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Ceremonia de Grados Posgrados Icesi – febrero 2024

Rectoría

Queridas y queridos graduandos, hoy nos encontramos aquí para celebrar con ustedes, y sus seres queridos, el exitoso cierre de una etapa importante de sus vida y el inicio de otra, enriquecida por los aprendizajes, las competencias y las conexiones desarrolladas en la que cierra.

Agradecemos, de corazón, que hayan confiado en Icesi para acompañarlos en este período tan significativo de su desarrollo profesional, donde han buscado complementar y profundizar su formación o, en algunos casos, adquirir capacidades para dar el salto a nuevas trayectorias profesionales.

Hoy quiero hablarles precisamente de esto: de los importantes cambios que están sucediendo en el mundo del trabajo y de la manera en la que estos deberían impactar la educación universitaria, en especial la educación posgradual. Quiero agradecer a mis colegas, particularmente de la Facultad de Ciencias Humanas, por sus aportes centrales a la siguiente reflexión.

Por miles de años, los oficios de las personas, que eran casi siempre los de sus padres y ancestrales a sus familias, permanecieron inalterables. Hasta hace poco más de doscientos años, hasta la víspera y llegada de la revolución industrial, la gran mayoría de los humanos eran trabajadores del campo y el futuro era esencialmente indistinguible del pasado. Conforme se fueron aglomerando en pueblos y ciudades, surgieron oficios artesanales que típicamente se transmitían de padres a hijos (muchas veces excluyendo a las mujeres). Pero fue solamente hace un par de siglos, cuando los avances tecnológicos y nuevas formas de organización permitieron superar la producción de mera subsistencia, que la economía y la sociedad se comenzaron verdaderamente a diversificar y con ello los oficios y profesiones—al igual que las aspiraciones y vocaciones—de las personas.

La universidad moderna, que se asocia con las reformas educativas alemanas de principios del siglo XIX, y que en el siglo XX tuvo sus principales desarrollos en los Estados Unidos, buscaba responder a los desafíos de esta nueva economía y sociedad.  Por entonces, y durante mucho tiempo, un estudio de pregrado era suficiente en casi todas las profesiones para desarrollar una vida profesional exitosa. No era tan habitual la costumbre de hacer estudios posgraduales, ni había tantos: la “especialización”, la “maestría”, no eran títulos universitarios, sino el resultado del despliegue en el ejercicio laboral del capital académico adquirido durante el pregrado. Primero, se estudiaba todo, y luego, en el trabajo, se profundizaban los conocimientos adquiridos y se perfeccionaban las habilidades profesionales. Así se llegaba a ser especialista o maestro. No había que volver a estudiar, la universidad era solo una etapa de la vida: aquella en la que aprendíamos, de una vez y para siempre, para qué éramos buenos y cómo nos íbamos a ganar la vida.

Hace unos buenos años, sin embargo, esto cambió. La democratización de la universidad y la especialización creciente de los problemas profesionales nos obligaron a todos a volver a los salones. Por un lado, la democratización condujo a que hubiera más personas formadas en los mismos campos profesionales, así que fue necesario acudir al salón para encontrar nuevos elementos que señalizaran diferencia y nos hicieran más competitivos. Por otra parte, la creciente especialización del mundo del trabajo y las organizaciones, hizo que surgieran nuevos problemas cuyas soluciones no podían aprenderse exclusivamente con la experiencia acumulada en el ejercicio profesional. Problemas que podían requerir, por ejemplo, del manejo de nuevas tecnologías o nuevos marcos conceptuales que, en su mayoría, se estaban desarrollando en las universidades.

Crecieron entonces las especializaciones y las maestrías y asistimos a un periodo de una prolífica especialización del conocimiento, que trajo grandes descubrimientos y avances, y muchísima sofisticación técnica y conceptual.  Podemos notar que la especialización, así entendida, es un proceso lineal y acumulativo: primero se conoce un campo de saber y luego se busca ahondar en un aspecto específico, en una pequeña parcela de un saber profesional que uno ya domina. De esta manera se consigue saber o hacer cosas muy difíciles o que muy pocas personas saben o hacen. Esta era la estrategia adecuada para trayectorias laborales que eran igualmente lineales y acumulativas; para recorridos en el mundo del trabajo que consistían en ser cada vez más especializados en la misma área laboral y ascender así en la jerarquía de la organización. 

La contracara de esta formación fue que paulatinamente limitó a los especialistas a dominios específicos de su saber, generalmente muy técnicos, sin muchas puertas, ventanas ni puentes a otros dominios prácticos o conceptuales. Para usar una figura podría decirse que los especialistas estaban “encerrados” en su especialidad. Su subsistencia dependía de que siguieran existiendo esos problemas y de que siguieran definiéndose más o menos en los mismos términos.

Pues bien, esto está cambiando. La evidencia es contundente: se acelera la destrucción creativa, se intensifica la flexibilización laboral y su deslocalización en un mundo digital y globalizado, y emergen cada vez más trabajos y trayectorias laborales completamente atípicas. La aparición de la IA, la transformación digital y las promesas de automatización parecen estar precipitando, y en nuevas direcciones, cambios que venían cociéndose tanto en el mercado laboral como en los modos de trabajar. 

Sabemos que desaparecerán oficios que hoy valoramos mucho, algunas profesiones se transformarán de manera radical y surgirán nuevos tipos de trabajos que no podemos aún imaginar. Se automatizarán labores técnicas rutinarias y poco a poco también otras muy complejas; y en este contexto nervioso los conocimientos técnicos especializados, tal como los hemos descrito, tendrán fechas de caducidad más cortas y las personas tendrán trayectorias laborales menos lineales y acumulativas. 

Los profesionales del futuro experimentarán continuos cambios de oficio y, con ello, continuas demandas de nuevas experticias, que les obligarán a echar a andar estrategias y procesos de aprendizaje a lo largo de la vida. Y esa será la clave: en un mundo necesitado de especialización, pero cuyos conocimientos especializados caducan y emergen a velocidades antes nunca vistas, el mejor aprendizaje que se puede adquirir es el de aprender a aprender.

Una trayectoria laboral no lineal ni acumulativa es entonces una trayectoria en la que hay que estar actualizándose continuamente con conocimientos y habilidades nuevas, y en la que se producen cambios recurrentes de trabajo y oficio. El “reskilling” y el “upskilling”, serán las claves del futuro éxito laboral. Y esto significará, entonces, una nueva etapa para las universidades y para la formación profesional.

Ya estamos viendo cambios importantes en los formatos de la oferta de capacitación: especializaciones virtuales, maestrías híbridas, certificaciones de cursos con agentes de la industria, diplomados que hacen parte de “micromasters” y “micromasters” que hacen parte de especializaciones o maestrías; aprendizaje asincrónico, sincrónico y combinado, cursos integrados de pregrado y posgrado etc. Una variedad de formatos impensables hace 10 años.

Pero también está cambiando lo más sustancial: la definición de las competencias que hay que desarrollar en los planes de estudio. Si la especialización técnica en un área del conocimiento es necesaria pero no suficiente ¿qué tendríamos que aprender para enfrentar estos nuevos desafíos?

Permítanme referirme ahora a dos cambios en el mundo del trabajo que señalan dos respuestas a esta pregunta y en los que Icesi, como pionera que ha sido en las estrategias educativas del país, lleva ya la delantera en el sistema.

En primer lugar, debemos considerar que en el mundo contemporáneo todo trabajo u oficio se realiza en organizaciones complejas tales como las clínicas, las empresas privadas, los colegios o el Estado.  Y en estas organizaciones contemporáneas, se requiere algo más que dominar el ejercicio estrictamente profesional: se requiere, literalmente, “saber trabajar”. Es decir, saberse mover en la organización, saber coordinar tareas con otros, saber comprender problemas complejos, saber decidir estratégicamente en la incertidumbre, saber cuándo y qué desaprender.  

Un signo de este cambio lo constituye la paulatina desaparición de “oficios liberales”, que se ejercían al margen de las organizaciones. Si antes un médico, una psicóloga o una abogada podían atender desde su oficina, con un mínimo apoyo administrativo, hoy se ven abocados, en su mayoría, a trabajar en grandes hospitales o firmas, donde la efectividad de su trabajo depende, en parte, de poder relacionarse de manera eficiente y productiva  con muchas personas de otras profesiones y donde las reglas que rigen su trabajo están sometidas a lógicas que exceden lo estrictamente profesional: deben entender de estrategia, mercados, software, liderazgo…

Y todo hace pensar que en el futuro se ampliará y exacerbará la importancia de estas habilidades y competencias que, curiosamente, no son estrictamente potestad de ninguna profesión. Creemos que estas habilidades para el “trabajo con otros” en organizaciones complejas, que van desde la interculturalidad hasta la alfabetización digital; desde la gestión emocional hasta el pensamiento crítico, serán cada vez más protagonistas de la formación posgraduada.

Un segundo motor del cambio en el mundo del trabajo es la creciente e inevitable interdisciplinariedad de los problemas que actualmente enfrentamos. Es difícil encontrar hoy un problema que sea exclusivo de los conocimientos disciplinares de una profesión.  El cambio climático y el cáncer, por ejemplo, exigen para su afrontamiento tanto de la estadística social como de las ciencias básicas, tanto de las ciencias que leen la cultura y los hábitos como de las que comprenden al cuerpo y la naturaleza, tanto de las que buscan desarrollos científicos y tecnológicos para combatirlos como de las que producen piezas pedagógicas y comunicacionales para su mitigación y prevención.

Ante este panorama, algunos mercadólogos necesitarán cada vez más saber algo de medio ambiente o entender las lógicas del Estado; algunas sociólogas necesitarán saber de programación y algoritmos, algunos abogados de antropología, y algunas ingenieras de administración o salud. 

No se tratará en este caso de conquistar un conocimiento “complementario” a su especialidad sino, más bien, de asumir que para ejercer pertinente y eficazmente la especialidad, se requiere a su vez asumir la interdisciplinariedad de los problemas sociales; y que la especialidad no es solo profundidad en el mismo campo, como había sido hasta ahora, sino incorporación coherente de los distintos campos disciplinares que componen el problema. Las especialidades seguirán implicando profundidad en un campo, pero incorporarán también las puertas, ventanas y puentes que conectan ese campo con otros dominios del saber y el hacer. Toda especialidad, entonces, tendrá que ejercerse con apertura y flexibilidad disciplinar, y eso hay que aprenderlo.  Y no es fácil. Porque la especialidad, como vimos, puede ser un encierro muy profundo.

La clave aquí son las formas de pensar: pensamiento crítico, sistémico, complejo, creativo… En un escenario de rápida caducidad y emergencia de conocimientos técnicos, de problemas interdisciplinarios y de trayectorias laborales impredecibles, el desarrollo de formas de pensamiento transferibles a diversos campos de acción, garantiza el éxito y el progreso profesional. En otras palabras: serán trabajadores más eficaces quienes tengan la posibilidad de tener mundos, intereses y conocimientos más grandes, incluyentes y diversos. Profesionales capaces de conectar y dar sentido a distintos conocimientos, provenientes de fuentes y tradiciones disciplinares diversas. Personas con intereses generales amplios y formas complejas de sensibilidad y pensamiento.

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En resumen, tanto las competencias que las organizaciones complejas exigen a los profesionales especializados como la inevitable interdisciplinariedad de los problemas sugieren que la formación profesional y posgradual requerirá, por un lado, de un mayor espectro de competencias y sensibilidades y, por otro, de una mayor capacidad para aprender cosas nuevas y ensamblar significativamente conocimientos provenientes de distintas fuentes y tradiciones disciplinares. Será necesario también aprender a interactuar productiva y eficazmente con personas de trayectorias vitales y profesionales distintas a las propias, con otros hábitos y saberes.

Todo esto significa que las nuevas trayectorias laborales deben ser entendidas, sobre todo, como trayectorias permanentes de aprendizaje. Y por eso las universidades estamos llamadas a cumplir un papel decisivo y más intenso que hasta ahora, en el desarrollo profesional de las personas y su impacto en las organizaciones y la sociedad.

En Icesi, y de acuerdo a una larga tradición interna recogida en nuestro Proyecto educativo institucional, pensamos que cumplimos mejor ese papel si evitamos restringir las fronteras profesionales a conocimientos especializados estrictamente disciplinarios. Es por eso que algunas de estas apuestas ya se realizan en los modos y contenidos de la educación que ofrecemos. Las prácticas pedagógicas que Icesi alienta estimulan la autonomía del estudiante y su capacidad para pensar críticamente.  También hemos atribuido un lugar importante a la formación en habilidades de comunicación, pensamiento estratégico, investigación, gestión emocional, responsabilidad profesional y trabajo en equipo. Fuimos pioneros en el país en esta manera de ver la educación y creemos que este es el momento para redoblar la apuesta.

Estamos en estos momento proponiendo un cambio profundo a nuestros pregrados que nos tiene muy entusiasmados. Y también hemos comenzado a trabajar en un nuevo PEI de posgrados que nos impulse a innovar más en esta dirección. Igualmente, debemos repensar nuestra oferta de educación continua para facilitar realmente el aprendizaje a lo largo de la vida con mayor modularidad y flexibilidad.

El eje central de estos cambios es el esfuerzo por expandir las profesiones y favorecer los conocimientos y las identidades que se producen en el cruce, dinámico e inusual, entre saberes de distintas disciplinas y oficios. Esperamos ahondar en las estrategias pedagógicas que formen en nuestros estudiantes maneras de pensar y modos de hacer que les permitan luego, en su trayectoria profesional, transferir las competencias del campo de acción profesional para el que fueron diseñadas a otros campos de acción. Esta capacidad de transferir conocimientos puede considerarse sin duda como una de las fuentes más importantes de innovación y diferenciación en la vida laboral, y como la mejor garantía para las trayectorias flexibles del futuro. 

Queremos, en fin, que todo programa en la Universidad incluya en su formación competencias transversales, transdisciplinares y transferibles; y desarrolle en los estudiantes las condiciones y disposiciones que favorecen la emergencia de nuevos aprendizajes y el éxito en los cambios de oficio: queremos formar en las capacidades que aún constituyen agregación de valor humano –como el pensamiento complejo, crítico y creativo- ahora que la IA puede utilizarse para tareas que demandan competencias cognitivas complejas.

Estudiar un posgrado hoy supone un cierto giro en el ejercicio profesional. Es una decisión que señala y abre un camino y que también dota de conocimientos para enfrentarlo. Sin embargo, sabemos que el ejercicio profesional contemporáneo, y los desafíos que el entorno propone, exigirán de ustedes poner en marcha muchos giros como este y aprender conocimientos nuevos, en trayectorias laborales atravesadas por bifurcaciones, movimientos, nuevos comienzos. 

Será tarea de la Universidad ser responsable y a la vez audaz para embestir estos retos que el futuro presenta y responder con pertinencia a sus necesidades cuando volvamos a encontrarnos.

Para todas y todos ustedes, nuestros mejores deseos para el futuro; sus éxitos son el éxito de nuestra universidad. Recuerden que siempre serán parte de esta comunidad y que estaremos a disposición para acompañarlos en su tránsito por este nuevo mundo laboral fluido y dinámico.

Muchas gracias.

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