eNCUESTA OEM
Encuentre los resultados de nuestras mediciones anuales
Encuentre los resultados de nuestras mediciones anuales
Entendida desde el lugar de la mujer en los espacios individuales, colectivos, sociales y simbólicos que la habitan y que habita. La autonomía no es un producto terminado sino en construcción; de ahí que para ser autónoma se requiera la otredad, no desde el lazo de la dependencia, sino desde la posibilidad, el reconocimiento y la potencialidad.
Los modelos clásicos consideran que uno de los objetivos fundamentales de la sociedad responde a maximizar las actividades humanas en términos productivos, por lo cual no se tiene presente las relaciones de poder entre los géneros, lo cual impacta directamente en la vida de las mujeres. Por lo anterior surgen modelos alternativos como el que aborda Amatya Sen, en la ampliación de la oportunidad de las personas. Este enfoque se concentra entonces en la valoración de libertades fundamentales y en lo que las personas están en posibilidad real de hacer con lo que tienen; de igual manera expone que la agenda política y social debe concentrarse en ampliar las capacidades de las personas, considerando su nivel de libertad para vivir la vida que consideran valiosa vivir.
La autonomía representa entonces, un componente fundamental para la igualdad y la equidad entre mujeres y hombres, que además de propiciar el ejercicio de derechos, promueve la libertad de los individuos y da cuenta importante de la democracia en la sociedad. De esta manera, y en términos de género, la definición de autonomía radica en la posibilidad de las mujeres para constituir una identidad manifestada en el pensamiento y la acción a partir de su propia elección, para lo que además se requiere disponer de bienes particulares y acceder a espacios de poder individual y colectivo, en los que se encuentre con plena capacidad de tomar decisiones sobre su vida y aquello que considera importante para vivirla, en condiciones que favorezcan estas posibilidades. En este sentido, Fernández (1999) aclara que comprender así la autonomía, implica saber que no depende exclusivamente de la subjetividad de los individuos.
Teniendo pues en cuenta la importancia de la autonomía, la libertad y la agencia de las mujeres, se espera que los avances generados en el Observatorio para la Equidad de la Mujer puedan incidir en la política pública e impactar en la indagación y acción sobre la vida de las mujeres desde sus propias perspectivas, necesidades y capacidades, considerando a su vez diversas variables de influencia: condiciones sociales, edad, etnia, ingresos económicos, participación política, vida reproductiva, entre otras; las cuales se desarrollarán a través de las tres dimensiones que nos convocan; tres grandes dimensiones en clave de autonomía –en términos de acceso y capacidad de decisión sobre-, que serán la guía para el proceso de medición sistemática y posterior incidencia en política pública, que se realizará desde el Observatorio para la Equidad de las Mujeres: Autonomía personal y familiar, Autonomía económica y financiera, y Liderazgo y participación pública.
Esta dimensión aspira a examinar los asuntos que explican, restringen o potencian la autonomía de las mujeres en los ámbitos más próximos y personales de su experiencia vital. Para definirlos, y distinguirlos de otras dimensiones, se acudirá a una perspectiva espacial que remite a autores como Elias y Béjar. Así, la unidad de análisis se desplegará en dos “espacios”: el hogar y el cuerpo. Esto, bajo el supuesto de que la autonomía en la vida hogareña y corporal supone la integración compleja de los y las otras en esos rituales de pensamiento, decisión y acción. la autonomía se realiza también, y sobre todo, en colectivo.
Se entenderá la autonomía financiera y económica como una noción amplia que hace referencia a la capacidad y condiciones materiales con que cuentan las mujeres para tener un efectivo control sobre su propia vida. Este sentido general de la autonomía financiera y económica conjuga dos conceptos analíticos y tres categorías temáticas. Ser una mujer autónoma en términos económico-financieros es contar con cierta independencia financiera que posibilite tomar decisiones que se tienen razones para valorar; y además es tener cierto control o participación sobre las decisiones de asignación, distribución y disfrute de los recursos. La independencia financiera significa tener los medios para auto-sostenerse económicamente manteniendo una buena calidad de vida, y para decidir libremente el destino de sus ingresos sin requerir la autorización de un tercero.
Estos dos conceptos analíticos (independencia y participación) análogos a las nociones de “salida” y “voz” (Hirschman) son graduales e identificables a través de tres categorías temáticas: mercado laboral, servicios financieros y propiedad.
La dimensión de lo público se entenderá a partir de dos sentidos. El primero, como espacio físico propio de la ciudad: el espacio público. Este último es un escenario de diálogo y alcance de los cambios democráticos y sociales relacionados con la democracia liberal. Para el primer sentido se tomará la crítica feminista al espacio público, reconociendo que no es un espacio indiferenciado al cual llegan las y los ciudadanos en pie de igualdad.
En cuanto al segundo sentido de lo público, se tomará a partir de la participación. Esta se comprenderá como la incidencia en la toma de decisiones por parte de las y los ciudadanos. Así, para esta dimensión se tomarán las siguientes categorías: acceso al espacio público, sus usos y prácticas; la participación, prácticas efectivas en el debate público, prácticas electorales, pertenencia a asociaciones u organizaciones y su rol dentro de las mismas.
El instrumento diseñado por el Observatorio para la Equidad de las Mujeres busca dimensionar y comprender en qué medida las mujeres de la región gozan de autonomía – o la capacidad de tomar decisiones sobre su bienestar e intereses propios -. En este sentido, el instrumento apunta a conocer no solo el empoderamiento de las mujeres en la toma de decisiones sino también si la participación de éstas puede darse en condiciones de igualdad material.
Para estos propósitos, el estudio distingue entre las dimensiones de igualdad y de equidad, entendiendo a la primera de estas categorías como el acceso paritario a oportunidades y derechos, o, en otros términos, el trato idéntico y sin discriminación a las personas, y de manera particular a hombres y mujeres. La segunda; la equidad se entiende como una forma de justicia material en el sentido en que, más allá de garantizar igualdad legal de mujeres frente a hombres, esta condición permite el tratamiento diferencial cuando así sea necesario.
Con el ejercicio de medición del Observatorio se pretende conseguir datos objetivos y veraces acerca de la situación de las mujeres en cuanto a su posibilidad de decidir y procurar acceder a mejores condiciones de vida. Sin embargo, se entiende que esta medición del bienestar de las mujeres registrado a través de su capacidad de ejercer autonomía, se enmarca en un contexto de persistentes inequidades históricas para ellas: Las mujeres se enfrentan aún hoy a normas sociales y culturales que las ubican como subordinadas y gracias, en parte, a estas concepciones, sufren limitaciones en ámbitos familiares, económicos, laborales y políticos.