Sudamérica, La (I) Racionalidad de la Política Regional
en un escenario caótico

 

Por: Juan Pablo Milanese, director del programa de Ciencia Política de la Universidad Icesi. jmilanese@icesi.edu.co

El abrupto anuncio de la salida venezolana de la Comunidad Andina de Naciones convulsionó el estado de la política en el subcontinente. Mucho se especuló acerca de la racionalidad, o falta de ella, de la decisión del gobierno de Chávez de abandonar una CAN agonizante –ya mucho antes del anuncio venezolano o las firmas de los TLC- para unirse al Mercosur. De acuerdo con los analistas, los argumentos oscilaban desde la afinidad ideológica de Caracas con los gobiernos del Cono Sur, contrapuesta con la mirada de sus socios andinos hacia “el norte”, hasta la nada ingenua decisión venezolana de dejar un bloque que comercia anualmente alrededor de 9.000 millones de dólares por uno que se acerca a los 150.000 millones.


No obstante los motivos que el gobierno del país vecino exponga, y los que los analistas interpreten, la decisión enrareció aun más el ambiente político regional. Esta situación se percibe en las poco complementarias políticas de la mayor parte de los países sudamericanos, que mientras hablan de integración llevan adelante acciones desintegradotas.

Venezuela propone un nuevo tipo de integración, la Alternativa Bolivariana para la América (ALBA), donde esboza un conjunto de objetivos, difíciles de no compartir, pero sin definir con claridad en ningún momento cómo alcanzarlos. El aparente primer paso se ha materializado en la firma con Bolivia y Cuba del Tratado de Comercio de los Pueblos, eufemismo para no hablar de libre comercio.

La cercanía de Caracas y La Paz incomoda al gobierno brasileño quien desde la nacionalización de los hidrocarburos por parte del país andino ha congelado sus relaciones con él. De hecho, durante el acto de ingreso de Venezuela al Mercosur, Lula rehusó encontrarse en Caracas con Evo Morales, dando a entender que las relaciones entre ambos están en un punto muerto.

Paralelamente, el apoyo venezolano al gobierno de Bolivia en dicho tema ha tensionado su relación con Brasil. A esto hay que sumarle los permanentes desplantes retóricos de Chávez frente a Estados Unidos, que erosionan la credibilidad de la administración Lula, alejándola de la posibilidad del ejercicio de un liderazgo brasileño en la región, producto fundamentalmente de su incapacidad de “moderar” las provocaciones del presidente venezolano.

Frente a esta situación, el ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Celso Amorim, declaró “no es el Mercosur el que tiene que adaptarse a Venezuela, sino Venezuela la que tiene que adaptarse al Mercosur”.

Mientras tanto, el ingreso de Venezuela al Mercado Común del Sur comienza su etapa más difícil. Desde ahora el bloque deberá afrontar varias cuestiones complejas, relativas a su incorporación, como su inclusión al régimen de libre comercio intra-Mercosur, la adaptación de su arancel comercial al Arancel Externo Común –a pesar de todas las perforaciones de éste último-, y la incorporación al ordenamiento jurídico interno. Dicha situación nos hace preguntar necesariamente ¿cómo absorberá la entrada del nuevo socio un Mercosur que hoy es una colección de imperfecciones, con un grado de institucionalización muy bajo, grandes asimetrías y escasa interdependencia?

Sumado a esto, ¿cuál será la reacción de Venezuela, que argumentó su salida de la CAN por las firmas de los TLC de sus ex socios andinos, frente al probable inicio de la negociación de Uruguay de un tratado de libre comercio con EEUU?. Es posible que el acuerdo no represente mucho más que la ampliación de las cuotas de acceso de algunos sectores sensibles de la economía (carnes, textiles, lácteos y cueros). Sin embargo, es interesante resaltar que industrialmente no tiene mucho que perder en la competencia con los americanos y se debe tener en cuenta que hoy Estados Unidos es su principal cliente por encima de los miembros del Mercosur.

Por otro lado, a pesar de la estridente salida venezolana de la CAN ambos se comprometieron a mantener vigencia plena y recíproca en las ventajas comerciales (ver Decisión 641) dando la impresión que la dedición fue tomada mucho más con el interés de generar “ruido político” que por la incompatibilidad que manifestada por Caracas entre Comunidad Andina y TLC.

La expresión de la necesidad de integración parece hoy un lugar común del discurso de los líderes sudamericanos. Sin embargo, da la impresión de ser un capítulo más en una historia de retórica inconsecuente. Las grandes divergencias entre sus principales dirigentes están provocando un fuerte efecto centrífugo que erosiona el sentido de pertenencia a algo que vaya más allá de los límites del Estado Nación. Es así como durante los últimos años, la integración no ha sido más que un conjunto de periódicas e inútiles declaraciones cargadas de “buenas intenciones”, pero con escasos resultados concretos.


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