Mujeres en el mundo

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Escrito por: :Luisa María Oviedo Espinosa

Estudiante Maestría en Gerencia para la Innovación Social

 

Tenía 10 años de edad la primera vez que fui acosada por un hombre. Era apenas una niña que, en compañía de su abuela, madre y hermana, conocía por primera vez el Cerro de las Tres Cruces en Cali. Recuerdo muy bien cómo lucía ese hombre, era un policía que se atrevió a opinar sobre mis senos que apenas empezaban a desarrollarse. Sentí culpa, sentí asco y me señalé cruelmente durante mucho tiempo, diciendo que no quería que mis senos se desarrollaran más, por el miedo que me daba tan solo el pensar que algo así podría sucederme de nuevo. No solo era un hombre y policía, también era un pederasta, pero para todos era absolutamente normal este comportamiento en un hombre y lastimosamente lo sigue siendo para muchos.

13 años después, hice el ejercicio de salir de mi casa y contar las veces en que un hombre me acosaba en la calle: 19 hombres sintieron que yo era tan solo un trozo de carne del cual podían opinar porque sí y que estaba ahí para su entretenimiento. Esa noche al llegar a dormir a mi cama, lo único que pude hacer fue llorar debido a la impotencia que sentía al saber que aun cuando decía: “¡déjame caminar tranquila!” o “no me digas nada, no necesito tu opinión”, mis negativas no generaban ningún cambio en esos comportamientos aberrantes que se instauran como si fueran naturales en los hombres que me topé y que me sigo topando a diario.

 

La violencia de género es una enfermedad social y el acoso callejero es tan sola una de los cientos de formas que se puede violentar a una mujer. Desafortunadamente parece ser que nacer mujer en esta sociedad es aceptar lidiar con una carga que nunca pediste soportar y es tener que ingeniarte día a día maneras muy creativas para hacerte valer, como si tu propia existencia como mujer no fuera símbolo de respeto, de derechos, de igualdad.

 

Con el tiempo conocí el feminismo; cuando en un intercambio en Perú tuve la oportunidad de enseñar inglés como un escape y entretenimiento, a niñas que habían sido víctimas de maltrato familiar, violencia de género, abusos sexuales, entre otras cosas terribles; ahí me di cuenta de dos cosas horribles, primero, ese día que fui acosada por ese policía pudo haber sido peor; segundo, millones de niñas y mujeres en varias partes del mundo no tienen la oportunidad de decir eso, porque tristemente para ellas sí fue peor. Ahí descubrí que la violencia de género era una enfermedad para esta sociedad, pero que había una cura: el feminismo.

 

Alguna vez en una clase nos dijeron que estábamos obligados, como líderes de innovación social, a salir y contar nuestras historias; así que esta es la mía sobre cómo el feminismo no solo transforma mi vida, sino la de miles de a lo largo de la historia.

 

Como mencionaba anteriormente, ser mujer implica ser creativa para protegerte de este mundo un poco (muy, -quizás demasiado-) misógino; a lo largo del planeta surgen a diario iniciativas sociales que nos respaldan, nos protegen, nos empoderan, nos acogen. El movimiento feminista en sí, es un gran ejemplo de innovación social. Como dice Chimamanda Ngozi (2012) hablar de género nunca es fácil, pone a la gente incómoda y a veces irritable, tanto hombres como mujeres muestran resistencia a hablar de los problemas de género, porque pensar en cambiar o alterar el status quo siempre es incómodo.

 

Eso justamente es la innovación social, ir tras un problema social para tratar de cambiarlo, es incomodar a las personas en el proceso para plantearnos nuevas realidades, es encontrar infinita cantidad de soluciones para generar cambios masivos, romper paradigmas, cambiar esas relaciones de poder y las percepciones que se tienen sobre temas específicos. La innovación social, así como el feminismo, cambian comportamientos y crean nuevas realidades, más justas, más sanas, más sostenibles.

 

Tanto la innovación social como el feminismo, traen consigo “nuevas ideas que conocen necesidades desconocidas” (Mulgan et. al, 2006); esto quiere decir que constantemente nacen nuevas ideas a necesidades sociales que siempre han estado ahí pero que lastimosamente por otros factores no hemos podido reconocer y verlas con otros ojos. En el caso del feminismo, nos excusamos durante muchos años de historia diciendo que la desigualdad de género como era cultural se podía justificar, pero lo que no veíamos es que la cultura cambia constantemente así que ¿por qué no cambiar esa cultura y transformar esos paradigmas en sociedades más justas para las mujeres?

 

El nivel de importancia del feminismo y su rol de agente de cambio en la sociedad es de tal magnitud que se mueve en todos los espectros de la innovación social. Cuenta con presencia en la intervención social, como los programas de prevención que se realizan en distintas fundaciones o entidades como Profamilia, en los que constantemente se les enseña a las niñas y jóvenes más información acerca de sus cuerpos y la forma de protegerse contra ITS. También el feminismo está presente en la economía social, como el comercio justo para mujeres campesinas en Paraguay y en otros países latinoamericanos basándose en la economía solidaria y en las asociaciones de mujeres que se ayudan las unas a las otras con la venta de sus productos orgánicos. Además, hay varias propuestas de emprendimiento social feminista, por ejemplo, AdaLab, una start up que invierte en mujeres con dificultades de empleabilidad para potenciar sus habilidades; y finalmente las empresas sociales y los negocios sociales, que buscan siempre generar cambios sociales sistémicos de largo plazo.

 

En un inicio mencioné que existen cientos de formas de perpetuar la desigualdad y la violencia de género. Afortunadamente el feminismo y la innovación social tienen no solo una solución sino varias para cada uno de esos problemas que tenemos que enfrentar como mujeres.

 

Aaitsme es uno de los maravillosos ejemplos sobre el empoderamiento y los estereotipos de belleza que afectan a una comunidad en específico: mujeres con alopecia areata. Aaitsme comenzó como un blog personal de una mujer que a sus 26 años se quedó completamente calva, aquí compartía anécdotas y consejos, pero prontamente se convirtió en una empresa que vende pelucas personalizadas para mujeres en su misma condición y da talleres de couching y concientización de esta enfermedad.

Por otro lado, Mamotest descubrió un problema en particular en Argentina. Muchas de las mujeres que viven en las provincias de dicho país no cuentan con la accesibilidad para la toma de exámenes mamográficos. Mamotest creó una red de profesionales que practican telemamografías, para así ayudar a detectar de manera temprana el cáncer de mama.

También, durante muchos siglos la balanza de la crianza ha estado desequilibrada; Ágatha, una empresa creada por Marcela Lozano psicóloga y doula de la ciudad de Cali, busca que se generen mayores vínculos entre padre, madre e hijos, durante los procesos de embarazo, parto y postparto. Busca eliminar la crianza como algo exclusivo de la madre y que involucre también el rol paterno. Esto lo logra a través del acompañamiento a los padres durante esos tres procesos y la entrega de herramientas para diseñar y asegurar un hogar cargado de amor para una nueva vida que llega.

 

En el otro extremo del mundo pasan cosas mucho más fuertes, como el terrorismo sexual en la República del Congo. Mujeres, jóvenes y niñas, son violadas como mecanismo de guerra por los grupos guerrilleros africanos, para aterrorizar a las comunidades y así quedarse con el territorio libre para la explotación de coltán (City of joy, 2018). Es de esta forma como se crea una comunidad – escuela, que busca brindar protección durante un tiempo y enseñar mecanismos de defensa, empoderamiento después de un abuso sexual, reconocimiento del cuerpo y de la identidad y la recuperación de la fe en la vida de mujeres víctimas de violencia de género. Han graduado a 1100 mujeres desde que inauguraron la escuela en el 2011.

 

Así como este grupo de mujeres, hay miles en toda la historia de la humanidad. Creemos que es algo de ahora, pero para mostrar que la innovación social y el feminismo se encuentran en cada espacio temporal, podemos hablar de Sarah Breedlove más conocida como Madam C.J. Walker, una afroamericana nacida en el año 1867, que sufrió pérdida de cabello, lo que la llevó a crear su propia línea de cuidados para el pelo de mujeres afro en el año 1905. Se volvió una empresaria millonaria, además de filántropa, en una época donde había segregación racial. Todo un triunfo para mujeres que sufrían de su misma condición, pero también para demostrar la igualdad que merecían las mujeres afro incluso frente a mujeres blancas de la época. (A&E Television Networks, 2014)

 

Y así podríamos continuar con una lista de ejemplos sin fin: campañas de acompañamiento a mujeres en discotecas que se sienten vulnerables; esmaltes de uñas que cambian de color cuando se sumergen en bebidas alcohólicas que tienen sustancias o drogas. El feminismo no solo es un movimiento social, no son un montón de mujeres enojadas como algunos creen; es una manera de enfrentar la vida desde la igualdad, una forma muy valiente de crear una comunidad de mujeres que se apoyan unas a otras. El feminismo y todas sus formas de expresión como manifestaciones, talleres, conversatorios, emprendimientos, comunidades, debates, empresas sociales con perspectiva de género, son lo que me dan la seguridad de que algún día la balanza estará equilibrada, para así salir a la calle y no temer.

 

Vamos por buen camino, porque hemos generado, gracias al feminismo y a la innovación social, muchas maneras para rediseñar nuestras formas de vivir y también las maneras en las que nos relacionamos los unos con los otros. Hemos alterado y creado nuevas dinámicas. Las mujeres ahora tenemos más presencia y estamos agregando más valor a todos los campos posibles: salud, educación, política, medio ambiente, tecnología, economía, entretenimiento. Es así como el feminismo produce soluciones multidimensionales y su presencia es notable en todos y cada uno de esos aspectos, como en cada región del planeta se podrán encontrar comunidades de mujeres que buscan la igualdad de género.

 

 Referencias bibliográficas

 

Ngozi, C. (2012) We should all be feminists.

 Mulgan, G. (2007) Social Innovation, what it is, why it matters and how it can be accelerated.

 Luchak, A. (productora) y Gavin, M. (directora). (2016). City of joy [documental].

 

A&E Television Networks (2014) Madam C.J. Walker Biography. Recuperado de: https://www.biography.com/people/madam-cj-walker-9522174

 

British Council. (2017). Activist to entrepreneur: the role of social Enterprise in supporting women’s empowerment in the US.

 

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