad. El proyecto ya culminó y en este momento estamos en la fase de edición de la cartilla, con el ánimo de que sea posible retornar un producto de excelente calidad a la comunidad y que pueda ser usado incluso para la escuela.
También nos encontramos en la realización de la Escuela Audiovisual de El Peón, que se gesta a través de un proyecto que presentamos con Laura Valencia, una persona que, al darse cuenta que su tatarabuela Laureana Balanta fue parte fundamental de El Peón, decide aliarse con el Consejo Comunitario para diseñar proyectos que pudieran tener un impacto positivo en el territorio. Entonces ahí emerge ese primer esfuerzo para crear unos filmminutos que visibilicen el trabajo de las mujeres del territorio; mujeres jóvenes, mujeres niñas, mujeres mayoras, todas y cada una que han aportado incansablemente al territorio
CEAF: ¿Por qué es importante impulsar estos procesos en términos de la equidad?
Libia Díaz-Ulabares: Lo que vengo haciendo desde mi liderazgo con la comunidad aporta a la equidad porque constituye procesos, búsquedas e intenciones poderosas de nosotros y nosotras como parte del territorio, pero el impacto es extendido. Nuestros procesos, búsquedas e intenciones invitan a la sociedad colombiana a una reflexión necesaria sobre las verdades, no solamente en el contexto de paz y posconflicto. No. Todo esto se hace para entender cuan necesarias son las verdades, en tanto visibilizan otras narrativas de estas historias incompletas que nos han contado acerca de nuestro país, de nuestro proceso de independencia, de la presencia de las personas africanas y afrodescendientes en las Américas y en Colombia.
Esas verdades nos recuerdan, por un lado, el poder que tenemos a pesar de las vulnerabilidades estructurales que debemos afrontar como afrodescendientes. Por otro lado, esas verdades intentan irrumpir en esos privilegios y cómodas formas de vida que no les permiten, a quienes no han vivido nuestras experiencias, escuchar lo que tenemos para decir. Eso que tenemos para decir no necesariamente nos debe ubicar en unas relaciones de rivalidad o señalamiento, sino en unas relaciones en las que se empiecen a tratar nuestros cuerpos diferente a como han sido tratados: racializados, hipersexualizados, cosificados y deshumanizados.
Apoyar nuestros proyectos significa reconocer el valor tan importante que tiene todo el trabajo que la gente ha venido tejiendo desde hace mucho tiempo, para que no solamente su espacio, llamado territorio, sea un mejor espacio de vida, sino también para mejorar las condiciones de vida de toda la humanidad.