“Si un territorio como el Distrito de Aguablanca pudiera aniquilarse con una bomba y eso no tuviera mayores implicaciones, se haría porque las vidas negras no importan ni en esta ciudad ni en el país”
– Mauri Balanta
Mauri Balanta hace parte de la Casa Cultural El Chontaduro, ubicada en la zona del Distrito de Aguablanca en Cali. Actualmente estudia comunicación intercultural y se auto-reconoce como una persona negra, Queer y popular.
El Centro de Estudios Afrodiaspóricos – CEAF de la Universidad Icesi, tuvo la oportunidad de generar una conversación con Mauri Balanta para visibilizar su historia de vida y liderazgo:
CEAF: ¿Qué nos puede contar de su historia de vida y que la llevó a ejercer su liderazgo?
Mauri Balanta: Me reconozco, me identifico y me proyecto socialmente como negra, Queer, popular, activista, investigadora, gestora cultural, realizadora audiovisual, comunicadora y educadora popular. Actualmente estoy realizando mis estudios en comunicación intercultural. También soy integrante de un grupo de investigación internacional activista llamado Interseccionalidad, adscrito al Centro de Estudios Afrodiaspóricos de la Universidad Icesi y que enfoca toda su labor en analizar las dinámicas de opresión en términos de género, sexualidad y espacialidad racializada en Cali. Desde allí intentamos contribuir a la construcción de otras narrativas y otras teorizaciones más cercanas a lo que somos como personas negras.
Y, desde hace 8 años, hago parte de un proceso que ha sido mi escuela política, la Asociación Casa Cultura El Chontaduro, una organización comunitaria y de base popular que ha llegado a convertirse en un referente en la lucha por la justicia racial y la emancipación política de la gente negra en el Oriente de Cali, especialmente, de las mujeres negras, la juventud negra y la población LGBTIQ+ negra de esta área de la ciudad. Gran parte de mi activismo está en el Distrito de Aguablanca. Todo esto define bien mi presencia en términos sociales y el lugar desde el cual intento caminar.
CEAF: ¿Por qué es necesario enunciar que su presencia es interseccional?
Mauri Balanta: Siento que encarno una existencia donde la raza y el género amplifican la ausencia de derechos, precisamente porque estas dos categorías expresan los lugares más grandes de sumisión a la dominación blanca en sus bases patriarcal, colonialista y capitalista. Conecto con una noción de Hortense Spillers, “género racializado”, para expresar cómo esta subjetividad que encarno ha sufrido los condicionamientos propios de las relaciones raciales que han sido establecidas desde la colonialidad.
En ese sentido, mi praxis política se afirma desde el reconocimiento de mi negritud y anunciándome a mí misma desde una identidad afrofemenina, pues también reconozco que esa negritud femenina representa el territorio mismo de la dominación y la negación de la humanidad.
CEAF: ¿Y por qué enfocar su activismo en el Oriente de Cali?
Mauri Balanta: El Distrito de Aguablanca compone una geografía muy marcada en la injusticia, que se puede traducir en niveles muy elevados de violencia, vulneración de derechos humanos, violencia sexual, homicidio, feminicidios y brutalidad policial. Es una de las áreas periféricas de Cali que está habitada principalmente por una población empobrecida y racializada que ha llegado a este territorio por el desplazamiento y lo ha construido en medio del abandono del Estado.
El Distrito habla sobre una historia constituida en el calor mismo del conflicto armado y de todas estas migraciones que se dieron especialmente de la Costa Pacífica. Esa población ha llegado a una ciudad como Cali para ser revictimizada por un modelo de ciudadanía urbana que se alimenta de este racismo constituyente de la idiosincrasia blanco-mestiza y burguesa caleña, que se hace llamar caleñidad, y que niega la posibilidad de reconocer una ciudadanía a esta negritud y, por ende, la posibilidad de vivir en condiciones dignas.
CEAF: Cuando un cuerpo afro con todas esas interseccionalidades vive en medio de ese modelo racializado de ciudadanía urbana, ¿qué emociones y sentimientos emergen?
Mauri Balanta: Una manera de resumir la amplitud de esa emocionalidad racializada es la proclividad de esos cuerpos a la muerte. En otras palabras, la muerte nos es demasiado posible y está muy presente. Eso produce un miedo constante que debemos aprender a administrar, junto con los riesgos de hacer parte de sociedades donde se normaliza la violencia, la criminalización y la discriminación hacia la gente negra.
Como lo mencioné, eso responde a los modos de relación que fueron creados desde la colonialidad, en los cuales la gente negra continúa siendo condenada a vivir una ciudadanía de segunda clase y está acostumbrada siempre a verse desde lejos: Allá los negros y sus cosas. La negritud fue una invención del sistema colonial para hacer de nosotres algo totalmente fungible, cosificable, desechable, explotable, violentable y nunca humanizado. En esa medida, y hablando de emociones, creo que para todas las personas que reconocemos los alcances del racismo en nuestra vida sabemos que hay una inferiorización totalmente tolerada.
CEAF: ¿A qué se refiere con esto último?
Mauri Balanta: Es lo que hace que cuando nos maten nadie se mueva. O cuando matan a una mujer negra trans, eso sea insignificante porque es precisamente la forma en que la dominación ha querido configurar nuestra subjetividad. En mi caso, me siento como una subjetividad muy vulnerable en todos los aspectos de mi vida. Sin embargo, los he politizado para seguir en ese proceso de nombrar y describir nuestras situaciones, problemas y realidades fuera de esos muros y marcos de análisis que han estado organizados desde la lógica dominante.
Entonces mi emocionalidad y todo lo que puedo expresar a través de ella está politizado desde una necesidad de re-existencia, porque de otro modo no podría existir en estas relaciones de poder en las que estoy inmersa. Abrazo también el politizar, reconocer, elevar y visibilizar mi emocionalidad como una manera de defender lo que soy y de confrontar esa estructura racista, homolesbitransfóbica o la queerfóbica.
CEAF: ¿Entonces politizarse es necesario para re-existir?
Mauri Balanta: Creo que lo primero es colectivizarse. Esa ha sido una forma de re-existir. Yo no pienso mi lucha sin inscribirla en un proyecto político o de colectividad más amplio. Si se puede decir de esta manera, mi liderazgo en el Oriente de Cali, específicamente en el Distrito Aguablanca, desde la Casa Cultural El Chontaduro, me ha brindado los elementos esenciales para poder comprender y transformar esas realidades que yo experimento, ese por qué estamos como estamos, esos discursos que han reducido la existencia de las personas del Oriente a un problema que ha traído las desarmonías y desbalances en la construcción social y cultural de la ciudad.
Eso es bastante contradictorio, porque el cuerpo negro se le ha atribuido un lugar de bien cultural, que ha sido administrado e intervenido bajo las convenciones del desarrollo social y económico, y dibujado también desde unas políticas multiculturalista, pero nunca reconocido en su valor y en su sentido más amplio de ciudadanía. Por ejemplo, en el Petronio Álvarez somos la sensación, pero cuando termina la fiesta nos matan, nos violentan, nos empobrecen y nadie quiere saber nada de lo negro. Desde ahí también se explica cómo, en el segundo enclave urbano más grande de Latinoamérica, la población negra aún detenta los lugares más bajos en términos de calidad de vida y protección social.
La manera en la que siento que se puede sobrellevar mejor esas realidades es fortaleciendo nuestras propias capacidades y dando más poder a nuestra comunidad para que se enuncie, represente, proponga e incida sobre esos condicionamientos propios de ser una persona negra o una persona negra Queer. En un territorio como el Oriente de Cali hay mucha fuerza creativa y demasiada gente pensándose el territorio. Sin embargo, esto siempre está de cara a unas limitaciones muy grandes en términos de oportunidad.
CEAF: ¿Cuál es el significado que tiene para usted el haberse unido a un proyecto político y de colectividad como el de la Casa Cultural El Chontaduro?
Mauri Balanta: He conectado fuerte y profundamente con ese potencial creativo y transformador de mi comunidad a través de procesos con la juventud y desde herramientas o medios como la realización audiovisual. Ahí encuentro un escenario muy inspirador y poderoso porque esa juventud es capaz de analizar conscientemente su profunda su realidad, no solamente para reconocerla, sino para construir otros relatos contrahegemónicos. Porque claro, bajo el imaginario colectivo tradicional, el o la joven del Distrito de Aguablanca es criminal, drogadicto, prostituta o pandillero. He sido una persona que ha crecido en el Distrito y que a diario ha visto en sus recorridos por el territorio la injusticia racial, que es la muerte misma. Cuando me encuentro con el asesinato de un joven o sé de alguna chica que no puede estudiar, me veo reflejade también en esas situaciones. Es duro abrirse camino en medio de un sistema que reduce tu existencia a prácticamente la deshumanización.
Asumir un liderazgo social en este sistema es un riesgo enorme, especialmente para los líderes y lideresas que viven la racialización y en el marco del gobierno actual, que es claramente un gobierno que no apuesta por el poder de estos liderazgos sociales, sino que les ve como un obstáculo grande. Entonces es un riesgo, un riesgo que hay que tomar porque de otro modo no hay caminos ni posibilidad para un cambio. Un cambio tan necesario en esta sociedad que, aunque asume la democracia, la igualdad y los derechos, no cuestiona la normalización de las violencias que vivimos como gente negra.
Los 5 chicos asesinados en Llano Verde son una muestra de la sistematicidad de los asesinatos a los jóvenes negros y de la tolerancia de esa sociedad que no es racista, sino antinegra. Nosotres estamos en una sociedad antinegra, en la cual hay una relación directa entre ese estatus de ciudadanía y todos los condicionamientos raciales que son constituyentes de la legalidad. Entonces a nosotres nos matan, explotan, marginalizan, violentan y no pasa nada.
CEAF: ¿A qué se refiere con Nosotres estamos en una sociedad antinegra?
Mauri Balanta: El que no pase nada frente a la matanza, explotación, marginalización y violencia contra los cuerpos negros no se puede explicar solamente asumiendo que hay un racismo. Se explica mejor reconociendo que hay una lógica antinegra. Recuerdo al profesor Jaime Alves sugiriendo que si fuera sencillo para la hegemonía exterminarnos con una bomba lo haría. O sea, si un territorio como el Distrito de Aguablanca pudiera aniquilarse con una bomba y eso no tuviera mayores implicaciones, se haría porque las vidas negras no importan ni en esta ciudad ni en el país.
Eso se demuestra día tras día cuando muere gente negra, cuando asesinan liderazgos sociales negros, cuando se criminaliza, se empobrece y se continúa condenando a la niñez y a la juventud a esa falta de oportunidades, sometiéndoles a una muerte lenta cuya última instancia es la muerte física. Es un largo camino de matar el espíritu, la psiquis, la energía, los sueños y la subjetividad. Por esto, asumir un liderazgo en Colombia en términos raciales aumenta tu riesgo de morir.
CEAF: ¿Cómo cree usted que se puede transitar de un régimen racializado o antinegro hacia un verdadero régimen democrático de derechos para la población negra?
Mauri Balanta: No soy muy optimista, porque siento que el Estado y la democracia están basados y han producido instituciones que mantienen el legado de la colonialidad. Es decir, ¿quién, si no el Estado, se encarga de reproducir el tipo de ciudadanía que tiene la gente negra? ¿Cómo aspirar a un reconocimiento distinto de la negritud en lo legal cuando se necesita de la negritud criminalizada para poder justificar la seguridad en términos democráticos? La brutalidad policial en el Oriente es descarada, sin un mínimo de consideración. Entonces, para nosotres es muy difícil concebir al Estado como una instancia que garantiza la vida.
Apuesto mucho más por un fortalecimiento de la resistencia. Aunque es difícil, es cierto que hay unos valores y propósitos mucho más sentidos y honestos frente a la construcción de un proyecto de sociedad distinto, de relaciones solidarias y de relaciones que permitan impacto político más amplio. No obstante, las intervenciones generalmente fallan en términos de movilizar a las comunidades en la búsqueda de respuestas endógenas y creativas a los problemas locales. Precisamente porque no se reconoce el acumulado experiencias y estrategias sociales que la misma comunidad desarrolla.
CEAF: Según lo que usted ha descrito, entonces ¿qué es la equidad?
Mauri Balanta: La equidad es una deuda que evita pagarse. Hay una autora que habla de la comunidad soñada y cómo la fantasía de la comunidad soñada se vuelve un lugar muy efectivo para la auto-redención política y la autonegación de la complejidad racial desde esos discursos no negros de sensibilidad que se enuncian a sí mismos como custodios de la justicia social y evocan una defensa legitima de los derechos. No obstante, estos discursos no tienen voluntad para contar qué ha pasado después de esa esclavización.
Creo que hablar de equidad implica preguntarnos qué estamos aspirando en términos de sensibilidad frente a la situación de la negritud o cómo esperamos ver a la población negra. Esa respuesta puede ser devastadora para mucha gente porque sencillamente no conciben unas formas sociales donde lo negro no esté en ese lugar de inferiorización. Alguien necesita estar en esa posición. Alguien tiene que ser la contraparte en esa relación de poder. Además, si nosotres pensamos en la cuestión de la antinegritud como algo fundante del Estado, entonces este, sus instituciones y la sociedad tendrían que desaparecer de la forma como les hemos concebido para, de alguna manera, pensarnos la vida para la gente negra.
CEAF: ¿Cómo sería el Distrito de Aguablanca si hubiese justicia en términos raciales?
Mauri Balanta: Pues habría más oportunidades y nos encontraríamos de cara a una población supremamente valiosa en términos creativos, transformadores y propositivos. Si hubiese justicia se desmantelaría toda la arquitectura de la vida periférica. Es decir, el Estado no estaría allí produciendo la muerte social ni física a través de sus instituciones. Si hubiese justicia habría ahí vida digna; me refiero a que se tendría el acceso, los recursos y las posibilidades que la gente no racializada tiene dentro del sistema. Yo me imagino un Distrito que pueda ser reconocido como Cali y que sus habitantes tambén se reconozcan en esa ciudad que está racialmente dividida. Si hubiese justicia racial, el derecho a la ciudad sería experimentado por la gente negra con la misma plenitud con la que lo vive la otra Cali.
De esta manera, he hecho del Oriente de esta ciudad mi plataforma de lucha. Intento promover desde mi voz ese cambio que necesita generarse de manera más endógena y que, por ser endógeno, ese cambio garantice condiciones más duraderas y sostenibles. Creo mucho en la cualificación de las resistencias, las solidaridades y su impacto político. Entonces, trabajar en El Chontaduro con les jóvenes y las mujeres en términos de formación e incidencia política es una manera de cualificar esas resistencias y solidaridades.