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Discurso
ceremonia de grado febrero 19 de 2005
Cali,
19 de febrero de 2005
Dr.
Francisco Piedrahita Plata
Hace
seis meses celebrábamos aquí nuestra cuadragésima
ceremonia de grado y los 25 años de nacimiento de la Universidad.
Hoy se gradúan
ustedes, la primera promoción de lo que será nuestro segundo
cuarto de siglo. Y su grado, y la evaluación que hacemos de lo
logrado por ustedes hasta ahora, son muy buenos augurios tanto de su porvenir
como personas, como profesionales, como ciudadanos, como del porvenir
de la Universidad Icesi, su Alma Mater. Por eso los felicitamos y nos
felicitamos.
En estos
breves minutos, quiero compartir con todos los presentes nuestras apreciaciones
sobre esa evaluación y nuestra preocupación por un cambio
que vemos venir en la educación superior colombiana.
Nuestro modelo
educativo privilegia el fortalecimiento de unos valores y unas capacidades
intelectuales, de comunicación y de trabajo individual y en equipo;
nuestro modelo educativo favorece una formación integral, con un
plan de estudios balanceado, donde son tan importantes unas materias que
proveen herramientas para mirar y entender el mundo, que buscan formación
ciudadana, que pretenden lograr una comprensión de las diversas
formas de obtener nuevo conocimiento, que imparten un sello diferenciador;
son tan importantes digo, esas materias, como las que desarrollan los
conocimientos propios de cada profesión; y para lograr todo lo
anterior, nuestro modelo educativo se apoya en las estrategias de aprendizaje
activo empleadas por nuestro cuerpo de profesores.
Pues bien,
recientemente se han conocido los resultados de los ECAES, los exámenes
de calidad de la educación superior, aplicados por el ICFES a fines
de 2004, en muchas carreras y, en el caso de Icesi, a los graduandos de
hoy y a los que ahora adelantan su último semestre. Y estamos muy
satisfechos. Aunque esos exámenes no evalúan la mayoría
de las capacidades o competencias que trata de fortalecer nuestro currículo;
aunque esos exámenes se centran básicamente en la valoración
de los conocimientos propios de cada profesión que han logrado
consolidar los estudiantes; aunque, a pesar de esto último, los
exámenes no se ajustan a los contenidos profesionales de algunos
de nuestros programas, como Economía y Negocios Internacionales
e Ingeniería Telemática. No obstante todo lo anterior, todos
nuestros programas, incluyendo los más nuevos, estuvieron entre
el 15% más alto en su disciplina respectiva. Cabe destacar el resultado
del Programa de Contaduría y Finanzas Internacionales: graduó
sus primeros tres profesionales hace solo seis meses y sus once examinados
clasificaron en el tercer puesto a nivel nacional, entre 148 programas.
Pero, repito, a todos nuestros programas les fue bien en los exámenes.
Muy diciente
es que de los seis diferentes exámenes a los que se presentaron
nuestros estudiantes, a saber: Administración, Contaduría,
Economía, Derecho, Ingeniería Industrial e Ingeniería
de Sistemas; en cuatro de los seis ocuparon el primer puesto entre las
universidades de Cali; en uno ocuparon el segundo puesto; y en el otro
el tercero. Y en este último, el examen solo evaluaba la mitad
de los conocimientos profesionales de nuestros examinados.
Pero aquí
en la Universidad estamos comprometidos en cumplir nuestros propósitos
educativos más allá de los conocimientos profesionales que
miden los ECAES. No es fácil, lamentablemente, medir objetivamente
los logros obtenidos en la mayoría de esos propósitos. En
algunos casos estamos desarrollando indicadores; en muchos debemos valernos
de indicios o de medidas indirectas. Permítanme compartir con ustedes
alguna información.
Para medir
la capacidad de pensamiento crítico, reconocida hoy como una de
las más importantes de un ciudadano educado, estamos usando una
prueba norteamericana traducida y adaptada; aunque los resultados no son
aún concluyentes, los obtenidos hasta ahora sugieren transformaciones
muy importantes en el desarrollo de esa capacidad durante el transcurso
de los estudios aquí en Icesi.
En la prueba
de Competencia Lectora, tálvez la única no profesional que
evaluaron los recientes ECAES, los resultados de nuestros estudiantes
estuvieron siempre entre los mejores del país.
El aprendizaje
del Inglés, otra competencia clave en la categoría de capacidades
de comunicación, es cada vez mayor entre nuestros graduandos. El
nivel promedio de aquellos que no llegan a la Universidad con el dominio
de esa lengua está, al terminar sus estudios, entre el intermedio
superior y el avanzado inferior.
Entre las
competencias clave de la que aquí llamamos capacidad de trabajo
efectivo con otros, el liderazgo, el liderazgo compartido que tratamos
de fortalecer, es una de las más importantes. En reciente convocatoria
organizada por una fundación de la capital fueron reconocidos uno
de nuestros estudiantes y AIESEC, una importante asociación internacional
de estudiantes, cuyo capítulo colombiano ha sido presidido por
más de un año por uno de nuestros graduados de agosto pasado.
Otro componente
de nuestro plan curricular que no evalúan los ECAES, es el de desarrollo
del espíritu empresarial. Varios de nuestros graduandos de hoy
tienen ya sus propios emprendimientos, en diversos niveles de avance.
A fines del año pasado, en la clausura de Ventures 2004, la última
edición de un concurso anual organizado por la revista Dinero,
el Diario Portafolio, ambos de Bogotá, y McKinsey, la más
prestigiosa firma global de consultoría gerencial, la empresa “Mobile
Marketing Colombia”, conformada por dos ingenieros telemáticos
graduados en la ceremonia anterior y dos de nuestros estudiantes de cuarto
semestre, ganó el premio al mejor plan de negocios en la categoría
de servicios.
Del desarrollo
de otras capacidades importantes en nuestro modelo educativo como solución
de problemas, innovación, flexibilidad, trabajo en equipo, nos
dan testimonio muchos de los jefes de práctica en sus evaluaciones
finales.
De los logros
en el fortalecimiento de otros valores y capacidades solo sabremos con
el paso del tiempo; en la medida que estos jóvenes que hoy reciben
sus diplomas avancen en sus carreras profesionales y actúen como
ciudadanos y como miembros de familia.
Pero quizá
el aprendizaje más importante que deben realizar los estudiantes,
en este siglo XXI, siglo del conocimiento, es el aprender a aprender.
En nuestro modelo hablamos de la capacidad de aprendizaje individual permanente.
Reconocemos que el conocimiento humano aumenta aceleradamente, que es
muy diverso e inestable. Eso obliga a cualquier profesional que quiera
mantenerse vigente, a seguir aprendiendo toda la vida. En el modelo educativo
Icesi, esa capacidad de aprendizaje individual permanente se descompone
en dos dimensiones: la disposición o voluntad de aprender y el
interés por el conocimiento, por una parte; y las habilidades propias
del aprendizaje individual, por la otra.
La política
del uso de estrategias de aprendizaje activo como práctica docente
preferida en esta Universidad, adoptada hace ya ocho años, y las
formas específicas de esa política implementadas por nuestros
profesores, con elementos que fortalecen distintas habilidades, están
produciendo, aquí en Icesi, resultados palpables en el desarrollo
de la capacidad de aprendizaje individual permanente. Los testimonios
de los propios estudiantes y de muchos de sus jefes de práctica
son los mejores indicadores. Esperamos que otra prueba, que estamos empezando
a aplicar, nos lo confirme y nos ayude a mejorar el proceso en un futuro
próximo.
Y es en relación
con esa explosión del conocimiento a la que me he referido, y con
esta necesidad urgente de aprender a aprender, que paradójicamente
se viene presentando algo que vemos como un proceso de cambio que puede
tener efectos muy negativos en la calidad de la educación superior
colombiana. Me refiero a la tendencia a reducir la duración de
los estudios universitarios de pregrado de cinco a cuatro años.
Sin haberse
realizado un debate serio en el seno de la Asociación Colombiana
de Universidades, ASCÚN; ni en las asociaciones de facultades de
las diferentes disciplinas; sin ninguna manifestación del Ministerio
de Educación, se anuncia ya la oferta de programas profesionales
de pregrado en ocho semestres.
Quizá
la única argumentación elaborada que se ha hecho pública
es la del Doctor Marco Palacios, Rector de la Universidad Nacional.
A fines de
septiembre de 2003 presentó él un documento titulado “Hacia
la innovación institucional en la Universidad Nacional” que
ha tenido amplio debate interno en la Ciudad Blanca. Se trata, al final,
de una propuesta de nueva visión para la Nacional; una que la lleve
más resueltamente a ser una institución investigativa, con
un liderazgo marcado en maestrías y doctorados. Pero una gran parte
del documento está concentrado en cambios institucionales, muchos
de los cuales han sido también motivos de preocupación y
de ajustes aquí en Icesi: cómo hacer más efectivo
el trabajo docente; cómo reducir la repitencia de ciertas materias;
cómo reducir la deserción; cómo fortalecer el Bienestar
Universitario; cómo apoyar el trabajo académico con mejores
recursos de cómputo y acceso a Internet, de bibliotecas, de laboratorios;
cómo aumentar el nivel académico del profesorado, etc. Y
plantea, en un aparte contradictorio, titulado “El empleo del tiempo”,
la reducción de la duración de las carreras de pregrado
a cuatro años. Y digo contradictorio porque empieza argumentando
que hoy, con la explosión de conocimientos, “…no se
puede ofrecer el ingeniero definitivo, el médico definitivo o el
abogado definitivo, como se pretendía hace medio siglo. Todo grado
universitario se otorga reconociendo implícitamente un matiz importante
de insuficiencia”. Y hace énfasis en “la premisa del
conocimiento continuo a lo largo de la vida”. Propone que “ante
la realidad del desarrollo mundial de la educación continua y de
los postgrados, estamos obligados a revalorar las condiciones en que se
otorga el título de pregrado. Quizás estemos “enseñando
demasiado”, entregando un profesional que supera los requerimientos
del mercado”. Pero poco más adelante, para reducir de cinco
a cuatro años la duración del pregrado, propone pasar a
un sistema en el que dos semestres de 16 semanas son reemplazados por
tres trimestres de 14; 32 semanas por cinco años, es decir 160
semanas, son reemplazadas por 42 semanas por cuatro años, es decir
168 semanas. Al final, más tiempo de estudio; no menos, como insinuaba
la argumentación anterior.
Un años
después, en septiembre de 2004, en otro documento titulado “La
reforma académica que requiere la Universidad Nacional de Colombia”,
preparado por Leonardo Villa, asesor del rector, con base en lineamientos
de este último, reconocen la dificultad de cambiar el calendario
académico a trimestres y proponen, a cambio, una escuela de verano
o cursos de vacaciones. En conclusión, la propuesta de acortar
las carreras en la Universidad Nacional no es del todo clara. Pero parece
estar siendo adoptada con entusiasmo por varias universidades reconocidas
de varias ciudades del país. Y todos los argumentos son, en nuestra
opinión, débiles.
Algunos refuerzan
el del rector Palacios, de reconocer la imposibilidad de entregar un “profesional
definitivo”, y encargar del resto del aprendizaje al estudio durante
toda la vida, con la propuesta de 4+1, cuatro años de pregrado
y uno, a continuación, de postgrado. Olvidan que casi el 90% de
los profesionales colombianos no realizan estudios de postgrado.
Argumentan
otros que en los Estados Unidos los programas de pregrado son de cuatro
años. Pero olvidan que la mayoría de esos programas no conducen
a título profesional: después de cuatro años de “college”,
como se llama allá al pregrado, se requieren cuatro o cinco más
para el diploma de Médico, tres para el título de abogado,
dos o tres para el título de arquitecto, tres o cuatro para el
de odontólogo, etc. Los títulos para ejercer las profesiones
requieren allá, en general, postgrados largos.
Pero hay
más diferencias: en los Estados Unidos, para ejercer una profesión
de las que implican alta responsabilidad social como derecho, contaduría,
medicina, ingeniería civil, no es suficiente un título y
una tarjeta profesional que se compra por unos miles de pesos, como sucede
acá; es necesario presentar y pasar rigurosos exámenes externos
en cada caso. Conociendo la baja calidad de muchos programas colombianos
de pregrado, podemos decir que reducirlos en un año solo aumenta
la irresponsabilidad.
Hay en todo
esto otra gran paradoja. Los documentos de la Universidad Nacional hacen
referencia a la mala calidad de una mayoría de programas de bachillerato
y a la edad, cada vez menor, con la que están llegando los bachilleres
a la universidad. Y por eso insisten en el establecimiento del grado doce
en los colegios de Colombia. Pero algunas universidades están decididas
a reducir el año de pregrado sin esperar el grado doce en el sistema
escolar.
La medida
va a tener impacto también en dos indicadores que preocupan seriamente
al gobierno y nos deben preocupar a todos los colombianos: al sacar más
rápidamente del sistema universitario a los jóvenes estudiantes,
la cobertura de la educación superior se reducirá en dos
o tres puntos del ya muy pobre índice del 20% y el mercado laboral,
reconocidamente insuficiente, recibirá el impacto de 150.000 profesionales
jóvenes adicionales buscando trabajo.
He enumerado
hasta aquí algunas de las contradicciones y paradojas que acompañan
la propuesta de reducir en un año las carreras profesionales y
algunos de los problemas que esa propuesta acarrearía para la sociedad
colombiana en general.
En una modificación
como la que se propone, los egresados de la Universidad Icesi estarían
entre los menos perjudicados. Están entre los mejor preparados,
vienen de los mejores colegios, su capacidad para entrar al mercado laboral
es mucho más alta que la del promedio de sus congéneres,
etc.
Sin embargo,
aquí estamos muy preocupados por el cambio que vemos venir. Tememos
que pueda afectar la integralidad de las intenciones de nuestro modelo
educativo.
Reconocemos,
como los que más, el crecimiento acelerado del conocimiento humano
y la imposibilidad de graduar profesionales con una formación terminal.
Al fin y al cabo, grado tiene la misma etimología de grada; es
un escalón en el crecimiento intelectual y moral de las personas.
Y reconocemos,
también como los que más, y como queda dicho, la necesidad
de formar en capacidades o competencias y, en particular, en la de aprendizaje
individual permanente.
Pero esos
reconocimientos no nos llevan a concluir que debemos reducir el período
de formación profesional. El hecho de que haya mucho más
conocimientos no sugiere, para nada, disminución de tiempos de
estudio. Nuestras intenciones de formación integral e interdisciplinaria
nos halan en el otro sentido. Además, está comprobado que
la formación en competencias debe estar ligada a cierto grado de
profundidad en el conocimiento para que tenga sentido. Francamente, no
vemos con buenos ojos la reducción en la duración de las
carreras .
Cuando el
vuelo va a ser más largo, los aviones necesitan más combustible
y el despegue toma más tiempo.
Cuando el
edificio va a ser más alto y los vientos más huracanados,
los cimientos deben ser más sólidos, más profundos.
Ahora bien.
Con cierta alarma vemos venir el cambio aceleradamente; y algunas instituciones
parecen querer usarlo como estrategia competitiva. Al fin y al cabo, para
muchos jóvenes de 17 años, la idea de “ganarse un
año” es muy atractiva; solo el tiempo altera la perspectiva.
Si el cambio
llega, y con una corriente muy fuerte como parece, no nos podremos oponer
a él. Podríamos atentar contra la sostenibilidad de la institución.
Lo afrontaremos, entonces, con resignación, pero con seriedad.
Desde ahora estamos estudiando qué podemos hacer para reducir al
mínimo las consecuencias negativas sobre nuestro modelo educativo.
La cartilla
titulada “El Proyecto Educativo de la Universidad Icesi y el aprendizaje
activo”, que entregamos a nuevos profesores y nuevos estudiantes,
incluye un ensayo de C. Roland Christensen, veterano profesor de la escuela
de negocios de Harvard, denominado “El maestro de la discusión
en acción: preguntar, escuchar y responder”. Es uno de esos
recursos que recomendamos a nuestros docentes para la mejora de su competencia
en el diseño de estrategias de aprendizaje activo. En la reflexión
final de ese ensayo, parafraseando unos versos de Amy Lowell, Christensen
dice que “enseñar es como introducir ideas en el buzón
del subconsciente humano”; que se sabe cuando se envían,
pero nunca se sabe cuándo van a ser recibidas o en qué forma.
Al reiterarles
ahora en nombre de todos sus profesores las más efusivas felicitaciones,
queridos graduandos, los invito a seguir recibiendo, toda su vida, esas
cartas que en forma de ideas quedaron en su subconsciente durante su paso
por Icesi. Sigan aprendiendo, sigan creciendo moral y emocionalmente,
para que lleven vidas plenas y puedan servirles a sus familias y a su
país.
Ahora, es
para mí un honor presentarles a nuestro invitado especial, el Doctor
José Darío Uribe, Gerente General del Banco de la República.
Para hacer
estas presentaciones en las ceremonias de grado me apoyo normalmente en
las hojas de vida de nuestros invitados. Siempre traen información
importante y diversa sobre sus logros. Las de los académicos, y
el Doctor Uribe es un académico de mucho prestigio, son, casi siempre,
muy largas porque listan los aportes investigativos y los reconocimientos
y honores recibidos durante sus carreras.
Pues lo primero
que tengo que resaltar de nuestro invitado de honor de hoy es su modestia.
La hoja de vida que nos envió contiene solo ochenta palabras que
listan los cuatro cargos más importantes que ha desempeñado
y los cuatro títulos universitarios que ha obtenido. La hoja de
vida suya que reposa en los archivos de nuestra Facultad de Ciencias Administrativas
y Económicas, la que se ha beneficiado con sus valiosas visitas,
es igualmente escueta.
Pero, Doctor
José Darío, como decimos ahora por acá, “ahí
están la Virgen e Internet”. La red de redes me ayudó
a descubrirlo mejor.
Veamos. Nacido
en Medellín, hace 46 años, es el menor de cuatro hermanos.
Estudió en el famoso Instituto Jorge Robledo, por el que se han
pasado personajes importantes tan diversos como Alvaro Uribe Vélez,
Jorge Orlando Melo, Juanes y el ciclista Santiago Botero.
Estudió
Administración de Empresas en EAFIT, donde fue estudiante y asistente
de nuestro Decano, el Doctor Héctor Ochoa. Allí conoció
y estableció una amistad con Juan Luis Londoño que solo
vino a ser cortada un cuarto de siglo después por el absurdo accidente
que segó la vida del Ministro. Juntos decidieron estudiar Economía,
simultáneamente, en la Universidad de Antioquia. Juntos se fueron
a Bogotá, a terminar su segunda carrera en la Universidad de los
Andes, frustrados por los continuos paros en la de Antioquia.
Más
adelante, después de una breve pero exitosa carrera en el Departamento
de Planeación Nacional, donde llegó a ser Jefe de Unidad,
viajó becado a adelantar sus estudios de postgrado en la Universidad
de Illinois. Para entonces, ya estaba casado con la Doctora Soraya Montoya,
quien hoy también nos honra con su presencia. Allá obtuvo
sus títulos de Maestría y Doctorado en Economía,
este último con una tesis que estudió el papel de la infraestructura
física en el desarrollo de los países.
A su regreso,
después de un breve período como asesor económico
de la Federación Nacional de Cafeteros, se vinculó al Banco
de la República, como Subgerente de Estudios Técnicos, en
Septiembre de 1993. En Enero de 1998 asumió la Gerencia Técnica
del Banco.
A fines de
Noviembre del año pasado, la Junta Directiva del Banco, presidida
por el Ministro de Hacienda, eligió como nuevo Gerente General
a nuestro invitado. El es la segunda persona que desempeña ese
cargo desde que el banco de bancos fue reformado y revestido de autonomía
y nuevas funciones por la Constitución de 1991.
Con seguridad
los Directores del Banco tuvieron en cuenta su capacidad intelectual,
la profundidad de sus conocimientos técnicos, el equilibrio de
su personalidad y su familiaridad con la institución al elegirlo
entre muchos candidatos.
Y cuenta
la prensa que, confirmando esa modestia que mencioné antes, se
posesionó sin ceremonias ni celebraciones y empezó a despachar.
Doctor José
Darío, usted encarna como los mejores la competencia profesional
y los valores y capacidades que pretendemos aquí fortalecer en
nuestros estudiantes.
Lo invito
a dirigirse a este grupo de graduandos.
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