Por: Pedro Pablo Sanabria, director del Observatorio
de Políticas Públicas - POLIS
y del Programa de Economía con énfasis en Políticas
Públicas.
En
días pasados, la Universidad Icesi convocó a los directores
de los principales medios de comunicación del país
y de la región, a discutir acerca de la futura agenda pública
de Cali, con miras a las elecciones municipales de octubre. Asistieron
los representantes de la Revista Semana y de los diarios El País
y El Tiempo, quienes, en términos generales, coincidieron
en tres factores fundamentales que explican la crisis caleña:
el desacuerdo y la desconfianza entre ciudadanos y grupos; la debilidad
o carencia de líderes, y la débil respuesta de lo
público, ante los apabullantes problemas que ha enfrentado
la capital vallecaucana, en los últimos años.
Como
primera medida, la desconfianza ha sido un impedimento fundamental
para que se pueda llegar a puntos de encuentro colectivos (sector
público-sector privado, sectores económicos, socioculturales,
entre otros). Los últimos años han evidenciado la
dificultad para construir conjuntamente un proyecto de ciudad. A
lo largo de esta crisis, en vez de observar un esfuerzo por agrupar,
ha imperado la desconfianza del ciudadano en los demás y,
lo que es más grave, en lo público. Este fenómeno
requiere de los futuros gobernantes, una capacidad para generar
miradas plurales e inclusivas para el problema local. Una visión
parcializada o sectorizada de la situación pública
no nos permitirá salir de esta honda crisis colectiva que
ha afectado, como lo reconocen los medios, la autoestima de la ciudad
e, incluso, la autoconfianza de los ciudadanos.
Luego
viene el tema del liderazgo, el cual ha sido ampliamente discutido
a lo largo de la crisis. Caleños de todas las vertientes
han prescrito el problema y, aunque se corra el riesgo de caer en
el sobrediagnóstico es necesario recordarlo, para tener presente
que la solución a la crisis difícilmente vendrá
de una sola persona. Cali está altamente fragmentada y, en
esa medida, requiere el liderazgo de todos, no de uno sólo.
Los próximos líderes deberían ser capaces de
propiciar lo que el director de Semana, Alejandro Santos, denominó:
“acuerdo sobre lo fundamental en la ciudad”. Pero también
deberían apuntar a generar procesos individuales de reflexión
que impacten la percepción que de esta ciudad tenemos sus
habitantes. Un liderazgo individual y colectivo, orientado a la
valoración de lo público y lo ciudadano, como el primer
paso para forjar una nueva cultura cívica, basada en el respeto
por el otro y por lo de todos.
Y,
por último, está la necesidad latente de un sector
público más técnico y eficiente, propiciado
mediante la conformación de una nueva generación de
administradores públicos, basada en el merito, la transparencia
y la capacidad de gestión. Profesionales de alto nivel, con
una formación técnica rigurosa y una integridad impermeable,
que limite las posibilidades a la corrupción y las prácticas
clientelistas, en lo público. Cali requiere la conformación
de una 'elite' de administradores meritocrática y representativa
de los diferentes sectores de la sociedad, conformada competitivamente,
para manejar lo colectivo, con criterios técnicos y de eficiencia.
Una nueva concepción de gerencia de lo público, para
Cali.
Estos
tres temas no están lejos del análisis del ciudadano
común. La lectura de los medios es la misma de los ciudadanos,
afirmaba uno de los conferencistas. De hecho, esos tres elementos
reflejan, en alguna medida, el sentir de los caleños y sus
esperanzas para los años venideros. Pero esto es un proceso
mancomunado que nace de la base. La Cali del futuro requiere un
ciudadano que confía en sí mismo y en su ciudad, que
aprende a construir y cuidar lo de todos. Un caleño dispuesto
a defender lo sagrado de lo público, que elige y escoge bien
a sus líderes. Un ciudadano activo, atento a hacer seguimiento
a las políticas públicas, y a exigir que sus gobernantes
cumplan con la obligación de convertir a esta ciudad, en
una metrópoli competitiva, humana y con calidad de vida para
todos. Este ciudadano nace de cada uno de nosotros. Ese debería
ser nuestro deber, como responsables del cultivo de esos procesos
que todos queremos que se den, para construir esa nueva Cali.
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