Editorial
LA REVOLUCIÓN EMPRESARIAL Y LA INNOVACIÓN
Hablemos hoy de dos temas que son de importancia trascendental en el momento actual y futuro de nuestras sociedades.
Hemos vivido en este 2011 una serie de hechos sociales, políticos y naturales, que nos obligan a todos, aún a los amantes del status quo, a entender que este mundo se rige por el “cambio” como gran fuerza impulsora.
Los hechos sociopolíticos del mundo islámico por ejemplo nos muestran como los problemas de cambios demográficos, de falta de oportunidades laborales, de falta de oportunidades de crecimiento y en general de falta de una visión positiva y clara sobre el futuro, se llevan por delante conceptos tan clásicos como el crecimiento del PIB. Recordemos que Egipto había tenido en el 2010 un crecimiento del PIB del 8%, que todos diríamos que es un resultado exitoso, y sin embargo, la revolución se dio.
Fenómenos climáticos y teutónicos, como los vividos en Rusia, Japón, Colombia, Chile, etc., nos han mostrado una vez más, que las fuerzas de la naturaleza tienen la capacidad de afectar los modelos de desarrollo y poner en peligro a comunidades en diversas partes del mundo. Nos hacen cuestionar soluciones que hemos dado a problemas y necesidades .Nos muestran que las consideraciones ambientales y sociales se enfrentan a veces con los criterios empresariales tradicionales.
Los actos de corrupción son la noticia de todos los días, pero lo más grave es que dichos actos de corrupción son realizados por personas que han sido sujetos de procesos educativos universitarios, que han recibido educación gerencial, a veces a nivel de postgrado, que provienen en muchos casos de grupos privilegiados, pero que desafortunadamente, carecen de un sentido ético, de una sensibilidad social, de respeto al ordenamiento jurídico y de muchas otras características básicas de comportamiento ciudadano.
Aunque la revolución empresarial como vemos está por todos lados, desafortunadamente en nuestros países muchas personas siguen creyendo que los modelos educativos y empresariales del siglo pasado siguen siendo válidos y seguimos todavía predicando las teorías de: “maximización de la rentabilidad del inversionista”, “las teorías funcionales”, “la formación de ejecutivos – gerentes”, “la aclamación a la gran empresa”, y toda una serie de valores que han sido cuestionados, y demostrado como erróneos, en diversos estudios alrededor del mundo, por cuanto no han sido los mecanismos idóneos y eficaces de solución a los problemas del desempleo y de oportunidades para la población en general.
A nivel mundial, los jóvenes representan más del 40% de los desempleados y al menos 85% de estos jóvenes desempleados, viven en países en vía de desarrollo. En el caso Colombiano, según cifras que acaban de aparecer en un estudio sobre la economía bogotana en el 2010, se observa que del total de ocupados el 50,5% son empleados del sector privado, el 4,3% son empleados públicos, el 34,2% trabajan por cuenta propia, el 4,5% son patrones o empleadores y el 4,1% trabaja en otras actividades no asalariadas: o sea, que hoy en Bogotá el 54,8% son empleados dependientes y el 45,2% son personas que actúan en forma independiente. El caso Colombia es 38,6% empleados dependientes y 61,4% son personas independientes. El desempleo en Colombia mantiene el nivel de dos dígitos y qué decir del subempleo, del porcentaje de la población bajo la línea de pobreza, del Gini, etc.
Hemos visto crecer estos hechos año tras año, pero seguimos empeñados en educar para el empleo, en desarrollar competencias laborales, en crear condiciones de dependencia, que lo único que producen es más frustración en la población joven y que al final serán la base de muchos movimientos sociales de protesta como los que hemos presenciado y los que seguirán ocurriendo.
Debería ser claro que una revolución en lo empresarial es necesaria para poder enfrentar los problemas de la humanidad y en especial los de nuestros países. Uno de los elementos fundamentales en la solución de estos problemas de desarrollo es claramente la existencia de más y mejores procesos de generación de valor, o sea de más y mejores empresas. Por lo tanto, la revolución empresarial de la que hablamos nos exige nuevas soluciones, nuevos modelos educativos, nuevas pedagogías, nuevos empresarios, o sea nuevos generadores de valor, tanto en lo público como en lo privado, tanto en lo social como en lo cívico, tanto en lo con ánimo de lucro como en lo sin ánimo de lucro; en fin, en todos los frentes y opciones que el entorno tiene, de forma tal que esta nueva generación, educada adecuadamente logre hacer lo que las últimas generaciones no hemos sido capaces de hacer en nuestros países: producir desarrollo y equidad.
Pero permítanme tocar también un poco el tema de innovación, competencia clave en la historia del desarrollo humano a lo largo de los tiempos, pero ausente en nuestro sistema educativo.
La innovación tiene características especiales: debe ser significativa y única en su área de acción, se debe acometer con convicción positiva, pero entendiendo que es un proceso que tiene niveles de riesgo y que por lo tanto las fallas deben ser permisibles. La innovación es un proceso y como tal debe analizarse y estimularse.
La filosofía tiene que ser que hay que aprovechar las oportunidades cuando ellas aparecen, es más, hay que hacerlas aparecer y no nos debemos quedar esperando a que cuál maná nos lluevan del cielo. La innovación es una disciplina que tenemos que aprender y que nos toca poner en acción aquí y ahora. Es la llave al desarrollo, al empleo, al capital, al crecimiento, a la consecución de socios, de clientes, de colaboradores y en fin de todos los recursos empresariales.
Hace ya más de 80 años, Schumpeter generó su teoría de la “Destrucción Creativa” y le dio a la innovación el papel de combustible que mueve el mercado y reconoció en el empresario la persona que es capaz de aplicar esa innovación y alterar el mercado, a través de la creación de nuevos valores, de nuevos productos, de nuevas industrias, de nuevos empleos, de nuevas opciones de realización, de nuevos procesos, de nuevas conceptualizaciones. Los ejemplos de países y empresas que se han orientado a la innovación y han sido exitosos, son amplios, numerosos y bien documentados, pero seguimos sin aceptarlos y nos encerramos en nuestras concepciones antiguas, negándonos así la oportunidad de cambiar. Hace ya un siglo, Ford con su innovación cambio el mundo y nos enseñó, no sólo como se puede producir reduciendo costos, sino también, como se puede duplicar el salario de los empleados y crear bienestar. Hace 30 años Steve Jobs y Bill Gates nos mostraron como crear una nueva industria y como generar valor. En este siglo Zuckerberg con Facebook, Bring y Page con Google, Bezos en Amazon, Yang y Filo en Yahoo y todos los que ustedes quieran añadir a esta lista nos han demostrado la importancia del principio Schumpeteriano. ¿Cuándo será que en el sistema educativo realmente aceptemos esta realidad y produzcamos los cambios requeridos?
Tenemos que salir del aforismo “a la gente no hay que darle pescado, sino enseñarle a pescar” y pasar al aforismo que indica “que a la gente hay que enseñarle a convertir el pescado en un producto/servicio y llevarlo al mercado”; hay que salir de la idea “de que todos vamos a ser empleados por 40 años hasta que lleguemos a la edad de jubilación”, como fue el sueño de mi generación, y llegar a la idea “de que la mayoría de ustedes van a crear empresa, van a tener un desarrollo independiente y que buscarán la jubilación no sólo por los sistemas tradicionales, sino por sus propias generaciones económicas”; debemos salir de la idea de que “empresa” es sólo utilidad salvaje y/o capitalismo salvaje y llegar a la idea de que “empresa” es cooprosperidad, es creación de valor para todos los involucrados directa o indirectamente, es sensibilidad social, es compromiso con valores éticos y ambientales, lo cual nos permitirá no tener que recurrir a vocablos con definiciones artificiales para referirnos a este tipo de actividad humana; debemos salir de la idea” de que se debe vivir de la explotación de los recursos que la naturaleza nos brinda, como si todavía estuviéramos en la época de los recolectores, y llegar a la idea de que es a través de procesos innovadores como potenciaremos el valor de esos recursos”.
Como vemos, los retos que nos trae la revolución empresarial y la innovación son grandes y significativos. Los invito a todos a empezar a asumirlos, produciendo los cambios que en nuestras culturas se requieren para que ellos puedan funcionar adecuadamente.
Rodrigo Varela V.Ph.D.
Director
Centro de Desarrollo del Espíritu Empresarial - CDEE
Universidad Icesi