Las voces del barrio y el sonido de una industria.
Hablar de las imágenes sonoras que la memoria social recrea, a partir de las percepciones, imaginarios, representaciones y recuerdos que la gente tiene de uno u otro sector del barrio, implica refelxionar sobre cómo estos sonidos evocados comprenden un tejido o tramado de relaciones sociales que son intrínsecas a la manera en la que se han naturalizado o apropiado las manifestaciones sonoras de la cotidianidad y del recuerdo.
Por tanto, una aproximación a la historia e historias del barrio San Nicolás y al mundo de las imprentas, ayuda a comprender que las expresiones sonoras de hoy y sus formas de representación no pueden ser más que el resultado de un paisaje que se ha transformado con la introducción de nuevos ritmos asociados a la vida urbana e industrial.
En el caso San Nicolás esto significó el paso de las voces y sonidos de los niños jugando en la calle y de los pregones de los vendedores ambulantes, al sonido de las bocinas de los carros y al rugir de los motores de los buses que hacen su ruta por el barrio. En esta medida, para caracterizar las formas de relacionamiento social que se tejen dentro del espacio-barrio, y para dar cuenta de sus representaciones sonoras a partir de un análisis etnográfico de percepciones, fue necesario el acercamiento directo a sus actores desde entrevistas y conversaciones informales, además de la observación al entorno y a las prácticas y relaciones sociales asociadas a la vida social del barrio.
Entre los actores a los cuales nos acercamos están algunos dueños y empleados de las empresas de la industria gráfica, mujeres residentes del barrio pertenecientes al grupo del adulto mayor, así como residentes y propietarios de empresas de actividad comercial. El objetivo de estas entrevistas, tanto individuales como grupales, fue reconocer las percepciones sobre los cambios sociales que la industria gráfica ha propiciado en el barrio.
Recorrer el barrio, sea a pie, en carro o en transporte público, nos enfrenta a un paisaje de mixturas urbanas, cuyos ritmos y matices se pueden apreciar a través de los cambios en sus intensidades. Los ruidos, los silencios, los colores, los olores, la congestión vehicular, el tránsito acelerado de personas, o las calles vacías, crean ante el espectador la sensación de un espacio urbano altamente comercializado e industrializado. No obstante, al cruzar a una dimensión mucho más cercana a la vida social del barrio, sus habitantes develan un proceso de quiebre o de resquebrajamiento del tejido social y comunitario, como respuesta al impulso acelerado del comercio y de la industria desde la segunda mitad del siglo pasado.
Don Jorge Eliecer Sánchez, hijo de Doña Saturia Rubiano, economista, actual propietario de Almacén Saturia y residente del barrio por más de 50 años, reconoce que lo comercial y lo industrial han desplazado a lo residencial. Antes de la expansión comercial de la década de los 60 el barrio era reconocido por ser un espacio de gestión de actividades culturales y deportivas. En ese entonces la vida residencial compartía con la vida industrial y comercial del barrio. Su madre, Doña Saturia Rubiano, fue una reconocida líder comunitaria, gestora de la vuelta a Colombia en bicicleta y organizadora (junto con Argemiro Sánchez), en 1948, de la competencia desde Cali a Bogotá. Entre los deportistas del barrio son reconocidos los ciclistas Gilberto Cuevas y Argemiro Sánchez, quienes entrenaban en el parque, y la atleta de baloncesto y bailarina de salsa Amparo Ramos, conocida en Cali como Amparo Arrebato. Amparo, imortalizada por Richie Ray y Bobby Cruz en una canción que lleva su nombre Amparo Arrebato, combinó en cuerpo propio la actividad cultural y artística que caracterizaba a la Cali de esa época.
Durante la década de los 40 y los 50, quienes han vivido en San Nicolás también llaman la atención sobre la importancia de los teatros para la vida social y cultural del barrio y, en general, de la ciudad. El barrio tuvo el Teatro Palermo (Carrera 8ª con Calle 21 ), el Teatro San Nicolás (Calle 19 con Carrera 6a. frente al Parque San Nicolás ), el Teatro Roma (Calle 25 con Carrera 3a), y El Sucre (Carrera 8a. con Calle 18), y durante los 60 y 80 los grilles de la 8ª como el Grill San Nicolás y el Honka Monka.
San Nicolás no sólo ha visto nacer artistas, deportistas, políticos y empresarios conocidos a nivel regional y nacional sino que guarda, dentro de su memoria local, lugares y personajes importantes, como el peluquero y sobador “Riverita” en la Calle18 con 7ª, el sastre Pacho Paco de la Calle 18, los prostíbulos de la décima con 15, y hasta contrabandistas, narcotraficantes, ladrones y secuestradores como Jaime Caicedo Caicedo “el grillo”, o falsificadores como Luis Otoniel Reyes. En cuanto a la industria, los habitantes reconocen en el barrio la trayectoria histórica, de las artes gráficas, de gaseosas Toro, de Croydon, de Tecnoquímicas, Bavaria, JGB, Aleida, Postobon, Feriva y El País. En el caso de las editoriales, se reconocen diarios como El Relator, El Gato, La Razón, El Caleño, El Diario Occidente y El Pueblo.
A pesar de que sus habitantes han dejado claro en sus testimonios que el barrio no es sólo comercio e industria, su cotidianidad sí se ha transformado durante los últimos 60 años y su tejido social se ha quebrado. Tanto la explosión del ferrocarril, como la ampliación de la calle 21 (en el marco de un proceso de renovación urbana), así como la expansión del comercio y la industria del barrio, han generado desplazamientos de la población residente provocando cambios radicales en sus formas de relacionamiento y sus prácticas sociales, económicas, y culturales. Hoy son cada vez menos visibles las estructuras de organización social como los grupos juveniles o de adulto mayor, la junta de acción comunal, las asociaciones, los sindicatos, etc.
El barrio ha pasado de los caballos a las bicicletas y de las bicicletas a los carros y las motos. De las grandes máquinas tipográficas a los sonidos de las actuales máquinas digitales, del barrio popular de la periferia en el siglo XIX a ser parte del caótico “centro” del siglo XXI; San Nicolás es la expresión de la vida urbana de Cali. Sus historias reconfiguran un micro-espacio de viviendas, locales comerciales, iglesia, parques, hospitales, supermercados, complejos industriales, cementerios, galerías, burdeles, discotecas, sindicatos, colegios, centros de detención, y hasta grandes expendedores de droga. La atenta escucha de sus “bandas sonoras”, en sus distintos matices, nos cuentan historias de cambios económicos, sociales y culturales que buscan ser reconocidos en clave de su valor histórico y patrimonial.