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Discurso
ceremonia de grado febrero 21 de 2004
Cali,
21 de febrero de 2004
Dr.
Francisco Piedrahita Plata
Comparto
los sentimientos de emoción y orgullo que hoy experimentan, tanto
ustedes, queridos graduandos como sus padres, cónyuges y demás
familiares o amigos que los acompañan.
Esos sentimientos
de emoción y orgullo, y de logro, se mezclan, con frecuencia, con
sentimientos de ansiedad cuando miran hacia delante, a los próximos
pasos, una vez dejan ustedes estos años de crecimiento intelectual,
moral, social, aquí en su Universidad.
El mundo
allá afuera, la vida laboral, la nueva etapa, presentan, entre
otras cosas, grandes oportunidades por una parte, y, por otra, incertidumbres
e injusticias. Nosotros creemos que ustedes están bien equipados
para enfrentarlas todas.
En esta breve
lección de despedida quiero, referirme a dos fenómenos vigentes
y, de alguna manera, relacionados: el de la globalización, uno
de aquellos que más generan incertidumbre; y el de la desigualdad
económica y social colombiana, un factor de injusticia con profundas
raíces históricas. Y quiero referirme a las oportunidades
y responsabilidades que para la Universidad y para ustedes implican esos
dos fenómenos.
El de la
globalización es un tema recurrente en estas ceremonias. Por estos
meses cobra especial importancia ante la inminente negociación
de un tratado de Libre Comercio entre Colombia y los Estados Unidos.
Me refiero
a la globalización como ese proceso de construcción de la
llamada “aldea global”; de acercamiento y mayor interdependencia
entre los humanos que habitamos las diversas regiones del mundo.
Tengo la
firme creencia de que la innovación tecnológica constituye
la principal fuerza motriz del proceso globalizador. Y, que, por lo tanto,
como la innovación no se detiene, ese proceso es irreversible.
Fueron la
invención de la rueda, por allá hace diez mil años,
y, unas decenas de siglos más tarde, el desarrollo de la navegación
a vela y la domesticación del caballo en Ucrania, las que comenzaron
a conectar de nuevo a los humanos, para la conquista o el comercio, desde
que sus antepasados salieron de Africa a poblar el mundo hacia el año
60.000 antes de Cristo.
Y la audacia
de navegantes italianos y portugueses y el apoyo económico de los
reyes ibéricos no habrían logrado la conquista de América
y las rutas comerciales a Asia Oriental si no coinciden, en la segunda
mitad del siglo XV, el desarrollo de la carabela, con sus innovaciones
en diseño y técnica de construcción, y la adaptación
para la navegación de la brújula y el astrolabio.
Entre la
segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XIX, la navegación
a vapor y el ferrocarril aceleraron la globalización. Y el transporte
aéreo y las telecomunicaciones en todas sus formas la hicieron
imparable en el siglo pasado.
Sobre la
innovación tecnológica han cabalgado, en épocas pasadas,
diversas concepciones políticas, económicas o religiosas
tratando de imponerse en diferentes rincones del mundo.
En las últimas
dos o tres décadas y, sobre todo, después de la desaparición
de la Unión Soviética, se ha acelerado en el mundo el fenómeno
de globalización económica, observable en cuanto a que cada
día es mayor la participación de la actividad económica
que se lleva a cabo entre gentes de diferentes países, como proporción
de la actividad económica total.
Ese fenómeno
se apoya en la reducción del costo de transporte marítimo
y aéreo y en los bajísimos costos y en las inmensas posibilidades
que ofrecen las nuevas tecnologías de información y comunicaciones.
Los microprocesadores, las aplicaciones de software, la digitalización
de la información, la fibra óptica, los satélites,
internet son innovaciones tecnológicas que facilitan, como nunca
antes, el acercamiento y el intercambio entre los pueblos.
Por otra
parte, la globalización económica es impulsada, con diferentes
matices, como fórmula para el crecimiento económico de los
países en desarrollo, por entidades multilaterales como el Banco
Mundial, dignamente representado hoy aquí por nuestro invitado
de honor, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario
Internacional y otras. La globalización de la economía ha
sido jalonada, también, con otros matices, y más como una
forma de ampliar los mercados para sus respectivas empresas nacionales,
por los Estados Unidos y demás países ricos, miembros de
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE).
La globalización
económica se observa principalmente en el comportamiento del comercio
internacional y de la inversión extranjera directa. Ambas variables
han tenido crecimientos muy grandes en las últimas décadas
y esos crecimientos son considerados positivos por la mayoría de
los analistas. Una tercera variable, los flujos del mercado de capitales,
ha tenido un crecimiento muy grande; pero ha sido denunciada, por impactos
negativos serios en economías pequeñas, no consolidadas,
debido a su carácter especulativo y a su volatilidad.
¿Qué
efectos ha traído la globalización económica a los
países en desarrollo? Estudios del Banco Mundial y de la FAO muestran
que países que han aumentado su integración a la economía
mundial han experimentado crecimiento en ingresos, en niveles de escolaridad
y de esperanza de vida y decrecimiento en niveles de desnutrición.
Entre estos países se destacan China e India, los más poblados
del mundo, cuyos crecimientos económicos en años recientes
han sido espectaculares. Al mismo tiempo, países al sur del Sahara
en Africa, del Medio Oriente y de la antigua Unión Soviética,
que no han aumentado su integración a la economía mundial,
han visto decrecer sus ingresos, aumentar su pobreza y crecer solo lentamente
los niveles de escolaridad.
El comportamiento
de la economía colombiana desde la llamada “apertura”,
nuestro gran paso a la globalización económica, a principios
de la década pasada, ha sido variado: después de cuatro
o cinco años de muy buen desempeño se hundió en una
larga recesión motivada principalmente, no por la integración
a la economía mundial, sino por la indisciplina fiscal de nuestros
gobernantes y la tozuda ortodoxia de los Directores del Banco de la República;
durante esa recesión se quebraron constructores y compradores de
vivienda nueva, miles de empresas de diverso tamaño y gran parte
del sector financiero; el desempleo subió a niveles alarmantes
y los índices de pobreza se dispararon. Solo a partir del último
año nuestra economía parece empezar a recuperarse.
Ahora, ¿Cómo
ha afectado al tema de la equidad el proceso de globalización económica?
¿Ha reducido la desigualdad?
Miremos por
separado la desigualdad entre países y la desigualdad dentro de
cada país. La respuesta en ambos casos es negativa.
En teoría,
en una economía global abierta, si los niveles de educación,
de habilidades y de productividad de los pueblos tienden a equilibrarse,
las diferencias entre sus economías deberían reducirse.
En la realidad, según el Informe de Desarrollo Humano de 1999,
del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la brecha entre
las economías de los países más ricos y las de los
más pobres se duplicó en las últimas cuatro décadas.
Muchas de las causas de ese aumento en desigualdad no están relacionadas
con el proceso de globalización económica; pero sí
deben destacarse algunas características injustas de ese proceso,
impuestas por las naciones desarrolladas, que tienen importancia para
el Valle del Cauca de cara a la negociación del Tratado de Libre
Comercio con los Estados Unidos y que son particularmente gravosas para
los países más pobres del mundo. Una de ellas es la altísima
protección que brindan los países ricos a su producción
agrícola, campo en el que los pueblos en desarrollo tienen el mayor
potencial competitivo; peor aún, esa protección está
acompañada de unos subsidios que suman, para la Unión Europea,
Japón y los Estados Unidos, cerca de mil millones de dólares
diarios; subsidios que cubren aún las exportaciones que inundan
a los países pobres. Otra es la protección, cada vez más
amplia y duradera, a los monopolios que se originan en las patentes de
los productos farmacéuticos; esta protección eleva dramáticamente
los costos del servicio de salud afectando la productividad y el bienestar
general de la población de los países pobres.
Dije antes
que la globalización económica tampoco ha reducido la desigualdad
dentro de los países. En realidad, sí la ha reducido en
algunos. Pero en economías grandes como las de Estados Unidos y
China se han presentado, por causas diferentes, aumentos considerables
en desigualdad. Miremos el caso de los Estados Unidos, que puede ser paradigmático
de lo que está por venir. Los ingresos de las personas menos calificadas
han bajado allá, en términos reales, como consecuencia de
la competencia de los trabajadores de países en desarrollo; al
principio el sector más afectado fue el manufacturero, pero ahora,
con la ayuda de la telemática, sectores de servicios que requieren
gente más preparada, también están siendo afectados.
La India exportará este año a los países ricos 12.000
millones de dólares en “Servicios tecnológicos”
que van, desde atención de los llamados “Call centers”
y lecturas de radiografías diagnósticas, hasta codificación
y, en algunos casos, diseño de programas de computador. Todo transmitido
por los cada día más eficientes sistemas de telecomunicaciones.
En la parte alta de la escala laboral, por otra parte, los salarios han
subido, en términos reales, como consecuencia de la escasez de
personas altamente capacitadas y de los mercados ampliados por la globalización.
Pero en la parte extrema más alta de la escala se está presentando
un fenómeno nuevo, el de los mega-ricos. Son aquellos presidentes
de las grandes compañías, profesionales muy especializados,
estrellas del cine, la música o el deporte, que logran destacarse
por encima de sus colegas de oficio. Todos ellos, ayudados no solo por
mercados ampliados, sino por las nuevas tecnologías que los hacen
conocidos fácilmente y demandados desde cualquier lugar del mundo,
y que reducen casi a cero los costos de producir o distribuir millones
de unidades adicionales de productos o servicios tales como el sistema
operacional Windows, una película de Julia Roberts, una canción
de Madonna o la transmisión de la final del Torneo de Tenis de
Wimbledon; todos ellos, digo, hacen fortunas de la noche a la mañana.
Este conjunto de factores llevó, en 25 años, a la economía
estadounidense de una desigualdad en la que el 10% de hogares con ingreso
más alto recibían un poco menos del 33% del total del ingreso,
típica de los países desarrollados, a otra en la que ese
10% recibe un poco más del 48%, desigualdad, esta, típica
de un país latinoamericano. Aún más grave, los 13.400
hogares con el ingreso más alto, la milésima parte de los
que componen ese 10% privilegiado, se llevaron 4 de los 15 puntos porcentuales
que aumentó ese grupo. Así lo informó un artículo
del National Bureau of Economic Research en 2002.
La desigualdad
en América Latina es una de las más grandes del mundo y
tiene profundas raíces históricas, como lo describe un reciente
informe del Banco Mundial cuya elaboración fue liderada por nuestro
distinguido invitado de hoy. La de Colombia es una de las peores en América
Latina. Nuestro nivel de desigualdad mejoró un poco hacia mediados
de la década pasada para volver a deteriorarse al final, según
el mismo informe.
Y ya estamos
comenzando a ver, en nuestra escala, algunos de los fenómenos observados
en la economía de los Estados Unidos: de una parte presiones, provenientes
de China y de otras economías con ingresos per cápita más
bajos que los nuestros, para mantener a raya los salarios de obreros no
calificados; y de otra parte, aumentos dramáticos en los ingresos,
o traslados al exterior, de algunos de nuestros profesionales más
calificados y de nuestros artistas y deportistas más reconocidos.
¿Cómo
actúa esta Universidad ante la situación planteada? Lo primero
es reconocer los fenómenos y entender las fuerzas tecnológicas,
económicas, políticas y sociales que las impulsan. Casi
desde su nacimiento, Icesi ha estado en la vanguardia de las tecnologías
de información y comunicaciones. Nuestro excelente cuerpo profesoral,
la diversidad y calidad de programas ofrecidos en pre y postgrado, nuestro
trabajo investigativo y de consultoría, de reconocimiento nacional,
nuestro índice de 7 estudiantes por computador, nuestro liderazgo
en la construcción de la red universitaria de alta velocidad, hoy
modelo para las demás capitales del país, y la transmisión
por internet, al mundo entero y en este momento, de esta ceremonia, son
algunos testimonios de esa vanguardia. Además, desde hace más
de un lustro venimos fortaleciendo nuestras áreas académicas
de economía y de negocios internacionales. Nuevos profesores de
alta calificación, nuevos programas académicos y nuevos
proyectos de investigación han transformado la institución
y la experiencia de todos sus estudiantes. A esto debemos agregar la consolidación
de nuestro Departamento de Idiomas, el cual ofrece un programa cada vez
más sólido y diverso, y la de nuestra oficina de Relaciones
Internacionales, la que, no solo ha traído, con sus iniciativas,
muchas culturas lejanas a nuestra vida universitaria, sino que hace posible
la participación en experiencias internacionales enriquecedoras
a porcentajes crecientes de estudiantes y profesores. Finalmente, como
un paso adicional al que se dio en 1997, al aumentar considerablemente
el número de cursos en humanidades y ciencias sociales de todos
los planes de estudio de pregrado, el Consejo Superior de la Universidad
aprobó, el año pasado, un reforzamiento académico
importante en las ciencias sociales, con nuevos programas y nuevos profesores
de dedicación exclusiva. Ese era, tálvez, el paso que nos
faltaba para una comprensión superior de los fenómenos de
globalización y desigualdad y para mejorar nuestra actuación
frente a ellos.
Ahora, ¿Qué
significan esos fenómenos para ustedes, queridos graduandos? ¿Cómo
proceden ustedes frente a ellos? La intención de esta institución
y de sus profesores ha sido ayudarlos a prepararse, simultáneamente,
para triunfar en una sociedad globalizada, que valora especialmente los
altos niveles de conocimiento y capacidad, y para actuar responsable y
solidariamente frente a esas gentes marginadas, discriminadas, muchas
veces sin esperanza que constituyen un alto porcentaje de la población
colombiana y mundial.
La Universidad
Icesi ha refraseado recientemente su propósito central como institución.
Ahora dice así: “Aprendemos a conocer y a actuar para construir
un mundo mejor”.
Los que nos
quedamos aquí en la institución confiamos en que, al comenzar
ustedes esta nueva etapa de increíbles posibilidades, su sentido
de servicio y su compromiso con el bienestar de los otros sean claros
y firmes y los guíen, tanto en sus actuaciones profesionales, como
en las sociales y políticas que deban acometer.
Confiamos
en que continuarán siempre “Aprendiendo a conocer y a actuar
para construir un mundo mejor”.
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