“Si hubiésemos tenido equidad, posiblemente las personas afro no seríamos lo que somos, porque a nosotros(as) nos ha tocado prepararnos más que los(as) otros(as). Arrancamos desde cero, mientras otros(as) arrancan desde cuatro o desde cinco”
– Jaime Andrés Jiménez
Jaime Jiménez es biológico y líder comunitario de la ciudad de Quibdó, Chocó. A través de ChocArte por la Paz busca potenciar los activos locales para superar el conflicto urbano. El Centro de Estudios Afrodiaspóricos – CEAF de la Universidad Icesi, tuvo la oportunidad de generar una conversación con él para visibilizar su historia de vida y liderazgo:
CEAF: ¿Qué nos puede contar de San Vicente, el barrio donde usted desarrolla su liderazgo?
Jaime Jiménez: San Vicente es el típico barrio popular de la comuna 4 de Quibdó (Chocó). Las calles son de arena, barro y lodo. A veces, se hacen charcos de agua y sólo hay fragmentos pavimentados. San Vicente es un barrio que tiene unas fachadas espectaculares y otras fachadas paupérrimas; es ese barrio en el que usted ve una casa con flores en la entrada y al lado una casa con una ponchera en el suelo para las goteras. En San Vicente se ve gente escuchando música todo el día y gente estudiando en la puerta, gente jugando fútbol en la cancha y gente leyendo, gente trabajando en el río, gente sacando agua del río para poder hacer sus necesidades, y gente sacando pescado del río para comer.
En San Vicente no estás tranquilo, porque estás sentado y de momento toca salir corriendo a resolver un conflicto; toca escribir algo, toca hablar con alguien o toca mediar entre dos vecinos que están discutiendo. Aquí, en la capital de Chocó, estamos siendo testigos de una violencia traumática, porque tenemos una suma entre autodefensas y grupos al margen de la ley que nos acorralan, nos amenazan, nos asesinan, nos persiguen. La juventud está inmiscuida en esta violencia urbana.
CEAF: ¿Cómo ha afrontado usted este panorama?
Jaime Jiménez: Creo que nosotros(as) somos el cambio para esa historia macabra que hemos vivido. Por eso me ha interesado fortalecer nuestros talentos, nuestro territorio, nuestros saberes y nuestra cultura. Esta historia no se cuenta, por eso creo que hay que hacer énfasis en lo que tenemos y en lo que vamos aportando para volverlo potencial. En el futuro imagino una comunidad que, por ejemplo, mediante un sistema productivo pueda sostenerse en una próxima pandemia como esta, porque en sus casas ya tenían comida; no tenían necesidad de empacarla, sino de cosecharla o pescarla: eso es seguridad alimentaria. Vuelvo y digo que las fortalezas que tenemos debemos hacerlas virales, extensivas, y hacer investigación para que nos vean y digan: ¡Ah! Ese es el joven afro que hizo esto. Debemos fortalecer lo que tenemos para hacernos ver.
Busco maneras de sacar el potencial de los niños(as) y jóvenes para alejarlos del conflicto, a través de actividades culturales, deportivas, música y modelaje. También trabajo con un grupo de madres comunitarias a quienes les interesa el tema de la seguridad y soberanía alimentaria, la huerta casera, la siembra de ornamento y el pancoger, porque son sembradoras. Tenemos un territorio y tenemos también un espacio para hablar de esto. Ahí alternamos nuestros conocimientos, los de ellas y los míos como biólogo, y tratamos que los(as) jóvenes aprendan a sembrar, a cultivar, a coger y a diseñar parcelas y huertas caseras, para que en un futuro ellos(as) sean quienes repliquen el conocimiento. Esto lo hacemos a través de ChocArte por la Paz, un entorno protector para sacar a niños(as) y jóvenes del conflicto urbano.
CEAF: ¿Cuál es la historia de ChocArte?
Jaime Jiménez: ChocArte nació formalmente en el 2016, pero un grupo de cinco amigos empezamos desde el 2010, cuando ya comenzábamos a tener incidencia en cadenas productivas y en lugares de toma de decisiones y a tener conciencia sobre la violencia urbana que nos estaba azotando.
Iniciamos haciendo un torneo en ese momento porque había una guerra entre varios barrios de la comuna 4. Nos fue muy bien y entonces pensamos: si los que pelean son 5 y acá estamos jugando 45, ¿por qué aquí no nos matamos? Así que después no hicimos un torneo, sino un campeonato, además de otras actividades. Fue así como la gente empezó a vernos y a referenciarnos. En 2014 tuvimos tanta fuerza que tuvimos un candidato en el Consejo, pero eso no funcionó y continuamos el trabajo comunitario.
Después, la Alcaldía de Quibdó tomó la decisión de apoyar a grupos de base y nos recomendaron legalizarnos. Ahí creamos la Fundación ChocArte, que cuenta con un grupo de 11 líderes, entre familia y amigos más cercanos. Hace poco también se vincularon jóvenes de la comunidad LGTBIQ+, que nos han fortalecido en temas sobre diversidad.
CEAF: ¿A qué le apuntan los procesos de ChocArte?
Jaime Jiménez: El nombre de los procesos que realizamos terminan con paz: torneo de fútbol por la paz, cantamos a la paz, las bellezas de la paz, San Vicente laboratorio de paz… Todo lo que realizamos apunta a convertir la paz en la cultura, y a hacer atractivos y comerciales los talentos de los(as) jóvenes y el potencial del territorio. Por eso hemos tenido incidencia en la política y en el conflicto urbano. Muchas de las personas que tienen un grupo al margen de la ley son pelados del barrio, con quienes hemos hecho acercamientos para que se hagan procesos de paz.
A partir de nuestra labor, hemos logrado resultados importantes: mientras que en Quibdó mataban dos o tres jóvenes por noche, logramos bajar los casos de homicidios a cero en San Vicente, que era uno de los barrios con las cifras de violencia más altas. Cabe mencionar que algunos procesos se hacen, otros no y en algunos hay pausas. Se ha tratado de hablar con los pelados. Ellos no se justifican y tampoco nosotros(as) los justificamos. Sin embargo, ellos siempre se identifican con nuestros procesos, porque la falta de oportunidades los llevó hacia las armas.
CEAF: Ha mencionado que ChocArte también trabaja sobre la seguridad y soberanía alimentaria ¿qué nos puede contar sobre estos procesos?
Jaime Jiménez: Tener seguridad y soberanía alimentaria es un sueño que tengo desde niño. Nací en Istmina, Chocó. En mi comunidad se sembraba. Mi abuela sembraba. Mi familia también sembraba. Además, teníamos gallinas, cerdos y otros animales. Nunca aguanté hambre porque mi abuela, mi abuelo y mis tíos siempre traían comida del campo y esa misma comida que traían del campo la vendíamos en el mercado. Me imagino replicando eso en una comunidad. Si toda la comunidad tuviese una huerta casera donde pueda coger la comida, el hambre se acabaría ahí.
Llevémoslo a lo propio: si la región fortalece su campo para fortalecer a su vez su seguridad y soberanía alimentaria, no tendría que depender del gobierno o de los sistemas productivos actuales para tener su sustento diario. Aquí tenemos, por ejemplo, harina de popocho, que puede suplementar la leche materna; así nuestros ancestros(as) mantenían a sus niños(as). Con la misma harina de popocho podemos hacer arroz y pan; de ahí los carbohidratos. Tenemos también gallinas y pescado; de ahí las proteínas. Entonces, si volviese otra pandemia, si se cierra el comercio o si hay una catástrofe, las comunidades que tengan sembrados posiblemente aguantarían más que las comunidades que dependen directamente de los sistemas productivos. O sea, si no tenemos arroz, comemos plátano; si no nos mandan leche, tenemos harina de popocho; si no nos mandan carne, pescamos o matamos una gallina. Eso es soberanía alimentaria. Pero hay que dignificarla para que sea sustentable y sostenible en el tiempo.
CEAF: Con relación a lo que nos viene narrando ¿cómo se vería su territorio si viviésemos en una sociedad equitativa?
Jaime Jiménez: Si hubiésemos tenido equidad, posiblemente las personas afro no seríamos lo que somos, porque a nosotros(as) nos ha tocado prepararnos más que los(as) otros(as). Arrancamos desde cero, mientras otros(as) arrancan desde cuatro o desde cinco. Somos lo que somos por lo que se nos ha negado. Tenemos lo que tenemos porque se nos ha negado por el racismo. En este sentido, el racismo es esa deuda contra toda nuestra historia y nuestro ser, que genera una sensación de intolerancia, rabia y, a veces, incertidumbre, porque uno no sabe por qué pasan las cosas, por qué les pasan a unas personas y a otras no. Las personas afro sí merecemos equidad y vamos a devolvernos todo lo que nos ha hecho falta.
Nunca me he imaginado un territorio equitativo… Ya no sería San Vicente. Se vería hermoso. No, ya no sería San Vicente, pero sí me sentiría un poco tranquilo porque sé que si mis hijos se caen no van a rajarse los pies; porque van a tener la seguridad de que, cuando llegue la noche, nos vamos a acostar juntos; porque van a tener su educación asegurada. O sea que posiblemente mis hijos(as) van a ser lo que quieran ser: futbolistas, médicos o cantantes. Ellos podrían envejecer pensando qué queremos comer en casa y no qué vamos a comer.
CEAF: ¿Cómo ChocArte por la paz contribuye a la construcción de un San Vicente equitativo?
Jaime Jiménez: Si sumamos talento podemos sumar procesos, y si sumamos procesos podemos sumar riquezas (no necesariamente económicas). Me explico: si se potencia a un joven negro del territorio para que salga profesional de fútbol, muchos otros(as) van a verlo como opción y seguirán el proceso. Entonces, el proceso se replica y no será una escuela de futbol, sino cinco. Asimismo, si pudiésemos producir una buena canción, otros(as) jóvenes negros(as) verán la música como opción y seguirán el proceso. Este proceso se replicaría y no sería una escuela de canto, sino tres. También, si preparamos un buen político en nuestros procesos, que sea elegido concejal y nos apoye construyendo una casa comunal, y si en la casa comunal hacemos, por ejemplo, una feria del libro… Se replican muchos procesos que al final suman riquezas y esas riquezas van a retribuirse a nuestro territorio. Eso intenta hacer ChocArte, esa iniciativa que inició con un grupo de jóvenes que quisieron confrontar la violencia y mostrar que hay otra alternativa de vida, potencializando el activo local para generar industria y comercio.