Recolección y conservación de las plantas medicinales

Recolección y conservación de las plantas medicinales

A lo largo de los siglos, los recolectores de plantas o de hierbas medicinales —los rizotomistas—, persuadidos del poder y de las virtudes benéficas o maléficas atribuidas al producto de su cosecha, operaban rodeándose de un aparato algo extraño.

Obsesionados por el trabajo silencioso del vegetal. estos recolectores se sentían invadidos por una energía nacida de un poco de tierra y de sol que se adormecía en sus raíces, en sus hojas o en sus frutos.

Acompañando su trabajo con plegarias, ensalmos o ritos mágicos, a veces se hacían preceder por un perro encargado de desenterrar alguna raíz de mala reputación, perro que ofrecían como víctima expiatoria a la venganza de aquella raíz arrancada a su quietud subterránea. Actuaban con preferencia al amanecer o a la luz de las estrellas. inspirándose en las condiciones atmosféricas, en las fases de la luna y en la influencia de las divinidades bajo cuya invocación se había puesto a los días de la semana. Recogían tal plata en la vecindad de los cementerios, tal otra al pie de un patíbulo, las encrucijadas de caminos, los claros del bosque tan queridos de los brujos, las charcas ocultas en lo más profundo de la selva eran los lugares preferidos. De hecho, todo aquello se podía referir, más sencillamente, a lo que ahora entendemos por terreno inculto, de suelo propicio, de lugar poco frecuentado, de sombra salutífera o de agua tranquila.

Recolección y conservación de las plantas medicinales

De esta actividad enmascarada por la superstición no ha quedado más que la preocupación de coger ciertas flores, apenas abiertas, al amanecer, o al caer la tarde, mientras que otras son buscadas en plena floración. Y si recolectamos las raíces en otoño, época en que alcanzan su mejor desarrollo, no es porque estemos persuadidos, como nuestros antepasados, de que todas sus virtudes se hayan refugiado, en esta época, en las partes subterráneas de la planta. Finalmente, la elección del mes, en la actualidad, responde al ritmo de la vida vegetal, a las indicaciones y las aclaraciones de la farmacopea, más lógicamente que en cualquier oscuro prejuicio.

En un manuscrito del siglo XVIII, que se encuentra en el British Museum, se lee, a propósito de esto: «Es una regla general que, desde las calendas del mes de abril al mes de julio, todas las hierbas son excelentes y, desde las calendas del mes de julio a las calendas de octubre, los tallos tienen más virtudes, y desde las calendas de octubre a las calendas de abril, todas las raíces están en pleno vigor».

Este texto, citado por Colin Clair en su Dictionnaire del herbes el des épices, se aplica a las plantas alimenticias y a las medicinales.

Recolección y conservación de las plantas medicinales

Con frecuencia se ha aconsejado recolectar los simples a la hora del rocío o en tiempo lluvioso. De hecho, sólo se deben coger con tiempo seco. Deben ser sanos y muy verdes. Es importante descartar, sin titubeo alguno, toda planta marchita, desecada por el sol, estropeada o ennegrecida. De una manera general, los órganos subterráneos, raíces o rizomas, suelen recolectarse al comienzo de la primavera, en el momento en que empiezan a echar hojas, o en la estación otoñal, cuando la parte aérea acaba de morir. Sin embargo, las raíces de las plantas herbáceas vivaces pueden ser recolectadas en una época cualquiera del año. En cambio, para las raíces de las plantas vivaces leñosas (genciana, acónito, malvavisco, etcétera) se ha de esperar a que el vegetal haya alcanzado su pleno desarrollo, es decir al final de la fructificación. Por último, en cuanto a las plantas bianuales (bardana, angélica, etc.) sus raíces deben recogerse en otoño o en invierno, al final del primer año, puesto que, durante el segundo año, estos órganos, que es donde se acumulan las reservas, se encuentran desprovistos de ellas.

Las cebollas y los bulbos se deben recoger en otoño, época en la cual se acumulan allí sus reservas, es decir inmediatamente después de que maduren las semillas.

Los tallos ganan al ser recogidos al comienzo del invierno, cuando las hojas han terminado su pe nodo ce actividad y, por lo tanto, ya no envían a la corteza ni a la médula los productos de su elaboración.

Las yemas serán recolectadas al final del invierno o al comienzo de la primavera, antes de que la savia reanude su ascensión a través del vegetal.

Las hojas deben recogerse en el momento de su pleno desarrollo, cuando la planta está cubierta de botones o capullos, pero antes de la floración.

Las flores se deben coger antes de la plena floración y antes de la fecundación, que se traducen por la marchitez de los pétalos (los botones de los zarzales tienen más eficacia que las flores).

Los frutos nunca se cogerán demasiado maduros; así pues, se deben recolectar antes de su madurez completa. Las semillas tienen que alcanzar su madurez.

Finalmente, la corteza debe arrancarse de árboles de mediana edad, ni muy jóvenes ni muy viejos.

Las plantas enteras jamás serán transportadas en sacos, donde corren el riesgo de sufrir un comienzo de fermentación.

Se ha de procurar no mezclar jamás las diferentes especies.

La presencia o tan sólo el contacto de una planta peligrosa puede tener consecuencias graves para las demás.

Para conservar las plantas, basta con dejarlas secar: se extienden hojas o flores sobre papel o se cuelgan de un hilo, a modo de guirnaldas.

Es preferible efectuar la desecación a la sombra (salvo para las raíces, que vale más efectuarla al sol) en un granero, en una era o en cualquier otro local vasto y bien aireado, expuesto a los rayos solares. Cuando los órganos de una planta son carnosos, es mejor hacer la desecación en estufa calentada progresivamente de 20 a 40° C. Conviene evitar que esta temperatura sea superada con el fin de no «cocer» o alterar los órganos de la planta.

Recolección y conservación de las plantas medicinales

Las raíces se lavarán antes de ponerlas a secar. Toda tierra que pudiera adherirse a ellas debe quitarse con cuidado.

Una vez arrancada la película que las recubre, lo mejor es cortar las raíces en tiras o en rodajas.

Se limpiarán las hojas antes de secarlas.

Es preferible no secar más que el cáliz y la corola de las flores.

Debe desecharse toda planta que, después de secarla, haya perdido sus colores naturales.

No debe secarse ninguna planta venenosa al lado de otras plantas.

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