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“Es necesario continuar buscando una equidad desde una mirada territorial, desde la episteme humanística y de las comunidades”

– Wolsher Castro

Desde el 2014, el joven Wolsher Castro trabaja para que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de Timbiquí, Cauca, se empoderen y participen políticamente en su territorio a través de acciones productivas y sostenibles. En esta entrevista con el CEAF, Wolsher habla sobre la educación en Timbiquí y el aporte de su organización, Jóvenes Empuja, a la transformación social y a la prevención de la violencia armada y de las economías ilegales en el municipio.

El Centro de Estudios Afrodiaspóricos – CEAF de la Universidad Icesi, tuvo la oportunidad de generar una conversación con Wolsher Castro para visibilizar su historia de vida y liderazgo: 

CEAF: ¿Qué nos puede contar de su historia de vida y que lo llevó a ejercer su liderazgo?

Wolsher Castro: Soy un padre negro, criado a la orilla del Pacífico sur colombiano, en el municipio de Timbiquí, Cauca. Nací en una familia de la Colombia profunda, que hace parte de las comunidades rurales del municipio; de ahí mis prácticas y mi cosmovisión. Estudié hasta la secundaria en Timbiquí. Después, tuve que salir porque ahí no estaba garantizada la educación. Para alguien del territorio, educarse no sólo implica pagar un enorme costo, sino herir sus propias tradiciones y tejidos culturales.

Fui a estudiar antropología para fortalecer empíricamente los procesos que se gestaban en el municipio a través del Consejo Comunitario Renacer Negro, al que pertenezco. También, para tomar la palabra en un territorio que, como otros territorios étnicos, era “manoseado” por terceros que llegaban a diagnosticar, re-diagnosticar, sustraer todo el conocimiento y llevarla a otros sectores sin ningún retorno, y para tomar la palabra en un municipio golpeado por la violencia, los problemas ambientales y sanitarios. Todos estos son procesos orquestados en aras de extraer las riquezas y al mismo tiempo de sembrar pobreza en el territorio.

Entonces, en 2014 inicié procesos con Silencio que grita, una organización que luchó por los derechos y las voces de la juventud. Se terminó porque no encontró eco en los y las jóvenes, pero tuvo un segundo momento cuando fundé una organización que, además de luchar por sus derechos, busca empoderarles como su nombre lo indica, Jóvenes Empuja.

CEAF: ¿Qué nos puede contar sobre Jóvenes Empuja?

Wolsher Castro: La organización nace en medio del limbo que generó el Acuerdo de Paz, en un momento fuerte de tránsito hacia los cultivos de uso ilícito y la minería a cielo abierto, economías emergentes que han generado deterioro socioambiental, empobrecimiento y violencia armada en el territorio, y que ponen a los jóvenes como un foco potencial para engrosar las filas de los grupos al margen de la ley.

Intenté resolver este problema, primero, abordando la problemática ambiental y sanitaria producto de la contaminación de las fuentes hídricas. A Timbiquí llega todo embotellado desde Buenaventura, pero nada sale. Por esto, cada que la marea del río subía, las botellas quedaban debajo de nuestras casas de palafito, unas construcciones altas de madera tradicionales en el Pacífico. Esas botellas, que empiezan a llenarse de agua, son perfectas para que los mosquitos que producen enfermedades como el dengue y el paludismo se proliferen; de hecho, en el Pacífico caucano tenemos la tasa de paludismo más elevada. Decidí enfrentarme a esa problemática mediante el reciclaje y educando en temas ambientales como la disposición y el manejo de los residuos sólidos. 

Me pregunté también qué hacer para que la juventud del territorio fuera escuchada y para romper con esos estereotipos, paradigmas e imágenes creados por nuestros mayores y mayoras sobre los jóvenes. Pensé entonces en una escuela itinerante de liderazgo, empoderamiento político, educaciones otras y disidentes que permitiera ocupar el espacio libre de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Pero no era solo ocuparles, sino que, dentro de ese espacio libre, desarrollarán capacidades que les permitieran tener una mirada crítica del contexto, así como construir un proyecto de vida alcanzable de acuerdo a lo que ofrece el territorio. 

CEAF: De esta manera, ¿cuál es la finalidad de Jóvenes Empuja?

Wolsher Castro: Jóvenes Empuja es un medio también para prevenir la utilización de niños, niñas, adolescentes y jóvenes en el conflicto armado, especialmente aquellos(as) de la zona rural porque ahí el riesgo de engrosar las filas de los grupos ilegales es más inminente en comparación a la zona urbana, y para formar una juventud promotora y escultora de todo lo que se va a recrear dentro del territorio. Necesitamos que sean ellos(as), y no personas externas, quienes se piensen la región del Pacífico, quienes se piensen una nueva forma de liderar, una nueva manera de administrar el territorio, una nueva forma de concebir la política.

CEAF: Tengo entendido que Jóvenes Empuja tiene una perspectiva de género.

Wolsher Castro: Sí. Yo ya venía pensando en un territorio igualitario, en donde se deconstruyera ese macho del Pacífico, esa masculinidad que está enmarcada en la estructura patriarcal de la región. Entonces, empecé una investigación con la Red Cantadoras del Pacífico Sur para mostrar cómo las mujeres comenzaban a romper las barreras políticas y laborales de esa estructura, a fortalecer su participación, a empoderarse y a deconstruir el machismo, a través del canto tradicional, uno que está transversalizado por la vida de quien habita en la región.

A partir de mi propia experiencia con esas sabedoras, matronas y cantadoras de la Red, decidí que la organización debía coadyuvar a ese proceso de reconocimiento social y económico de estas mujeres, de todo aquello que ya han venido cultivando y que no ha sido reconocido por las estructuras. 

CEAF: ¿Cómo se articularon los(as) jóvenes, adolescentes y niños(as) al proceso?

Wolsher Castro: Esto inició con un grupo de jóvenes de 10° y 11° de los dos colegios del municipio, que me escucharon y quisieron ayudarme en el proceso de reciclaje en Timbiquí. Con ellos y ellas empezamos a generar procesos de educación ambiental para todos los grados de sus colegios, para las familias y para la comunidad; a las casas llevamos folletos informativos y bolsas de basura los primeros meses para que las familias seleccionaran y separaran los residuos reciclables de los no reciclables.

También encontramos un escenario propicio para estimular en los hogares el hábito del reciclaje en los bingos de las mujeres de Timbiquí, quienes se reúnen con sus amigas en las tardes después de los quehaceres. Esa práctica nos permitió pensar en el “Ecobingo”, una actividad que hemos realizado cada año, excepto esta pandemia, y que se trata de un canje de 10 botellas plásticas por cada tabla.

CEAF: Orientándonos hacía lo estructural, ¿qué oportunidades ofrece el territorio para la juventud? Pregunto esto porque, históricamente, los resultados de las pruebas Saber 11° en Timbiquí muestran que menos del 1% de los(as) estudiantes logran las competencias suficientes y necesarias que les posibilitan ingresar a una universidad.  

Wolsher Castro: Varias cosas. Primero, el empobrecimiento, la violencia y las economías ilegales afectan la educación. La educación, por su parte, no responde a esas necesidades que enfrenta el estudiante. Como mencioné, en el territorio un niño que cumpla entre catorce y quince años ya es un potencial para esas economías. Entonces muchos desertan de la escuela porque encuentran en otras actividades una forma para subsistir, para llevar el pan a la mesa a sus hijos(as), a sus mamás y a sus papás.

Segundo, la educación que se brinda en Timbiquí es de muy baja calidad porque, a pesar de que nuestros docentes sienten amor por educar, el Estado no les brinda las condiciones necesarias a sus estudiantes para que puedan tener un desempeño que les permita ser competitivos frente a los(as) estudiantes que se encuentran en las ciudades. En un estudio que realicé al respecto, encontré que en Timbiquí se graduaban 500 estudiantes. De estos, solamente el 10% lograba continuar sus estudios: el 5% en la educación técnica o en cursos cortos, el 3% en el SENA y el porcentaje restante en la universidad.

Mientras la mayoría de estos salen a otras ciudades, el otro 90% se queda en otras prácticas como la agricultura, los cultivos ilícitos, la minería o entran a hacer filas. Quienes llegamos a las ciudades desde Timbiquí lo hacemos en desventaja: muchos no sabíamos leer, algunos no producíamos textos, y otros no teníamos la facilidad para socializar. Debíamos empezar de cero académicamente y además pasar hambre, porque comenzábamos a pagar arriendo, transporte y alimentación. Todo esto obligaba a ese 10% que salió a regresar sin haber terminado sus estudios. De alguna forma, sostenerse en esas ciudades es muy diferente a hacerlo en el territorio, porque aquí el vecino te pasa el plato de comida o el gajo de banano; en la ciudad uno no encuentra esas prácticas.

CEAF: ¿Es debido a este panorama que la educación es un elemento fundamental en los procesos de Jóvenes Empuja?

Wolsher Castro: Sí, la educación incide en todos nuestros procesos. Formamos desde eso que llamamos educaciones otras y disidentes, las cuales le permiten a los y las jóvenes conocer su propia realidad dentro del municipio y fuera del desde una mirada no colonial, para así potenciar los conocimientos de la educación “formal”. Por ejemplo, en el curso de movilizaciones sociales, movimientos afro, líderes y lideresas nos pensamos cómo podemos generar acciones productivas desde los sectores en los que estamos para transformar la manera en que actualmente se agencia el poder, se reparten los recursos, se configuran las estructuras gubernamentales o se piensa el Estado-nación, y cómo romper esas brechas y necesidades sentidas de las comunidades, pues si tú tienes acceso a educación, los demás también deben tenerlo y no de segunda mesa; si la educación es para todos(as), a todos(as) debe llegar con la misma fuerza.

Sin embargo, avanzamos un paso y regresamos otro cada que asesinan un líder o lideresa que buscaba equidad e igualdad para su territorio. Es complejo, pero necesario continuar buscando una equidad desde una mirada territorial, desde la episteme humanística y de las comunidades.

CEAF: ¿Cómo los procesos que usted lidera contribuyen a construir una sociedad más equitativa? Equitativa como usted la acaba de describir: con enfoque territorial y humanístico. 

Wolsher Castro: Los procesos que venimos realizando en Jóvenes Empuja apuntan a la equidad y, además, a la igualdad, porque todos y todas, sin distinciones de piel, pueden acceder al conocimiento para hacerse competitivos frente a otros sectores de la sociedad en términos educativos y laborales; posibilita que los y las jóvenes tengan voz para dialogar y voto para concertar sobre un tema importante. Esto es un golpe grandísimo a la guerra, al conflicto y a la violencia, porque Mambrú ya no va la guerra, Mambrú va a la escuela y cada niño, cada niña, cada adolescente, cada joven que hace parte del proceso nos recuerda a este Mambrú.

Como mencioné, en Jóvenes Empuja pensamos cómo nuestras acciones en el territorio pueden hacer otros mundos posibles. Asimismo, somos un clúster de personas que apoyamos esas acciones y que buscamos que las comunidades no sufran debido a algunas de sus necesidades humanas insatisfechas.

CEAF: ¿Qué sigue ahora para Jóvenes Empuja?

Wolsher Castro:  Ahora estamos buscando realizar una alianza regional Guapi-López-Timbiquí para realizar la escuela de liderazgo en estos territorios y replicar una cartilla pedagógica, que ha sido el producto de nuestra experiencia en las versiones pasadas de la escuela. 

CEAF: Ante este contexto coyuntural que experimenta el mundo ¿qué ha significado la pandemia del COVID-19 para el territorio?

Wolsher Castro: Cuando inició la pandemia escribí un artículo sobre por qué las herramientas de prevención frente al COVID-19 respondían solamente a la realidad de las ciudades y del centro del país, y por qué es este el modus operandi de las instituciones del Estado-nación. Se habló sobre la importancia del lavado continuo de manos, por ejemplo. Sin embargo, Timbiquí no tiene agua potable. Entonces, en muchos barrios, si se acaba el agua del tanque que se llenó cuando llovió y en los ocho días siguientes no vuelve a llover, ya no hay más agua y, por tanto, no hay cómo cocinar o comer. En mi caso, tengo que ir a la casa del vecino, o a la casa de mi papá que está en otro barrio, para recoger agua no potable que les llega solo durante una hora en la mañana. Se dijo también que no podían estar más de diez personas en un mismo lugar cuando en el Pacífico una familia promedio tiene siete integrantes, y se pidió que no saliéramos de casa, pero en Timbiquí no hay fuentes de empleo formal, además de la Alcaldía, que responde a sus propias lógicas políticas para la contratación, y del banco, que solo emplea a tres personas: al gerente, al cajero y a un asesor. Además, nuestro hospital es un centro nivel uno, no cuenta con profesionales con experiencia en el tema de pandemia. 

En comparación a otras ciudades del país y de otros países, los azotes de la pandemia no fueron muy fuertes en el territorio, pues aquí recurrimos a nuestros saberes ancestrales y a la medicina tradicional que, aunque no están avaladas por el método científico, a nosotros nos ha permitido resistir y re-existir en medio de todo. Nuestros saberes y medicina deberían de ser respetados como se respetan otras lógicas occidentales.

El gobierno trató de confrontar la pandemia y sus problemáticas, pero no desde las comunidades.

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