Discurso ceremonia de grado agosto 20 de 2005

Cali, agosto 20 de 2005

Dr. Francisco Piedrahita Plata

Me honra y me llena de satisfacción presidir esta cuadragésima tercera Ceremonia de Grados y compartir la emoción y el orgullo que sienten tanto ustedes, los graduandos, como sus padres, cónyuges y demás familiares y amigos que los acompañan.

Celebramos hoy la culminación de estudios de 183 nuevos profesionales, el mayor número en la historia de la Universidad; y se gradúan ellos en 8 programas diferentes. Hoy Icesi presenta con orgullo sus once primeros abogados.

Celebramos también el grado de 118 especialistas en 10 áreas distintas y de ocho profesionales que reciben el título de Maestría en Administración, en el programa que ofrecemos en alianza con la Universidad de Tulane, de New Orleans, en los Estados Unidos.

Presento un saludo especial a los familiares del Ingeniero Mario López Gómez. A pesar de su esfuerzo y su coraje ejemplares, una penosa enfermedad cortó su vida cuando terminaba su Especialización en Gerencia de Informática Organizacional. Hoy recibe grado póstumo.

Dejan ustedes su Alma Mater, queridos graduandos, en un momento muy especial en la vida de la institución. Y quiero referirme en estos breves minutos al nuevo camino que ella ha emprendido y a la manera como el desempeño de ustedes, sus egresados, hará posible su trascendencia futura.

Icesi, nacido hace 26 años como instituto de administración, con la intención de formar a las nuevas generaciones de gerentes de las empresas vallecaucanas, dio un primer paso de diversificación, a los cinco años de su fundación, con la creación del programa de Ingeniería de Sistemas. En 1997 llegó el reconocimiento como Universidad, por parte del Ministerio de Educación, y, con él una diversificación más amplia, a nuevos campos del conocimiento, a la formación para nuevas profesiones. De allí surgieron los ocho programas de pregrado de los que hoy se gradúan los nuevos profesionales.

Pero, hace año y medio, el Consejo Superior de la Universidad tomó una decisión trascendental. Esta pretende que Icesi, como comunidad académica, pueda participar en la solución de un conjunto más amplio de los numerosos problemas que aquejan a nuestra sociedad. Pretende que la investigación de sus profesores y la formación de sus egresados abran nuevos caminos, en diversos campos, para el progreso del país y el bienestar de sus ciudadanos. Con ese propósito, mientras continúa fortaleciendo sus programas tradicionales, la Universidad irá diversificando gradualmente las áreas del conocimiento en las que ofrece programas de estudio, todo esto para seguir consolidándose como la gran universidad privada, laica del suroccidente colombiano.

Y es en esta dirección, señalada por el Consejo Superior, que Icesi viene avanzando. Este semestre abrimos dos nuevos programas, relacionados con algunos ya tradicionales, que fueron muy bien recibidos por la comunidad: Mercadeo Internacional y Publicidad y Diseño de Medios Interactivos; al mismo tiempo, estamos tramitando ante el Ministerio de Educación los registros de algunos programas en las Ciencias Sociales que esperamos ofrecer a partir del año entrante; a continuación vendrán programas en Ciencias Naturales; pensamos que sobre esos cimientos disciplinares y con las otras capacidades que ya tiene la institución será más fácil construir la Icesi del futuro.

Pero estos nuevos programas y estas nuevas áreas disciplinares no pueden crearse en el vacío. Con ellos deben venir nuevos profesores. Desde agosto de 2000, cuando iniciaron sus estudios la mayoría de quienes hoy reciben sus títulos profesionales, hasta hoy, el número de profesores de planta de la Universidad, la gran mayoría de ellos de dedicación exclusiva, pasó de 47 a 91, un 93% de aumento. Y la formación académica de ese profesorado es cada día más avanzada. Durante el último año, los profesores Andrés Navarro, José Roberto Concha, Henry Molina, César Omar López y Julián Benavides defendieron con éxito sus disertaciones doctorales en prestigiosas universidades de Norteamérica y Europa. Y veinte docentes más, algunos en su primer año, otros cercanos a la meta, adelantan también sus programas de doctorado. En total, 36% de nuestros profesores de planta tienen ya un doctorado o están en camino de lograrlo. La mayoría de los restantes tienen título de Maestría. La avanzada formación del profesorado, unida a su experiencia y a su dedicación al progreso del conocimiento y a la formación de los estudiantes, constituyen, por mucho, la mayor fortaleza de la Universidad Icesi.

Para albergar los nuevos programas, los nuevos profesores, los nuevos estudiantes, iniciamos, hace ya año y medio, un plan de desarrollo de la planta física que, en la primera etapa, que estamos terminando, incrementa el área construida de la institución en más de un 60%. Este desarrollo ha significado una inversión superior a los nueve mil millones de pesos, provenientes, de donaciones empresariales. Al mismo tiempo, se ha enriquecido la infraestructura informática y de telecomunicaciones, se han multiplicado y diversificado los recursos bibliográficos, se han aumentado los laboratorios y se han creado nuevos espacios para actividades de bienestar estudiantil.

Nuevos programas en nuevos campos del conocimiento; más profesores, cada vez más preparados; y mejores instalaciones físicas conducen la Icesi hacia su nueva visión.

Por otra parte, nos complace percibir el respaldo de la comunidad al trabajo que ha realizado y está realizando la institución. La confianza depositada en esta Universidad por ustedes, graduandos, y por las personas o instituciones que los han apoyado, confianza que agradecemos profundamente, se ve reforzada por los resultados de los procesos de matrícula de nuevos estudiantes. Este semestre, por ejemplo, además de la excelente acogida de los nuevos programas, experimentamos un significativo crecimiento en la matrícula de los programas tradicionales. Y lo que es más importante: continúan escogiendo a Icesi los mejores estudiantes. Medidos por el puesto que ocuparon en la prueba del ICFES, la mitad de los recién matriculados hacen parte del 10% que obtuvo los mejores resultados; y casi todos nuestros nuevos estudiantes pertenecen al tercio superior de la población de bachilleres que tomó la prueba. Un resultado parecido observamos entre estudiantes de postgrado que toman la prueba PAEP.

Nosotros sabemos que esos buenos resultados los causan, en buena parte, el éxito profesional y el desempeño social de nuestros egresados. Y en este último semestre se debieron, también, a los muy buenos resultados que obtuvieron en los Exámenes de Calidad de la Educación Superior, ECAES, ustedes, los nuevos profesionales que hoy reciben sus diplomas. El hecho de que, en todos los casos, los puntajes obtenidos por nuestros estudiantes estuvieran entre los mejores del país; y de que, en casi todos, hubieran sido los más altos entre las universidades de la ciudad, fue divulgado por la prensa y reconocido con complacencia por la comunidad. Les reiteramos nuestra felicitación por esos resultados.

Ahora bien, nos gusta insistir en que, aunque celebramos esos logros, nuestro proyecto educativo no está diseñado para los limitados propósitos que, necesariamente, miden los ECAES. Más allá de unos conocimientos generales y otros específicos de las diversas profesiones, nuestro plan curricular pretende desarrollar una serie de capacidades o competencias generales y fortalecer unos valores o características de vida valiosa en nuestros estudiantes. Y de esto último, nada miden los nuevos exámenes del ICFES para los jóvenes que terminan sus estudios profesionales. No miden, por ejemplo, el nivel de inglés, en el que ustedes, como grupo, llevan gran ventaja; ni la llama de espíritu empresarial, que muchos de esta cohorte llevan ya encendida; no miden su competencia informática, para los no-ingenieros, ni su visión internacional; más importante aún, no miden su capacidad de pensamiento crítico, de aprendizaje autónomo permanente, de trabajo en equipo, de solución de problemas de información y demás competencias, explícitas en nuestro proyecto educativo e implícitas en tantas actuaciones de sus profesores. Nosotros creemos que todas estas características las valoran sus futuros empleadores o clientes tanto o más que las que miden los ECAES; y son las que diferencian al egresado de Icesi.

Nuestro proyecto educativo busca, además que ese egresado se distinga como persona responsable, honesta, justa, tolerante, solidaria y respetuosa del medio ambiente.

Esas son virtudes que idealmente se han ido incorporando en el carácter del niño desde sus primeros años. Y son virtudes que la Universidad trata de fortalecer en los estudiantes mediante sus prácticas culturales, sus reglamentos, el ejemplo de profesores y directivos, la reflexión en los cursos. En particular, en el de Ética aplicada, que toman todos los estudiantes, se pretende sensibilizarlos sobre el tipo de conflictos morales que van a encontrar en su vida profesional y mejorar su capacidad para tomar decisiones frente a esos conflictos.

Las distintas formas como la gran mayoría de ustedes, queridos graduandos, van a desempeñar sus profesiones se pueden clasificar en unas pocas categorías: unos van a actuar como profesionales independientes, ofreciendo servicios a empresas o a personas; otros van a establecer sus propias empresas; algunos, ojalá no pocos, van a participar en la política o como funcionarios del Estado; muchos van a hacer carrera como empleados en organizaciones empresariales o de otro tipo.


En cualquiera de esas formas de desempeño profesional van a toparse ustedes con decisiones éticas, muchas veces difíciles. Y es en esos momentos cuando sus profesores, sus familiares, la sociedad entera, esperan que su brújula interna, ese carácter moral que han desarrollado durante sus vidas, los oriente a tomar la mejor decisión.

La competencia técnica que les da la profesión y la posición o el rol que desempeñen los van a poner con frecuencia frente a dilemas complejos. Veamos unos ejemplos.

El ingeniero de sistemas o el telemático puede verse presionado por el interés particular de un cliente, o de un empleador o del Estado a acceder a redes o a archivos con información privada o confidencial de terceros. Eso es, en principio, incorrecto, inaceptable. ¿Hay excepciones? ¿Cuáles? ¿Quién las determina?


Alan Dershowitz, famoso profesor de derecho y exitoso penalista norteamericano, advierte en su libro “Cartas a un joven abogado” que la suya es una profesión éticamente traicionera; que la oportunidad de corrupción está siempre presente. El llama la atención, por ejemplo, sobre el conflicto permanente del profesional del derecho entre la necesidad de abogar con celo buscando el beneficio de su cliente, inocente o culpable, y la moral personal que demanda decencia y honestidad.

El administrador de empresas enfrenta con frecuencia dilemas en los que, de un lado, tiene motivos para favorecer los intereses económicos de sus empleadores y, de otro, tiene responsabilidades con sus empleados, con sus clientes o con el Estado. Esos dilemas tienden a agudizarse cuando el administrador es el mismo propietario. Y el interés económico fácilmente afecta la visión y dificulta ver con claridad la línea que divide lo correcto y lo incorrecto.

Talvez muchos hemos oído hablar del caso de Enron Corporation, la gigantesca empresa norteamericana que se fue a la bancarrota hace cuatro años en unas condiciones de corrupción sistémica francamente escandalosas. Y talvez recordamos que con Enron desapareció Arthur Andersen, la respetada y casi centenaria firma de auditoría que le prestaba servicios de consultoría y revisoría fiscal. Una historia menos conocida es la de David Duncan, contador de profesión, empleado de Andersen y responsable de la millonaria cuenta de Enron. Es la historia de un hombre bueno que por debilidad moral se va enterrando gradualmente en un lodazal y termina destruyendo su vida y la de su empresa. Graduado con honores en la Universidad de Texas y proveniente de una familia unida y religiosa, el Señor Duncan desarrolló, por muchos años una exitosa carrera en la firma auditora. Sus problemas tuvieron origen, quizá, en el conflicto de intereses implícito cuando su empresa ofreció a Enron tanto servicios de consultoría gerencial y tributaria, para la que el cliente a satisfacer es la alta gerencia, como de revisoría fiscal, que obliga a dar cuenta de la situación real de la empresa a los accionistas, a los acreedores, al Estado y al público en general. Ese conflicto y el afán de mantener los jugosos honorarios provenientes de las consultorías, llevaron al Señor Duncan a violar repetidamente, cada vez por un margen más amplio, los estándares contables que le imponía su función como revisor fiscal. El pastor de la Iglesia a la que asistía el Señor Duncan trataba de defenderlo describiendo la presión que la gerencia de Enron le imponía: “David dice que eran implacables; que era una lucha constante; que dondequiera que él trazaba una línea, Enron se la empujaba; que él estaba bajo presión constante, año tras año, para correr la línea”.


Y es en esa “corrida de la línea”, queridos graduandos donde se encuentra el mayor de los peligros. Y ese peligro acecha en todas las profesiones y en todos los cargos. Creemos tener claridad moral en la mayoría de las situaciones; creemos saber en dónde debe estar la línea que divide lo correcto y lo incorrecto; pero, en muchas ocasiones, por intereses o presiones de diverso tipo, propias, del jefe o del cliente, casi siempre sin mayor reflexión, aceptamos empujarla un poco; y en ocasión posterior, la empujamos otro poco; y después otro y otro. Muchos factores ayudan: el logro de un aparente beneficio; el bajo riesgo de ser descubiertos; la presión; el mecanismo de defensa que los psicólogos llaman racionalización, que nos ayuda a justificar lo injustificable. Lo cierto es que muy tarde descubrimos que hace rato traspasamos cualquier límite moralmente aceptable; que no tenemos reversa; que no encontramos coraje para enmendar; o que nuestra falla se hizo pública.

La competencia moral, la disposición permanente a la reflexión ética, el interés en fortalecer el carácter, la brújula interna, tampoco la miden los ECAES. Y tampoco la sabemos medir nosotros. Pero confiamos en que estos años transcurridos en la Universidad les hayan servido en ese, el más importante de los sentidos.

La competencia moral es la que esperamos distinga mejor a los egresados de Icesi. Luchen permanentemente por mantener unos altos ideales morales personales. Y luchen permanentemente por mantener un ideal de excelencia en el ejercicio de sus carreras.

Sus logros profesionales y su desempeño moral brillarán y harán que continúen viniendo a su Alma Mater los mejores bachilleres para seguirla engrandeciendo para el futuro de la región y el de sus hijos.

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