Discurso del rector de la Universidad Eafit, Juan Luis Mejía


Palabras de Juan Luis Mejía Arango, Rector de la Universidad EAFIT, en la Ceremonia de grados de la Universidad Icesi. Cali, febrero 17 de 2007


Señoras y Señores:
Quiero agradecer al Consejo Superior de la Universidad Icesi y muy especialmente a su Rector, el doctor Francisco Piedrahita Plata por el honor que me han concedido al cursar esta invitación para dirigirme a ustedes en este, el mas significativo y solemne de los rituales universitarios. En verdad, me siento un poco apabullado por la magnitud de la responsabilidad, más aún cuando he leído los nombres de distinguidos colombianos que me han precedido en las ceremonias anteriores. Entiendo este gesto como una gran muestra de amistad y como un reconocimiento al estrecho vínculo que une al ICESI con EAFIT, universidades hermanas en su origen, metas y principios.

Hace unos días, el escritor y académico español Antonio Muñoz Molina presentó su mas reciente libro titulado “El viento de la luna”. Esta novela describe la vida de un adolescente en las postrimerías del régimen de Francisco Franco. Mientras el joven vive las dificultades materiales y las limitaciones mentales de esa España profunda, en los pocos aparatos de televisión existentes se emite en directo la llegada de la nave Apolo XI a la luna. Más que la historia de una vida, la novela narra la coexistencia de dos tiempos, de dos mentalidades, de dos eras históricas. Mientras en una parte del mundo una sociedad ha alcanzando desarrollos tecnológicos tan avanzados que le permiten ubicar a dos astronautas en la luna, en el mismo tiempo, pero en otra latitud, un pueblo sigue aferrado a una mentalidad medieval que lo condena a grados extremos de pobreza material. Mientras la sociedad norteamericana se abría a los campos insospechados de la ciencia, España seguía aferrada a la sabiduría ancestral de los refranes trasmitida de generación en generación. Mientras el hombre alunizaba, el pequeño pueblo español donde transcurre la novela se asombra con la llegada del primer baño con agua corriente.

A raíz de la lectura de esta novela, he ido reflexionando sobre las brechas históricas, temporales, económicas y sociales en los que se debate la sociedad colombiana contemporánea y el papel de la Universidad para cerrar esas brechas y conseguir nuestro ansiado camino al desarrollo. Recuerdo con cierta desilusión los interminables debates universitarios que realizábamos alrededor del plan nacional de desarrollo 1975-1978 titulado precisamente “Para cerrar la brecha”. Como la herida sigue abierta y con la venia de ustedes, me permitiré hacer algunas consideraciones sobre esas brechas, y si me permiten el símil, esas “fallas geológicas profundas” sobre las cuales se asienta nuestra sociedad.

En primer lugar quiero hacer referencia a la coexistencia de tiempos históricos diferentes, al igual que ocurría en la agonía del Franquismo descrita por Muñoz Molina. Varios autores al señalado la presencia de importantes rasgos de la modernidad que conviven con manifestaciones claramente premodernas. En otras palabras nos hemos modernizado pero no hemos logrado incorporarnos a las corrientes de la modernidad. No deja de sorprenderme la utilización de la tecnología para expresar manifestaciones ancladas en la mentalidad mágica. Basta recorrer nuestras carreteras sembradas de santuarios, en donde las farolas de última tecnología son devotamente colocadas como ofrenda, pidiendo la protección de la Virgen del Carmen, patrona de los caminos. O encender la radio en cualquier madrugada para constatar que las ondas electromagnéticas están saturadas a esas horas por la voz de infinidad de sabios, astrólogos, sanadores y predicadores que pasan de las formulas para la salvación del alma, a la cura de la artritis o el desamor, para de inmediato predecir de manera infalible el número ganador del chance. Modernizados premodernos. Que gran responsabilidad tienen los medios de comunicación: No solo deben in-formar sino también formar. Si ellos son producto de la alta tecnología, sus contenidos deben estar acordes con la era de la razón, de la reflexión y no con tiempos pretéritos del mito y la superchería.

La otra brecha profunda la describió hace poco Jorge Orlando Melo en una memorable conferencia sobre la lectura. Decía el historiador que buena parte de las dificultades y las limitaciones en la adquisición de conocimiento, se debe a que las nuevas generaciones dieron el salto de una sociedad donde el conocimiento se transmitía de manera oral, a la sociedad de la imagen plasmada en distintas pantallas, sin necesidad de pasar por el rico proceso de la lectura. No basta aprender a leer, lo importante es hacerse lector. Occidente dio el paso definitivo a la modernidad gracias al libro y al proceso que lo enriquece y le da vida, la lectura. En los libros se gurda el saber acumulado por las anteriores generaciones. El proceso de lectura, re-crea ese conocimiento. Leer implica esfuerzo mental, concentración, raciocinio. Quien lee, dice bellamente Carl Sagan, tiene la gran fortuna de dialogar a solas con las mentes más lúcidas que ha dado la humanidad. Por el precio de una cena modesta se puede platicar una noche con Sócrates, con Kant, con Newton. Quien abre un libro enciende su mente, activa la razón. La imagen genera una percepción unívoca de la realidad, mientras la lectura permite que cada ser humano interprete el mundo de una manera diferente, generando la gran riqueza de la humanidad que es la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad de visiones, sustento de la ciencia y por que no, de la democracia.
Sin la lectura, los modelos educativos de aprender a aprender, educación para toda la vida, actualización permanente de conocimientos no son más que una utopía. La lectura es la mayor herramienta cognitiva del hombre. Mas aún, cuando el soporte tecnológico del papel ha sido complementado con el maravilloso aporte del computador. No se debe entender la relación libro-computador como algo excluyente sino complementario. Ya lo dijo hace unos años Umberto Eco, con su proverbial sabiduría:”No se puede aprender a usar un computador sino se sabe utilizar un libro…El computador es el reino de lo escrito, el reino de la civilización del alfabeto”.
La generación de conocimiento y el procesamiento de la información han experimentado en los últimos años avances inauditos. Con sólo encender una pantalla en cualquier rincón del planeta se puede acceder al conocimiento acumulado por la humanidad. El problema es que millones de seres no tienen acceso a esa pantalla generando otra clase de desigualdades. La Brecha digital no es sólo la que existe entre los países desarrollados y los llamados peyorativamente tercermundistas, sino también la que existe en el interior de esos países. La tasa de conectividad y por tanto el acceso al conocimiento queda reducido a los estratos mas altos. En palabras de Jesús Martín-Barbero: “La “Brecha digital” es en realidad una brecha social, esto es, no remite a un mero efecto de tecnología digital, sino a una organización de la sociedad que impide a la mayoría acceder y apropiarse, tanto física como mentalmente de las Tecnologías de la información y el conocimiento”.

La otra gran contradicción que vivimos tiene que ver con el proceso de mundialización, o última etapa de la globalización. Con rapidez nos dirigimos a etapas cada vez mas profundas de inserción en la economía mundial, sin haber concluido el proceso de integración nacional. Esa gran contradicción la vivimos en el llamado plan vial 2.500. Mientras casi todos los gremios de la producción claman por la construcción de vías para la competitividad, muchas de las regiones piden que por fin una vía les integre a los circuitos nacionales. Mientras desde los centros de producción solicitamos la construcción de dobles calzadas que nos comuniquen con los puertos de la globalización, dos terceras partes del territorio nacional siguen dependiendo de la eufemísticamente llamada “carretera al llano”, así en singular, como si siguiéramos viviendo en el siglo XIX. Todavía en las esferas del poder se escucha la denominación de territorios nacionales para designar a aquellos departamentos, como si se tratara de territorios de ultramar, alocución propia del vocabulario colonial. No existirá paz en Colombia mientras el Estado no ocupe e integre la totalidad del país. Mientras extensos territorios sigan desintegrados de la vida nacional, serán copados por fuerzas paralelas que impondrán su imperio y su ley. Globalicémonos pero sin olvidar la integración nacional.

La otra brecha profunda se da en la educación, en especial en la superior. Anualmente se gradúan 500.000 bachilleres en Colombia. Con el aumento en la cobertura en secundaria y media se espera que entre el 2007 y el 2019 culminaran su bachillerato 10.6 millones de colombianos. Los datos más optimistas elevan al 26% la cobertura actual en la educación superior. Sinceramente creo que es mucho menor y que no llegamos al 20%. Esto quiere decir que en los próximos años, unos ocho millones de compatriotas quedarán excluidos del mercado laboral, incrementando de esta manera la gran desigualdad social. Cito textualmente algunos apartes del reciente informe de la llamada “Misión contra la pobreza” que dirigió el economista Hugo López: “”Colombia es un país con alto grado de desigualdad. Si todo sigue como va, la desigualdad se agravará hacia el futuro…La democratización del capital humano, particularmente el acceso de los pobres a la educación superior es muy efectivo… Actualmente la demanda por trabajo calificado está creciendo por encima del trabajo no calificado. Hacia el futuro continuará creciendo. Esto generará mayores inequidades. Los jóvenes que provienen de las clases mas populares estarán condenados al desempleo y a la pobreza, a menos que se les de acceso a la capacitación para el trabajo y a la educación superior”.

Las Universidades privadas hacemos un gran esfuerzo por ampliar cobertura mediante otorgamiento de becas que beneficien a jóvenes con dificultades de acceso por razones económicas, Ese esfuerzo tiene un límite en nuestras propias posibilidades económicas. La única vía de acceso de estos jóvenes es mediante un sistema de créditos blandos o de fondos de becas realmente significativos, complementados con subsidios estatales para manutención.

La última brecha es la social. Los indicadores económicos de los últimos cuatro años son positivos y nos acercamos a cifras cercanas al 6% de crecimiento del PIB. Los balances de la mayoría de las empresas son más que alentadores, las exportaciones crecen, el número de metros cuadrados de construcción se multiplica. En general se respira un aire de confianza. Pero esas cifras en alza coexisten con una desigualdad social que nos debe estremecer como humanos. Los datos oficiales nos indican que más del 60% de nuestros conciudadanos viven en niveles de pobreza cercanos a la miseria. Hace poco la iglesia nos recordaba que cinco millones de colombianos diariamente se acuestan con hambre. Esa deuda social es imperativo pagarla cuanto antes. Convirtamos de verdad los objetivos del milenio en propósito colectivo. La riqueza con desigualdad es una afrenta social.

Los anteriores comentarios tienen como objetivo pensar en el modelo de Universidad que requiere el país en estos momentos. Bienvenidas los ejemplos de otros países, pero es necesario que la Universidad colombiana que diseñemos esté en capacidad de contribuir a cerrar estas y muchas otras brechas que impiden dar el salto definitivo hacia un progreso con equidad. Que la Universidad se convierta en constructora de puentes, de caminos, de punto de convergencia para que esas fracturas temporales, culturales, territoriales y sociales puedan ser zanjadas. Recordemos que los grandes terremotos se generan en fallas geológicas profundas. El símil con la sociedad fracturada en sus cimientos no es gratuito.

Estimados graduandos: Estoy seguro que esta Universidad ha colmado sus expectativas. Que los conocimientos aquí adquiridos serán útiles para sus vidas laborales y que el paso por estas aulas fue una experiencia vital llena de sentido. Que la vida traiga siempre lo mejor para cada una de sus familias. Pero no olviden que son seres sociales. Que la responsabilidad nos atañe por igual. Que es un imperativo trabajar siempre por una sociedad sin brechas, sin exclusiones, sin inequidades.

Muchas gracias.

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