La universidad es uno de los pilares fundamentales del desarrollo humano y del fortalecimiento del pensamiento crítico. Está muy claro que el contexto universitario permite explorar en sus participantes la esfera del conocimiento y el cuestionamiento del mismo. Sin embargo, la exploración de este proceso debe ir acompañado de recursos que faciliten el entendimiento y la toma de posición. Es decir, de nada sirve tener las más grandes intenciones de aprender y cambiar el mundo, si no se tienen las capacidades necesarias para llevarlas a cabo. De tal manera, el propósito de este escrito es establecer que se hace imprescindible continuar fortaleciendo los procesos de lectura, escritura y oralidad en el proceso educativo de cada estudiante.
La universidad, como centro de aprendizaje, transmite mucha información que los estudiantes necesitan retener y, de alguna manera, transmitir. Por lo tanto, cada alumno necesita tener un buen nivel de lectura para poder comprender cada texto y, al mismo tiempo, aprender de ellos. Por otra parte, el estudiante necesita expresarse de forma escrita u oral. Es importante que sea capaz de presentar bien sus ideas, para que así los receptores de dicha información, en este caso sus docentes, puedan entenderla, apoyarla o calificarla.
Un camino para alcanzar estos buenos resultados académicos es establecer tiempos de lectura. Es decir, se debe crear el hábito, como quien va a hacer ejercicio o le dedica tiempo a una actividad; lo importante es permitirse o, mejor dicho, exigirse alcanzar una meta para poder cumplirla. Pero ¿cómo conseguirlo? Por ejemplo, la oralidad se mejora cuando se enfrentan conversaciones de corte académico en las que se debe debatir y exponer un punto de vista. Por su parte, para perfeccionar la lectura, se puede empezar por textos infantiles, pues parecen ligeros y que no demandan tanto esfuerzo cognitivo; para después subir la dificultad con libros clásicos para tener más conocimiento, entender la época en que fue escrito y su importancia en nuestros días.
Para terminar, la lectura, la oralidad y la escritura tienen una curva de aprendizaje parecida a la de un deporte convencional. Cuanto más practiquemos y reforcemos nuestros puntos débiles, mejores serán los resultados que veremos al final. Por ejemplo: expansión de nuestro léxico, fluidez al momento de hablar, mayor concentración y mejor argumentación para la defensa de nuestras ideas. Además, somos seres sociales que requerimos de estas habilidades para vivir plenamente dentro de los ambientes en los que nos desarrollamos.