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La lección de Piedrahíta.
Por
Julio César Londoño.
Publicado en el periódico El País. |
En una de las Tardes de la Rita, un espacio dedicado al estudio de
temas de ciudad bajo el auspicio de la Organización Manuelita,
tratamos el asunto de la educación y el conferencista fue Francisco
Piedrahíta, uno de los diez personajes del Plan Decenal de la
Educación. Es un señor alto y tímido; y raro: tiene a los alumnos de
la Icesi, una universidad de negocios, estudiando arte, literatura,
historia y sociología bajo la batuta del filósofo Lelio Fernández.
Aunque usted no lo crea, el 35% son muchachos de los estratos 1, 2 y 3
que estudian ahí gracias a becas otorgadas por la misma universidad.
El dato me recordó una frase del Che Guevara: "La solidaridad es la
ternura de los pueblos".
Piedrahíta nos habló de la crítica situación del sector con un tono
que trataba de ser mesurado. Dijo descreer del alza del nivel
académico de nuestra educación que sugieren las cifras oficiales; que
el aumento de la cobertura se ha hecho a expensas del detrimento de la
calidad; que hay una brecha dramática entre la calidad de los mejores
planteles privados y los mejores públicos; que a los profesores les
pagan muy mal, hay deficiencias serias en infraestructura y
tecnología, los ministros de Educación duran once meses en promedio en
el cargo, los secretarios del ramo se preocupan más por los contratos
que por los planes estratégicos, y "la información pasa de los apuntes
del profesor a los apuntes del estudiante sin pasar por el cerebro de
ninguno de los dos".
En especial, recalcó, urge subsanar la pobrísima cobertura en
educación temprana, 0-6 años, cohorte especialmente crítica en los
sectores populares y punto de partida de la inequidad social. Recordó
la "contravía" en que marchan la pirámide de la demanda laboral del
país, que requiere millones de técnicos y obreros, miles de
profesionales y pocos doctores, y la pirámide de la oferta académica,
que forma muchos profesionales y pocos tecnólogos.
Por estas razones, la educación colombiana no cumple ninguno de sus
tres objetivos centrales: no brinda a los jóvenes una formación
académica de calidad, no les garantiza condiciones de equidad ni los
prepara para intervenir en una democracia real, esto es, "un organismo
social participativo, justo, solidario, incluyente y tolerante".
La solución consiste, es obvio, en atacar todas estas falencias; casi
todas demandan un aumento de los recursos destinados a la educación,
pero desde el 2001 los gobiernos vienen haciendo justamente lo
contrario: recortando la inversión en este campo "para dedicar los
recursos a otras cosas".
Hubo una propuesta que me llamó la atención: hay que capacitar a la
sociedad (padres de familia, medios, empresarios, dirigentes) en temas
claves de la educación (gestión, derechos constitucionales,
contenidos, pedagogía, transferencias) para que ella sea un factor de
cambio y de presión, y un actor proactivo en los debates.
Cuando uno escucha a Piedrahíta, siente que Leibniz estaba equivocado
y Voltaire tenía razón: "Vivimos en el peor de los mundos posibles".
Pero, ¿cómo va a ser malo un mundo que produce hombres como
Piedrahíta?
¿Quién es Francisco Piedrahíta?
Es Ingeniero industrial, de la Universidad de los Andes, Bogotá, 1963-1968.
Además es Master of Science, Industrial Engineering and Operations
Research, University of Pittsburgh, Pittsburgh, Estados Unidos
1968-1969.
Trabajó durante más de 26 años en la Organización Carvajal, donde
desempeñó diversos cargos en distintas áreas funcionales, industria y
países; los dos últimos cargos como Presidente de una filial en los
Estados Unidos y Presidente de una filial en Colombia.
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