Por: Francisco Piedrahita Plata
Es un honor para mí y me llena de satisfacción iniciar un
segundo quinquenio de Ceremonias de Grado de la Universidad
Icesi y compartir la emoción y el orgullo que sienten tanto
ustedes los 66 graduandos en Administración de Empresas, los
12 graduandos en Ingeniería de Sistemas, los 133 caballeros
y damas que hoy reciben su título de Especialización o Maestría
como sus padres, cónyuges y demás personas que los acompañan.
A mediados de 1997, cuando aquellos que hoy concluyen sus
estudios de pregrado estaban cursando sus primeros semestres,
y como producto de una seria reflexión, Icesi introdujo cambios
profundos en su Proyecto Educativo. En conformidad con la
solicitud de Reconocimiento como Universidad que por esa época
se había presentado al Ministerio de Educación, se inició
un proceso de diversificación que nos ha llevado de dos a
ocho programas de pregrado en distintas áreas del conocimiento.
Se modificaron los planes de estudio de las carreras buscando
un balance entre una educación liberal, más integral, y la
formación profesional. Se promovió con éxito una transición
hacia el empleo en la clase de estrategias activas de aprendizaje.
Comenzó un proceso que busca fortalecer, a lo largo y ancho
de los planes de estudio una serie de capacidades intelectuales,
de comunicación, de trabajo personal efectivo y de trabajo
efectivo con otros. Se transformó el programa de Bienestar
Universitario. Se facilitó el acceso y el entrenamiento para
el manejo de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones.
Se dio impulso a diversas iniciativas que pretenden enriquecer
la perspectiva global del egresado.Cabe aquí informar que
el 25% de los que hoy se gradúan de programas de pregrado
que los hacían elegibles para experiencias internacionales
de estudio o de trabajo, tuvieron ese tipo de experiencia
facilitada por la Universidad. Ellas y ellos pasaron entre
dos y diez meses en Estados Unidos, Francia o Canadá.
Todos estos cambios fueron acompañados de un acelerado plan
de fortalecimiento del cuerpo profesoral de la Universidad,
en particular del de profesores de tiempo completo. Ese grupo
no sólo ha duplicado su tamaño sino que por su avanzada formación
académica, por su pericia docente y por su experiencia profesional
es el principal motivo de orgullo de esta institución.
Pero en 1997 también se dio otro paso. Quizá el más exigente
de todos. La Universidad escogió una lista de once valores,
o virtudes, como eran mejor conocidas en el pasado, que deberían
caracterizar a todos nuestros egresados, independientemente
de su disciplina académica, si de verdad iban a salir preparados
tanto para el eficaz ejercicio de una profesión como para
una ciudadanía responsable y transformadora y una "vida buena",
en el sentido aristotélico. Una vida moralmente útil.
Esa lista está conformada por autonomía, perseverancia, autoestima
y curiosidad intelectual como factores de enriquecimiento
individual. Por responsabilidad, integridad, honestidad, justicia,
tolerancia y solidaridad como factores críticos de construcción
de tejido social. Y finalmente, por el respeto a la naturaleza
que nos rodea.
La preocupación por la enseñanza de las virtudes es tan antigua
como la humanidad misma. Y lo es también el reconocimiento
de la dificultad de esa enseñanza. Se ha discutido siempre
si el hábito de un buen comportamiento es el que fortalece
una actitud, una creencia, un valor. O si son esos valores
de las personas, esas creencias las que llevan al buen comportamiento.
Nosotros creemos que los valores, el medio ambiente, los
comportamientos y las consecuencias de estos comportamientos
interactúan permanentemente y se modifican mutuamente. Por
eso, mientras impulsamos la reflexión moral en varios de nuestros
cursos, intentamos mantener los más altos estándares de comportamiento
en toda la Institución.
James Freedman, hasta hace poco Presidente de la prestigiosa
Universidad de Darmonth en los Estados Unidos, escribió en
un ensayo titulado "Idealismo y Educación Liberal":
"Los estudiantes aprenden valores observando cómo los profesores
se desempeñan dentro y fuera de clase. Profesores objetivos
en su búsqueda de la verdad, cuidadosos al sopesar evidencias,
respetuosos al tolerar el desacuerdo, francos en su reconocimiento
de errores, y considerados y decentes en su tratamiento de
otros seres humanos".
Y escribió allí también: "La aspiración de una educación
liberal es ayudar a los estudiantes a desarrollar los recursos
intelectuales, emocionales y morales necesarios para enfrentar
efectivamente algunos momentos desesperados de desilusión
que inevitablemente oscurecerán sus vidas y nublarán los supuestos
que conforman los simientos de su personalidad".
Hoy dejan ustedes estos claustros, queridos graduandos,
para continuar sus vidas como profesionales, como miembros
de familia, como ciudadanos en medio de una sociedad descuadernada,
fragmentada, afectada por la corrupción, la desconfianza,
la injusticia, la violencia. Y yo quiero aprovechar la ocasión
para repasar brevemente con ustedes tres de esos valores que
escogió la universidad hace cinco años.
Son tres que se relacionan íntimamente entre sí y que están
en la raíz de la solución a muchos de nuestros problemas:la
responsabilidad, la honestidad y la integridad. Nuestras definiciones
pueden parecer engañosamente breves, a saber:
Responsabilidad: Dar cuenta de sus propios actos
y de aquello que se le encomiende.
Honestidad: Proceder con honradez, rectitud y veracidad
en todas las acciones de la vida.
Integridad: Ser intachable y consistente entre lo
que se cree, se dice y se hace.
Pero encierran el núcleo de sus significados y conforman,
entre las tres, las cualidades de una persona de excelencia
moral y firmeza; de una persona de carácter. Y más personas
de carácter son las que necesitan con urgencia nuestra ciudad
y nuestro país. Personas responsables, cumplidoras, maduras,
capaces de rendir cuentas por sus acciones u omisiones. Personas
honestas, transparentes, que no juegan "a evitar que los cojan".
Personas íntegras, auténticas, que no conocen la hipocresía
y evitan el eufemismo. En fin, personas confiables, las únicas
con las que se podrá reconstruir nuestro deshilachado tejido
social.
Más de uno de nuestros males tiene su origen en la falta
de carácter y de confiabilidad de los que detentan el poder.
Muchos de ustedes deben haber leído "El Nuevo Traje del
Emperador", un famoso cuento del inmortal escritor danés
del siglo XIX Hans Christian Andersen. Narra cómo dos
bribones que se hacen pasar por sastres de la más alta costura
aprovechan la debilidad de carácter de un gobernante vanidoso
y la de sus ministros y seguidores para enriquecerse en pocos
días.Ofrecen fabricar para el emperador un traje con el material
más exquisito jamás imaginado. No sólo tendría colores magníficos
y diseños bellísimos sino la peculiar propiedad de hacerse
invisible a toda persona que no estuviera capacitada para
el cargo que desempeñaba o que fuera excepcionalmente tonta.
Obviamente, todo era una farsa.
El cuento termina cuando por fin un niño denuncia la completa
desnudez del emperador que desfila por las calles de la ciudad,
estrenando su supuesto traje y pretendiendo ver, tanto él
como sus ministros y seguidores, las bellezas del tejido.
De esa manera, creían ocultar su ineptitud o su estulticia.
Colombia, el Valle y Cali se han convertido en los últimos
años en teatros donde diferentes versiones de "El Nuevo
Traje del Emperador" se presentan continuamente. Sastres
han sido por tres años los guerrilleros de las FARC y emperador
nuestro presidente arropado con el traje invisible del proceso
de paz. Sastres fueron, según se colige de un reportaje en
la edición de El Tiempo de ayer, los señores Rodríguez Orejuela
y emperador un ex-dirigente deportivo caleño que, ahora, cuando
pretende volver a dirigir el fútbol colombiano, reconoce que
ni él, ni sus colaboradores , ni los gobiernos de turno, se
dieron cuenta de que hace unos años andaba desnudo por el
mundo representando al país. Sastres son los directivos de
SINTRAEMCALI y emperador el Superintendente de Servicios Públicos
vestido hace dos años con el incorpóreo proceso de Intervención
y la transparente, por inexistente, mejoría de nuestras Empresas
Municipales. En fin, hay tantos sastres y tantos nuevos trajes
para tantos de nuestros líderes.
Nosotros, en la mayoría de los casos, actuamos como muchos
de los súbditos del cuento de Andersen y, por temor de parecer
tontos, también decimos ver el nuevo traje del emperador.
Y esa falta de carácter colectiva se aprecia también con frecuencia
en la empresa, en la universidad, en la Junta de Acción Comunal,
etc. Parece haberse convertido en una contagiosa epidemia.
La responsabilidad, la honestidad y la integridad, esas virtudes
que caracterizan la excelencia moral, que hacen a las personas
confiables, son condiciones fundamentales para las relaciones
entre personas, para la amistad, para formar comunidad.
Bertrand Russell, el filósofo y matemático británico,
ganador del premio Nobel de Literatura de 1950, promulgó en
alguna ocasión un decálogo de mandamientos que, según sus
palabras, complementaban y no reemplazaban al de Moisés y
contenían lo que él consideraba la esencia del enfoque liberal.
Por su pertinencia en relación al tema que he venido tratando,
comparto algunos de esos mandamientos:
- No piense que vale la pena proceder ocultando evidencia,
pues, con seguridad, esa evidencia saldrá a la luz.
- Cuando encuentre oposición, aún de su cónyuge o sus hijos,
trate de vencerla con argumentos y no con autoridad, pues
una victoria que depende de autoridad es irreal e ilusoria.
- No use el poder para suprimir opiniones que usted cree
perniciosas, pues, si lo hace, las opiniones lo suprimirán
a usted.
- Encuentre más placer en disentir inteligentemente que en
asentir pasivamente, pues si usted valora la inteligencia
como debería, lo primero es un asentimiento más profundo que
lo segundo.
- Sea escrupulosamente veraz, aún si la verdad es inconveniente,
pues es más inconveniente cuando usted trata de ocultarla
. - No sienta envidia de quienes viven en un paraíso de tontos,
pues sólo un tonto pensaría que aquello es felicidad
La razón debe servir de apoyo siempre a la responsabilidad,
a la honestidad y a la integridad.
Permítanme terminar hoy, señoras, señoritas, señores graduandos
recordando algunas palabras de Sócrates en ese inmortal diálogo
con Critón que ustedes leyeron en su curso de Etica y Organizaciones.
Discuten los dos amigos la propuesta de Critón de pagar
un soborno para sacar al filósofo de la cárcel y huir de Atenas
y de la ejecución de la sentencia de muerte, programada para
el día siguiente. Sócrates inicia así el diálogo que lo llevará
a rechazar la propuesta:
"Mi querido Critón, aprecio muchísimo tus cálidos sentimientos;
suponiendo que tengan alguna justificación ... Tengo que considerar
si debo seguir tu consejo o no. Tú sabes que éta no es una
nueva idea para mí; ha sido parte de mi naturaleza nunca aceptar
consejo de mis amigos a no ser que la reflexión muestre que
ese es el mejor camino que la razón ofrece. Yo no puedo abandonar
los principios que siempre sostuve, simplemente porque me
haya sucedido este accidente".
Vayan pues Icesianos; trabajen en la reconstrucción de nuestra
sociedad recordando que, como diría el mismo Sócrates "la
bondad y la integridad, las instituciones y las leyes, son
las más preciosas posesiones de la humanidad".
Nosotros los observaremos con esperanza.
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