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Discurso
ceremonia de grado febrero 15 de 2003
Cali,
15 de febrero de 2003
Dr.
Francisco Piedrahita Plata
Dejan
ustedes su universidad, queridos graduandos, cuando estamos a menos de
dos meses de conmemorar los veinte años del fallecimiento de Alberto
León Betancur, el prestigioso académico que, después
de ser profesor en la Universidad de California, en Berkeley, y en el
MIT de Boston, se radicó en Cali; desempeñó, entre
otros cargos, la Rectoría de la Universidad del Valle y la Presidencia
del Banco Popular; y fue el organizador y primer rector de lo que entonces
se llamó el Instituto Colombiano de Estudios Superiores de Incolda,
ICESI.
Dejan ustedes
su universidad, queridos graduandos, cuando estamos a menos de ocho meses
de iniciar el vigésimo quinto año de vida de nuestra institución.
Con la construcción de los nuevos campos deportivos que ustedes
ya pueden apreciar en el extremo sur de nuestra sede, hemos iniciado un
ambicioso proceso de ampliación física, hecho posible por
generosas donaciones de un grupo de empresas vallecaucanas y cuyo desarrollo
está pendiente, solamente, del ajuste por parte del Concejo Municipal
de la absurda norma del Plan de Ordenamiento Territorial de Cali que congeló,
desde hace ya más de dos años, la planta física de
todas las instituciones educativas de Pance. En su primera etapa, ese
proceso de ampliación incluye la construcción de un nuevo
bloque de aulas, de una nueva cafetería, de nuevos auditorios y
de un edificio para actividades de Bienestar Universitario.
Dejan ustedes
su universidad, queridos graduandos, en un momento particularmente difícil
para el país; cuando tres eventos brutales hacen resonar en nuestras
memorias qué tan bárbaro puede ser el hombre aún
en este siglo XXI y que tan frágil es la vida. La muerte de Juan
Luis Londoño, en particular, es un golpe muy grande para Colombia:
su inteligencia superior, su preparación envidiable, su energía
desbordada, su pasión por el servicio público, su optimismo
contagioso, su talante jovial, su integridad, lo hacían, sin duda,
uno de los pocos mejores entre nuestros compatriotas. Por él y
por los demás colombianos fallecidos absurdamente en los últimos
días, los invito a guardar un minuto de silencio.
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Y dejan ustedes su universidad, queridos graduandos, en una época
de gran incertidumbre para la economía mundial. Sobre algunas de
las causas de esa incertidumbre; sobre lo que en la Universidad Icesi
estamos haciendo como respuesta a ella; sobre lo que como empresarios,
como profesionales, como ciudadanos podemos hacer para reducirla, quiero
centrar estas consideraciones de despedida.
Peter Drucker,
sabio austriaco, uno de los primeros y, en opinión de muchos, el
más importante pensador sobre administración y gerencia,
escribió, ya hace algunos años: “La sociedad en todos
los países desarrollados se ha convertido en una sociedad de organizaciones
en la cual la mayoría de las tareas sociales, si no todas, se realizan
dentro de una organización.” Esta observación es cada
vez más válida también en países en desarrollo,
como el nuestro; particularmente en los sectores más avanzados
de las economías de estos países. Ese concepto de organización
cubre tanto a empresas industriales y comerciales como a iglesias, fundaciones,
hospitales, organismos estatales, etc; siempre que se dé un “conjunto
de personas con los medios adecuados que funcionan para alcanzar un fin
determinado”, según la definición de la Real Academia
de la Lengua, en su tercera acepción. Las organizaciones son fenómenos
de la modernidad. Y su reconocimiento y estudio es muy reciente. La definición
leída no aparecía todavía en la edición de
1970 del Diccionario de la Real Academia.
Pues bien
graduandos, con alta probabilidad, todos ustedes están ya, o estarán
en un futuro próximo, haciendo parte de una o más organizaciones.
Rosario Córdoba,
la Directora de la Revista Dinero, asistió a la reciente reunión
del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Allá escuchó
y entrevistó a muchos de los más importantes líderes
económicos, políticos, empresariales y académicos
del mundo. Y conoció los resultados de una encuesta muy amplia
preparada para ese Foro. Llegó preocupada. El título que
le dio a su informe en la cubierta de la última edición
de la revista dice: “Davos: un mundo sin confianza”; y a continuación
dice el subtítulo: “Los ciudadanos del planeta no creen en
los gobiernos, ni en las empresas, ni en las instituciones”. Yo
interpretaría: no creen en las organizaciones, ni en sus líderes.
Las causas
de esa inmensa desconfianza son muchas, probablemente; pero en los últimos
años se han presentado dos fenómenos económicos que
han afectado, aunque en forma muy diversa, a la gran mayoría de
los pobladores del planeta: por una parte, los pobres resultados de muchas
de las reformas económicas que, impulsadas por las grandes entidades
financieras multilaterales, se implantaron en las economías en
desarrollo; con pocas excepciones, se aumentaron las diferencias entre
los países ricos y los países pobres; y se aumentaron también
las brechas entre ricos y pobres dentro de un mismo país; muchas
naciones vieron aumentar sus índices de pobreza y de miseria. Por
otra parte, sobre todo en los países más desarrollados y
en medio de grandes escándalos, se ha vivido una sucesión
de quiebras empresariales sin precedentes; los índices de las bolsas
de valores han caído dramáticamente; desaparecieron centenares
de empresas “punto com” y muchas grandes empresas en industrias
tradicionales; se perdieron muchos miles de empleos; se evaporaron miles
de millones de dólares del ahorro del público.
Adam Smith,
un profesor de filosofía moral de la Universidad de Glasgow, en
Escocia, es reconocido como el padre de la economía moderna por
su obra “Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la
Riqueza de las Naciones”, publicada en la segunda mitad del siglo
XVIII. De esa obra se cita con mucha frecuencia un párrafo, el
cual se presenta como el fundamento único del mecanismo del mercado:
“No es de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero,
que esperamos nuestra comida, sino de la consideración que ellos
hacen de sus propios intereses. Apelamos no a su sentido humanitario sino
a su amor por ellos mismos…”
Para muchos
economistas y gerentes esa regla única, la del interés propio,
explica y justifica todo. Pero Smith nunca lo entendió así.
Y Amartya Sen, el economista Indio, premio Nobel de su disciplina en 1998,
aclara y complementa con términos contemporáneos y en forma
simple el significado del párrafo citado: “El carnicero,
el cervecero y el panadero quieren ganar dinero de nosotros, y nosotros,
los consumidores, deseamos la carne, la cerveza y el pan que ellos tienen
para vender. Lo que se necesita para generar este deseo de intercambio
es simplemente algo de amor por uno mismo de parte de cada uno. Esta idea
es, en sí, brillante. Ayuda a explicar por qué deseamos
el intercambio. Pero no nos dice absolutamente nada acerca de cómo
asegurar que esos intercambios deseados se organicen y ocurran en la práctica
y, además, en forma expedita… Para la negociación
exitosa de un contrato aceptable y para la ejecución eficiente
y adecuada del mismo, no basta la motivación. Para el funcionamiento
real de los contratos y su uso exitoso en el crecimiento económico
se necesita mucho más. Se requieren instituciones, para la aplicación
de las leyes, para el seguimiento, la auditoría y la contabilidad.
Igualmente se exige ética en el comportamiento, la cual podría,
en muchos casos, facilitar acuerdos en condiciones justas; también
podría ayudar a las partes a cumplir promesas y a respetar contratos.
De hecho, las normas de comportamiento pueden inducir a las personas a
actuar en forma honorable sin necesidad de recurrir incesantemente a demandas
entre las partes contratantes”.
Yo pienso
que en los dos fenómenos económicos descritos antes, el
de los pobres resultados de las reformas económicas y el de la
ola de quiebras empresariales, se presentaron fallas tanto de tipo institucional,
como de comportamiento ético de los protagonistas. Se confió
excesivamente en el interés propio como mecanismo suficiente para
el funcionamiento del mercado. Y se generó esa crisis de confianza
en las organizaciones y en sus líderes que ahora afecta a la economía
mundial.
Se presentaron
diversas fallas de tipo institucional en el proceso de reformas económicas
impulsado por entidades como el Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial, etc., y ejecutadas por los gobiernos nacionales. La avalancha
de capital internacional generó revaluaciones e incentivos al aumento
permanente de gasto por parte de los administradores públicos;
todo dentro del sistema clientelista vigente. Las entidades multilaterales
fueron inflexibles. Muchas empresas privadas no fueron capaces de reaccionar.
Y también
se presentaron fallas en el comportamiento ético de los actores.
En muchos casos las reformas impulsadas parecieron tener un sesgo a favor
de sectores industriales fuertes de los países desarrollados. Y
en general no se evaluaron las consecuencias de las acciones: en Colombia,
por ejemplo, no lo hizo el Presidente que aumentó el gasto para
sostenerse en la Casa de Nariño; ni el Banco Central que enfocó
todo su esfuerzo en bajar la inflación sin ninguna otra consideración;
ni el gobernador o el alcalde que endeudaron sus gobiernos para aumentar
su poder político; ni el empresario o el gerente que encubrieron
los malos resultados de sus empresas. Al final se destruyeron o marchitaron
importantes organizaciones públicas y privadas y sectores enteros
de la economía; y se empobrecieron millones de compatriotas.
Así
mismo, se presentaron serias fallas institucionales en la crisis que ha
involucrado la quiebra masiva de empresas; fallas en todo el sistema de
gobierno corporativo: incentivos cortoplacistas, perversos en la compensación
de altos ejecutivos, procedimientos contables y regulatorios que no incorporaron
oportunamente innovaciones en mecanísmos de financiación
de las empresas, formas de remuneración peligrosas para el trabajo
de los analistas financieros, prácticas no apropiadas para la conformación,
funcionamiento y evaluación de las juntas directivas, etc.
Por otra
parte, se presentaron también innumerables casos graves en el comportamiento
ético de muchos gerentes, miembros de juntas, auditores, banqueros,
analistas, etc., en los procesos que llevaron a la quiebra de las diversas
empresas. Se observaron con frecuencia serios conflictos de interés,
fraude, debilidad de carácter y franca irresponsabilidad.
En la Universidad
Icesi reconocemos el Capitalismo de Mercado como el único sistema
que puede sacar a Colombia de su atraso y a millones de sus pobladores
de la miseria a la pobreza. Pero creemos con Amartya Sen que para que
los mercados laborales, de valores, de bienes y servicios funcionen adecuadamente,
no pueden depender ellos solamente de la complementariedad de los intereses
propios de los diversos actores. Deben estar regidos por instituciones
sólidas; y deben implicar siempre el comportamiento ético
de los participantes. Y de estos dos temas nos estamos ocupando con rigor
y diligencia aquí en la institución.
Se ha conformado
un grupo interdisciplinario con profesores de Filosofía, Derecho,
Sociología y Administración que adelanta proyectos de investigación
sobre Etica y Organizaciones y mantiene, desde 1999, un seminario permanente.
En este seminario se ha venido mejorando en contenidos y estrategias de
aprendizaje y formación el curso que ofrecemos sobre ese tema,
el cual es obligatorio para todos los estudiantes de pregrado.
Por otra
parte, el año pasado se creó el Centro Icesi de Gobierno
Organizacional (CIGO) con otro grupo interdisciplinario de profesores,
esta vez de Finanzas, Derecho y Administración y con ambiciosos
objetivos de investigación, docencia, asesoría y divulgación
en su campo de interés. El estudio del Gobierno Organizacional
cubre tanto las instituciones externas, incluyendo leyes y regulaciones,
como las internas, incluyendo estructuras, prácticas y sistemas
de incentivos, que tratan de garantizar que la administración de
una empresa responda adecuadamente a las expectativas de accionistas,
acreedores y demás grupos de interés de una organización.
El funcionamiento de las Juntas Directivas es tema de especial interés
en el estudio del Gobierno Organizacional. El CIGO tiene ya reconocimiento
nacional, y entre sus actividades actuales está la organización
del Primer Seminario Internacional sobre Gobierno Corporativo, a celebrarse
aquí en Cali, en dos semanas, en alianza con CONFECAMARAS y la
Cámara de Comercio de Cali; también, la preparación
de un libro sobre el mismo tema que debe publicar CONFECAMARAS en Abril
y dos tesis de la Maestría en Administración de deben terminarse
en este semestre.
Con el trabajo
que adelanta en estas dos áreas, la Universidad Icesi espera, no
solo mejorar la formación de sus egresados, sino también
el desempeño de las organizaciones y de los mercados de la región
y del país.
Deseo terminar,
queridos graduandos, presentándoles dos propuestas en el campo
del comportamiento ético del que he venido hablando.
La primera
nos la hizo Emmanuel Kant, el filósofo alemán, a finales
del siglo XVIII, en lo que llamó el imperativo categórico,
es decir, el imperativo incondicional: “Obra de tal modo que uses
la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro,
siempre, simultáneamente, como fin; nunca meramente como medio”.
Kant reconoce que todos nos usamos mutuamente como medios para alcanzar
nuestros objetivos; pero nos exige reconocer ese valor absoluto de la
dignidad humana, tanto la nuestra como la de nuestro prójimo, y
que la tratemos siempre como un fin en sí misma, con el respeto
que eso implica.
La segunda
es del mismo Amartya Sen, en su reciente libro, “Desarrollo como
Libertad”. Y llega más allá; va dirigida, sobre todo,
a personas como ustedes, o como todos nosotros, los aquí presentes,
quienes por nuestra educación y nuestra posición en la sociedad
tenemos un alto grado de libertad:
“Como
personas que vivimos, en un sentido amplio, juntas, no podemos evitar
la idea de que los terribles problemas que vemos a nuestro alrededor son
intrínsecamente problemas nuestros. Son responsabilidad nuestra,
con independencia de que también lo sean o no de otros. Como seres
humanos competentes, no podemos eludir la tarea de juzgar cómo
son las cosas y qué es necesario hacer. Como criaturas reflexivas,
tenemos capacidad para contemplar la vida de otros. Nuestro sentido de
responsabilidad no tiene por qué referirse solo a las aflicciones
que puede causar nuestra propia conducta (aunque eso también puede
ser muy importante), sino también a las miserias que observamos
a nuestro alrededor y que está a nuestro alcance remediar”.
Este es el principio de la responsabilidad social.
Acatando
estas propuestas, con su capacidad, con su preparación, queridos
graduandos, ustedes contribuirán a la construcción de una
Colombia mejor, de un mundo mejor.
Empiecen
pronto. Nosotros los seguiremos con esperanza e interés.
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