Presentación libro Una botella de ron pa´l
Flaco
Universidad Icesi -
Noviembre 16 de 2005
Por Harold Kremer
Patrick Martínez, personaje de la crónica
sobre el secuestro de La María titulada Una
botella de ron pa´l Flaco, que le da título al libro
que hoy presentamos, dos años después de su
secuestro, fue mi alumno en el Taller de crónica de
la Universidad Icesi. Patrick me presentó un proyecto
sobre un hombre que trabajaba en un semáforo en el
norte de Cali vendiendo dulces y cigarrillos. Ese hombre,
después de varias entrevistas concedidas al novel
periodista, después de romper el hielo y de lograr
algún grado de intimidad, le confesó que había
asesinado a un hombre en una ciudad del departamento del
Cauca y que por esa razón le tocó huir a Cali.
El levantamiento de la historia marchaba a pasos lentos,
pero cuando el hombre contó finalmente lo que tanto
parecía ocultar, nos dimos cuenta Patrick y yo, que
la crónica por fin arrancaba y que si el tiempo nos
alcanzaba (faltaban cuatro semanas para que el semestre académico
terminara) había un excelente tema para lograr un
buen trabajo.
Los pasos siguientes eran que Patrick lograra ir a la casa
del hombre, que se sentara en la sala, que observara la relación
con su mujer, con su pequeño hijo, que levantara un
plano de los detalles de la vivienda, que entrara a la cocina
si era posible, que hablara con la mujer, que le prestara
atención a sus expresiones, y que preguntara mucho,
todo sobre la marcha porque no había posibilidad de
planificar lo que sucediera. Ya, más adelante, con
el material en bruto se podría volver a preguntar,
a detallar, a aclarar un vacío en la historia, a confrontar
una información o a poner en evidencia contradicciones
que podrían indicar que el personaje mentía
u ocultaba algún dato.
Todo iba bien, todo marchaba a
la perfección, iba
a ser una buena crónica, pero en la siguiente cita
con el hombre, a Patrick le contaron que lo habían
asesinado. Recuerdo la cara de desesperanza de Patrick,
el dolor que le causó la muerte de este hombre al
que conocía hacía poco tiempo, el silencio
y la incertidumbre. “¿Qué hacemos”,
me preguntó. Yo no sabía qué hacer,
ninguno de los dos sabíamos qué hacer. ¿Qué hacer
ante este muchacho que había vivido en sus pocos años
de vida situaciones extremas como la muerte de su padre,
un secuestro y la muerte de su personaje? “Pensemos
en otra cosa”, le dije, “en la siguiente
clase me traes otro proyecto”. Haría una consideración
especial, pues hasta ese momento me había presentado
al menos tres avances de la crónica ya planificada
con escenas acabadas. Y el tiempo se nos agotaba.
Sin embargo, a la semana siguiente, y de acuerdo a algunas
crónicas que habíamos analizado en clase, a
la evaluación de las dificultades y los fracasos que
compartíamos en el curso, Patrick llegó con
una solución:acabaríamos la crónica
con los amigos que lo conocían en el semáforo,
planearíamos una nueva focalización, brusca,
demasiado brusca para mi gusto, terminando la historia contada
por ellos y por la mujer. Y arrancamos otra vez. Los amigos
del semáforo hablaron, pero la mujer, tan importante
para suministrar datos de primera mano, se negó, quizá por
temor ante la muerte de su esposo, a conceder al menos una
entrevista. Con esta crónica, escrita por Patrick,
y que no aparece en el libro que hoy presentamos, quiero
darles una idea del compromiso de mis estudiantes con el
trabajo que hicimos en el Taller de crónica.
Ese compromiso está presente en todas las crónicas: ¿cómo
no recordar los tres días de Juan Manuel Caicedo,
acompañando como pasajero a Efraín Cuenca,
el conductor del bus 266 de la empresa Papagayo? ¿Cómo
no recordar a Lorena Arteaga Osorio, con sus tripas de acero,
levantando la historia de José Rodenit Ocampo, el
hombre que arregla los muertos en la funeraria Santa Rita
de Cali, y las dificultades que tuvo con doña Luz Ángela,
la dueña de la funeraria, que la miró siempre
como una intrusa que iba a robar el tiempo de sus empleados? ¿Y
a Tatiana Velasco escribiendo cinco o seis veces una crónica
de 42 páginas titulada Una botella de ron
pa´l
Flaco? ¿Y a Juan Sebastián Londoño,
que experimentó y fracasó varias veces en sus
avances hasta que encontró la estructura narrativa
impecable de la crónica Un secuestro “ilegal”?
Dr. Francisco Piedrahita Plata, Rector de la Universiad
Icesi, durante la presentación del libro el pasado 26 de
noviembre.
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Por esa razón este libro se debe
en gran parte a sus autores, estudiantes que se comprometieron
responsablemente con una nueva propuesta en la relación
profesor-estudiante, hora clase-horas de trabajo por
fuera de la universidad, y diferente al ya caduco y
cómodo esquema en la educación colombiana
de las clases tipo seminario.
La pedagogía aplicada en la elaboración
de este Taller de crónica es la del acompañamiento.
Inicialmente, durante la primera mitad del semestre,
nos apropiamos de un lenguaje cercano al relato, estudiando
y analizando cuentos literarios y crónicas.
El estudio apunta sobretodo a observar el nivel del
relato, es decir a observar las decisiones narrativas
que un escritor tomó en la redacción
del texto literario. Esto implica una nueva forma de
lectura, pues sabemos que el común de la gente sólo
lee el nivel de la historia. Los que escribimos vamos un
poco más allá al observar la eficacia de la
escritura. |
La segunda parte del semestre
va desde la presentación de un proyecto hasta la escritura
y reescritura de la crónica. Una crónica, un
texto literario es un proyecto casi gerencial. Implica una
planificación en la que, puesta sobre la marcha, puede
variar, y allí está precisamente el trabajo
de la escritura. Ese es el momento de acompañar al
estudiante, el momento en que surgen preguntas, cuestionamientos,
hallazgos, discusiones, el momento en que para los estudiantes
la primera parte teórica del semestre adquiere cierto
sentido práctico, ya que creativamente aplican conceptos
como el manejo del diálogo y la conformación
de las escenas narrativas.
Presentación del libro: Una Botella de Ron pa´l Flaco, realizada
el pasado 26 de noviembre en la Universidad Icesi
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Ese acompañamiento es mutuo. Como
lo conté arriba, muchas veces no tengo una respuesta
frente a un problema de escritura. Pero al menos, y eso
es una ganancia, tenemos la pregunta. Acompañar
en la escritura, acompañar al estudiante no es
guiarlo de acuerdo a mis gustos o mis creencias. La idea
es empujarlo a la exploración, a trasladar esa
realidad consultada a un texto escrito, a tomar sus propias
decisiones y riesgos, a recordarle que existe una tradición
y que él puede aprender de ella.
Cuando llegué a
la universidad Icesi, Jerónimo Botero no entendió la
propuesta que traía. Después de muchas discusiones
llegamos a un acuerdo: me dejaría trabajar y observaríamos
los resultados al final del semestre. Papagayo, de Juan
Manuel Caicedo, señalada por Alejandro López
como la mejor crónica del libro, se escribió en
ese período. De allí en adelante el apoyo
fue total. |
He querido en esta presentación hablar un poco del
trabajo pedagógico realizado en clase porque quisiera
recordarles otra vez que mis estudiantes no son cronistas
de profesión, pero el entusiasmo y dedicación
en la escritura de estos textos les abre la posibilidad de
incursionar en el periodismo investigativo.
Una botella de ron pa’l Flaco es un libro que propone
en Colombia una dinámica nueva en las aburridas clases
de Expresión oral y escrita, y también es la
primera experiencia eficiente de un Taller de crónica.
Quiero felicitar a cada uno de los estudiantes que hacen
parte del mismo y agradecer a la universidad Icesi el apoyo
incondicional a todo este proceso.
Hace un año empezamos a planear el libro que ustedes
tienen en sus manos. Jerónimo Botero es el que impulsó día
a día esta edición, planificándola en
todos sus detalles, presentando el proyecto del mismo y dejándolo
casi listo antes de su partida. También mis agradecimientos
al doctor Hipólito González, quizás
el primer lector entusiasta de estas crónicas, al
doctor Francisco Piedrahita por su compromiso incondicional
con el libro, a Lelio Fernández por su lectura crítica
y a Enrique Rodríguez que culminó el proceso.
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El profesor
Harold Kremer en compañía de algunos de los autores
de las crónicas del libro: Una botella de ron pa´l
flaco |
Harold
Kremer |