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Discurso ceremonia de grado agosto 1 de 1998
Cali, 1 de agosto de 1998
Dr. Francisco Piedrahita Plata
Los Ingenieros de Sistemas que hoy culminan
sus estudios, conforman la vigésima promoción de su exitoso
programa. Son ya dos decenas de cohortes semestrales que han salido a
domar esa Tecnología de la Información cuya velocidad de
cambio a veces nos abruma y a contribuir a mejorar la productividad de
organizaciones regionales, nacionales e internacionales.
También es importante esta fecha para nostros porque
el año académico que iniciamos esta semana con la inducción
de más de 430 estudiantes de primer semestre, es el vigésimo
en la historia de nuestra querida Universidad. Hace veinte años
se iniciaban las gestiones de planeación y legales que culminaron
en Octubre de 1979 con la iniciación de estudios de nuestro primer
grupo de aspirantes al título de Administradores de Empresas, en
la Sede de INCOLDA en el centro de Cali.
Terminan estudios ustedes, graduandos, en una época difícil,
la más difícil entre las que mi memoria alcanza a retener.
Pero en un momento lleno de esperanza.
Nos agobian la Violencia, la Recesión y la Corrupción.
Vivimos en medio de una guerra fratricída, del desempleo y la pobreza
y de la falta de escrúpulos de muchos de nuestros gobernantes.
Estos tres problemas nos abruman a todos como nación.
Pero confiamos en alcanzar la paz, en recuperar la economía
y en restaurar la integridad moral de nuestro liderazgo.
Estos tres sueños sostienen nuestra golpeada democracia.
La violencia colombiana es ya proverbial. Poseemos todos
los records mundiales en asesinatos, secuestros, antigüedad de guerrillas
y de jefes guerrilleros, etc., La muerte violenta y la inseguridad azotan
campos y ciudades. En el ámbito regional tememos desplazarnos por
carretera a ciudades cercanas. Los índices de criminalidad han
puesto a Cali entre las pocas ciudades del mundo que la Secretaría
de Estado Norteamericana recomienda a sus ciudadanos evitar.
La crisis económica que vive el país no
tiene antecedentes recientes. El Déficit fiscal es creciente y
los recaudos de impuestos decrecientes. El nivel de desempleo está
más alto que nunca y las tasas de crecimiento económico
son muy bajas. El dólar está barato y nuestra producción
cara. Y todos estos hechos adquieren significados dramáticos cuando
nos referimos a Cali y al Valle. Nuestra economía es altamente
dependiente de lo que los economistas llaman bienes transables, como el
azúcar, el papel y los productos de caucho. Estos son los que más
se afectan por una moneda revaluada, como el peso en la actualidad. Esta
dependencia combinada con la recesión de la Economía Nacional
y con el llamado ajuste ético, tan necesario, pero de impacto negativo
en el corto plazo, nos han llevado a una situación que no vivíamos
desde la primera mitad del siglo XX.
La corrupción a todos los niveles de la administración
pública es rampante. Y es vista por expertos internacionales como
el principal obstáculo al crecimiento del país. Nuestra
ciudad y nuestro departamento se han visto especialmente afectados por
esta realidad. Cali y el Valle se encuentran sin recursos para funcionar
y endeudados hasta los límites. Y muchos de nuestros líderes
políticos pagan penas de cárcel por delitos de corrupción.
En el que el pensador y periodista Hernando Gómez Buendía
llama “nuestro narco-cliento-pópulo país” parece
cumplirse a diario el “grafiti” bogotano que decía:
“En Colombia, el sector público es el sector privado de los
políticos”.
Violencia, recesión y corrupción. Una trágica
combinación de plagas que quiere destruir a nuestro país.
¿ Por qué? ¿Cómo se explica? Gabriel García
Márquez hizo parte de la Misión de Ciencia, Educación
y Desarrollo, mejor conocida como la Misión de Sabios, que conformó
el gobierno de César Gaviria, en búsqueda de una brújula
para el desarrollo de la nación. En la ceremonia de entrega del
Informe Conjunto de la Misión, nuestro Premio Nobel leyó
una proclama que tituló “Por un país al alcance de
los niños”. Con su lectura podemos entender parcialmente
la confluencia de nuestras plagas. Dice él así en algunos
apartes: “En cada uno de nosotros cohabitan, de la manera más
arbitraria, la justicia y la impunidad; somos fanáticos del legalismo,
pero llevamos bien despierto en el alma un leguleyo de mano maestra para
burlar las leyes sin violarlas, o para violarlas sin castigo... Nos indigna
la mala imagen del país en el exterior, pero no nos atrevemos a
admitir que muchas veces la realidad es peor. Somos capaces de los actos
más nobles y de los más abyectos, de poemas sublimes y asesinatos
dementes, de funerales jubilosos y parrandas mortales. No porque unos
seamos buenos y otros malos, sino porque todos participamos de ambos extremos.
Llegado el caso --- y Dios nos libre --- todos somos capaces de todo.
Tal vez una reflexión más profunda nos permitiría
establecer hasta qué punto este modo de ser nos viene de que seguimos
siendo en esencia la misma sociedad excluyente, formalista y ensimismada
de la Colonia ... Tal vez estemos pervertidos por un sistema que nos incita
a vivir como ricos mientras el cuarenta por ciento de la población
malvive en la miseria, y nos ha fomentado una noción instantánea
de la felicidad: queremos siempre un poco más de lo que ya tenemos,
más y más de lo que parecía imposible, mucho más
de lo que cabe dentro de la ley, y lo conseguimos como sea: aún
contra la ley”.
Esto no tiene que seguir así. La misma Misión de Ciencia,
Educación y Desarrollo, por ejemplo, esbozó un plan a largo
plazo para que, en palabras del expresidente Gaviria, “Colombia
tenga la participación que se merece en el futuro de la humanidad”.
El nuevo gobierno nacional entra cargado de promesas y
compromisos para sacar al país del agujero en que se encuentra.
Y viene con planes para atacar nuestras tres plagas principales.
Hace un par de años oí decir al Doctor Luis
Carlos Sarmiento que el Proceso de Paz en Colombia era como una corraleja:
que no había torero, pero había un mundo de espontáneos.
Bueno, el Presidente Pastrana parece querer asumir el papel del torero,
pero va a requerir del apoyo generoso y tolerante de todo el público,
de todos los colombianos.
En el campo económico ya hemos oído al nuevo
Ministro de Hacienda advirtiéndonos sobre el apretón fiscal
necesario y sobre cómo pasaremos dificultades al menos por un año
más antes de iniciar la tan esperada recuperación. Me preocupa
seriamente la tosudez de la Junta Directiva del Banco de la República
al defender una tasa de cambio insostenible que inhibe la competitividad
de nuestra industria y la generación de empleo.
También ha prometido el nuevo gobierno un ataque
frontal a la corrupción y una reforma política que contribuya
a perfeccionar nuestra democracia. Los nombramientos que se anuncian por
estos días y el manejo que se dé a las relaciones con el
Congreso serán definitivos para el cambio. Coincido con el economista
y político austríaco-americano Arthur Burns cuando dijo:
“No estoy de acuerdo con los que dicen que el poder corrompe a los
hombres. Más bien es al contrario: hombres inmorales corrompan
el poder”.
Pero Señoritas, Señoras, Señores graduandos, la recuperación
del país no es sólo tarea del gobierno; es tarea de cada
uno de nosotros. Al salir de la Universidad ustedes tienen que ser mujeres
y hombres de su patria y mujeres y hombres de su época. Colombia
necesita cambiar y el desafío que ustedes enfrentan es el de producir
ese cambio y ajustarse a él. Parafraseando al Presidente Kennedy
en su famoso discurso inaugural, no se pregunten qué puede hacer
su país por ustedes, pregúntense qué pueden hacer
todos ustedes por Colombia.
Y lo que pueden hacer es mucho.
En la brega por eliminar la guerra y la violencia soplan
vientos de esperanza. Han surgido muchas acciones desde la sociedad civil,
los espontáneos de la corraleja de quienes hablaba Sarmiento, que
son fundamentales para que el proceso avance. Quiero destacar, por su
amplio diseño y su potencial trascendencia, a “Destino Colombia”,
un proceso que inició Manuel José Carvajal, el Director
del CEICO, Centro Icesi de Competitividad, hace dos años, que contó
con el apoyo de muchas personas, empresas e instituciones y que convocó
a 43 colombianos de los más diversos orígenes, razas, oficios
e intereses. El grupo lo conformaron, entre otros, líderes populares,
empresarios, sindicalistas, guerrilleros, líderes gremiales, exmilitares,
representantes de las minorías étnicas, políticos,
académicos y hasta un representante de las autodefensas. Ese grupo
se reunió en tres ocasiones durante 1997, por un total de 14 días,
siguiendo la metodología de Planeación de Escenarios, bajo
la dirección técnica del canadiense Adam Kahane. Trataban
de responder a la pregunta: ¿dadas las actuales condiciones, qué
le puede pasar a Colombia en los próximos 16 años? Y no
la respondieron con herramientas pseudocientíficas y mentirosas
de astrólogos y pitonisas. La Planeación por Escenarios,
usada en el pasado por ejércitos y empresas, y hace unos años
en el exitoso proceso de cambio político de Sur Africa, busca desarrollar
consenso entre los participantes en la exploración de caminos posibles,
en este caso para la sociedad colombiana hasta lo primeros años
del próximo siglo. De ese casi inverosímil ejercicio de
convivencia y tolerancia salieron unas conclusiones que ellos han empezado
a divulgar. Consisten básicamente en cuatro escenarios, cuatro
caminos en los que los participantes, de común acuerdo, plasmaron
lo que puede pasar a Colombia dependiendo de la acción colectiva
de ahora y de estos próximos años. Los invito a buscar,
a conocer y a discutir en profundidad esas conclusiones. Inician ellos
su presentación diciendo: “El futuro no se hereda. Tampoco
es una condena. Se sueña y se construye con la voluntad común
de los pueblos”.
La reunión de representantes de la sociedad civil
con representantes del ELN en Maguncia, Alemania, genera también
muchas ilusiones. Pero ese y todos los procesos de paz y de desarme en
Colombia van a requerir un cambio cultural trascendental. Tenemos que
reconocer nuestra tremenda diversidad. Como nación, con una extensa
variedad de razas, culturas, religiones, necesidades e intereses, tenemos
que aprender a aceptar nuestras diferencias con tolerancia. Y este cambio,
este reconocimiento de nuestra diversidad, esta tolerancia, no se la podemos
pedir sólo a guerrilleros y violentos. Nos la tenemos que exigir
nosotros, los más privilegiados , los que accedemos a la educación
superior. No podemos seguir siendo la sociedad colonial excluyente de
la que hablaba García Márquez.
Debemos apropiarnos lo que Humberto Maturana, un reconocido
filósofo chileno, ha dicho para su país: “Los derechos
humanos, fundados en la justificación racional del respeto a lo
humano, serán válidos solamente para aquellos que aceptan
al otro como miembro de la propia comunidad ... Sólo si aceptamos
al otro, ese otro es visible y tiene presencia ... Por esto, si queremos
vivir de hecho una democracia que se extienda en todo el país,
tenemos que hacer del país una unidad con un fundamento ético-moral
común en el cual todos seamos legítimos”.
En el proceso de recuperación económica
también pueden ustedes, graduandos, desempeñar un papel
importante. El Gobierno tiene que hacer ajustes de política urgentes,
pero la empresa privada, a la que la gran mayoría de ustedes ya
están vinculados, es el motor de la economía nacional. Y
el espíritu empresarial y la innovación administrativa y
tecnológica, capacidades de las que ustedes están dotados,
son las únicas capaces de generar el empleo y la reactivación
que esperamos.
Así mismo, es imperativa su participación
en la restauración moral de la nación. Como hombres y mujeres
de empresa aportando su propio comportamiento ético. Como miembros
de la sociedad civil vigilando y exigiendo el desempeño honesto
de los funcionarios. Y, por qué no? Participando activamente en
la política o en el gobierno, haciendo allí la diferencia.
La paz social o militar y la marcha de la economía
están íntimamente interrelacionadas. Ambas se influyen mutuamente.
Y ambas dependen también de la integridad moral de nuestro liderazgo
político. Aportemos lo mejor de cada uno de nosotros para la recuperación
de Colombia.
Ahora deseo hacer una última reflexión.
Entre los graduandos de hoy hay 136 damas, exactamente el 50% del total.
Y no es una coincidencia. La época en la que las mayorías
universitarias estaban compuestas por varones se acabaron hace años
y las mujeres están accediendo a la educación superior en
la proporción que les corresponde. Pero por razones culturales
todavía no superadas, no están jugando aún en el
mundo el papel que les corresponde. Ahora que clamamos todos vehementemente
por la paz, déjenme leerles unos párrafos de Carl Sagan,
científico, autor del libro Cosmos y productor de la serie de televisión
del mismo nombre, quien tanto hizo por la divulgación y popularización
de las ciencias.
Dice así: “Los humanos compartimos el 99.6%
de nuestros genes activos con los chimpancés, lo que significa
que podemos aprender de ellos, mucho acerca de nosotros. Ahora, es claro
que la sociedad de chimpancés es --- cómo decirlo? --- manejada
a base de testosterona. Una gran cantidad de agresión e intimidación
es algo con lo que los machos se sienten especialmente cómodos
y contentos. En momentos de estrés y de aglomeración, pasa
algo muy interesante. Los machos, cuando se molestan, usan piedras. Les
gusta tirar cosas. Las hembras no se interesan en proyectiles. En momentos
de crisis podemos ver a los machos reuniendo montones de piedras para
arrojar a sus adversarios. Las hembras se acercan a estos machos armados,
les abren las manos, les quitan las piedras y las depositan en el suelo.
Algunas veces los machos recogen las piedras de nuevo y las hembras insisten,
dos, tres y cuatro veces, hasta que el macho acepta el punto”. “Tengo
la sensación” continúa Sagan “de que la predisposición
hereditaria de las hembras como mediadoras y forjadoras de paz está
en el 99.6% de los genes que compartimos con los chimpancés. Y
eso me lleva a pensar cómo sería el mundo si las mujeres
jugaran un papel proporcional a su peso real en la población. No
quiero decir una ocasional primera ministra que derrota a los hombres
en su propio juego. Quiero decir compartir real y proporcionalmente el
poder. Quiero decir la mitad, no unos pocos miembros del Senado. Quiero
decir la mitad, no cero, en la sucesión de Presidentes. Quiero
decir la mitad de los miembros del Estado Mayor Conjunto. Quiero decir
la mitad de los presidentes de las grandes compañías. Quizás
nada cambiaría. Quizás bajo estas circunstancias, las instituciones
predeterminan el comportamiento humano, sin importar el género
... Pero quiero pensar que ese no es el caso, que en un mundo en el que
las mujeres realmente compartieran el poder, tendríamos un futuro
más justo, más humano y más lleno de esperanza”.
Para que la mujer llegue a ser protagonista en el mundo,
en la proporción que le corresponde se requieren también
cambios culturales muy grandes a pesar de que Colombia es, en Latinoamérica,
el país más avanzado. Para ilustrar mejor un posible escenario,
ya que he estado hablando de escenarios, cito a Gloria Steinem, conocida
líder feminista estadounidense: “Sabré que estamos
llegando a alguna parte cuando tantos hombres jóvenes como mujeres
jóvenes se pregunten: ¿Cómo puedo balancear carrera
y familia? ... No se trata de un intercambio de papeles; es la humanización
de ambos papeles”.
Yo pienso como Sagan que si las damas tuvieran el papel
que proporcionalmente les correspondería a su cantidad, Colombia
quizá avanzaría más rápidamente en ese proceso
de recuperación de su paz, de su economía y de su integridad
moral.
Queridos Graduandos: La recuperación necesita ahora
acción. Ustedes llevan las herramientas. Comprométanse.
Repito el refrán que les mencioné hace ocho días:
cuando ustedes nacieron, ustedes lloraron y el mundo se regocijó.
Vivan de tal manera que, cuando mueran, el mundo llore y ustedes se regocijen.
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