Edgar
O. Benítez. Economista, Universidad Icesi.
Rafael Silva. Filósofo,
Universidad del Valle
Ana Lucía Paz.
Socióloga, Universidad del Valle
Indiscutiblemente
el tema de la responsabilidad social de las empresas ha tenido en
los últimos años un inusitado auge. Hoy en día
se cuenta con diversas publicaciones académicas, balances
sociales o informes de inversión social que dan cuenta de
un renovado interés por la cuestión sobre las implicaciones,
alcances y límites de la acción social de las empresas.
A pesar de lo anterior, no hay un concepto unificado de la responsabilidad
social de las empresas (RSE) ni en los medios académicos
ni tampoco en los empresariales. Se cuenta con múltiples
interpretaciones, que van desde asumir la RSE como aumentar las
ganancias de las empresas y pagar los impuestos hasta concebir a
las empresas como auténticas ciudadanas, con sus correspondientes
deberes y derechos.
Esta
heterogeneidad de propuestas interpretativas no imposibilita el
ejercicio de definir con alguna precisión el sentido de la
RSE. En términos académicos, se trata de la discusión
acerca de la naturaleza, los fines y límites de las organizaciones
empresariales modernas en relación con la sociedad en la
que están insertas. Desde esta perspectiva lo que se ha querido
poner en claro es que, si bien el fin más específico
de las empresas es realizar fines privados (los de los accionistas
o dueños de la organización), eso no niega que ellas
tengan otro tipo de finalidades de carácter social que son
complementarias de la primera.
En
estos términos, se ha insistido en que la actividad empresarial
sólo es posible con la ayuda de los bienes que son comunes
a todos (como el medio ambiente, por ejemplo); que el éxito
económico de las empresas depende fuertemente de los recursos
empleados de su entorno; que sin la cooperación y el concurso
de la sociedad no es posible sacar adelante los fines empresariales
y que, por tal motivo, las empresas deben cooperar con la sociedad
si quieren subsistir y alcanzar sus propósitos. En este sentido,
no es posible entender la RSE como una cuestión meramente
voluntaria y privada; sino que involucra deberes y obligaciones
solidarias para con los problemas de la sociedad puesto que las
consecuencias de su actividad son fundamentalmente públicas.
Como
lo afirmara hace algunos años Peter Drucker: las sociedades
contemporáneas son primordialmente Sociedades de Organizaciones.
Las organizaciones son quienes moldean numerosos aspectos de la
vida humana como las motivaciones, el carácter, las formas
de relación social, los usos de las tecnologías, etc.
El reconocimiento de esta cuestión nos conduce a pensar que
en manos de las organizaciones, entre ellas las empresas, se encuentra
un poder social capaz de transformar no sólo los medios de
producción en bienes y servicios sino también de transformar
los propósitos, las condiciones y los resultados de la vida
social en su conjunto.
Ser
concientes del poder empresarial, que no es únicamente económico,
implica también pensar en las responsabilidades que le son
atribuibles. No se trata entonces de pensar la RSE sólo a
partir de aquello que la empresa le hace a la sociedad sino también
de lo que ella puede hacer por su entorno social, por sus problemas.
Por supuesto, aquí nacen nuevos problemas: ¿hasta
dónde puede intervenir la empresa en las cuestiones sociales?
¿puede hacerlo en todo tipo de problemas de la sociedad?
¿Qué autoridad tienen las empresas para decidir qué
problemas deben resolverse?
De otra parte, en el ámbito empresarial, el tema de la RSE
se ha planteado recientemente como una estrategia corporativa. De
acuerdo con esta perspectiva, ser socialmente responsable no se
limita a realizar obras de filantropía o beneficencia esporádicas
y espontáneas. Se trata de involucrar el conjunto de acciones
sociales con la actividad propia de la empresa (por ejemplo, filantropía
estratégica). La cuestión que se discute en este ámbito
son las estrategias que permitan alcanzar los mayores impactos sociales
sin alejarse del objetivo propio de cada una de las empresas; el
propósito entonces es hacer compatibles los beneficios tanto
económicos como sociales de estas acciones.
Y justamente
este último aspecto explica la importancia de la RSE. Las
condiciones sociales en que se desenvuelve el funcionamiento de
una empresa son de vital importancia para el logro de sus objetivos
de largo plazo. Como también es importante para la sociedad
contar con empresas que generen riqueza recurriendo a los medios
más adecuados para ello. Esta es una relación simbiótica,
en donde ambas partes -empresa y sociedad- son indispensables y
se benefician mutuamente; por lo tanto, las acciones de responsabilidad
social no son desinteresadas (las empresas no son altruistas) sino
que son acciones que convocan múltiples intereses, intereses
de todos los grupos sociales.
Finalmente,
en una reciente publicación financiada por numerosas fundaciones
colombianas, Roberto Gutierrez, Luis Felipe Avella y Rodrigo Villar
afirman que, a pesar de ser muy diversas las acciones sociales de
las empresas, no hay estudios que condensen y analicen esta información
en una sólo línea de estudio bien sea sectorial o
temática. Respondiendo a esta deficiencia, el CIES (Centro
Interdisciplinario de Estudios Sociales) de la Universidad Icesi
está elaborando diversos estudios en colaboración
con la Andi, Asocaña y la fundación Sociedad Portuaria
de Buenaventura para identificar las formas en que distintas empresas
vallecaucanas asumen actualmente su compromiso social. Es importante
que una región pionera en iniciativas sociales empresariales
como el Valle del Cauca comience a conocer más a fondo cómo
las empresas impactan positivamente el desarrollo social y económico
de esta región.
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