OLOR A CALI
El olor que empezó a sentirse hace algunos meses, a olla podrida, corrió por cuenta de la rapiña que venia haciéndose con los recursos públicos en la Secretaria de Educación, en Emsirva, en el Dagma, por nombrar solo las ollas más olorosas de esta administración. Pero, no bien pasaron tales efluvios, cuando se levantaron otros, aun más palpables, que ahora tienen casi asfixiada a Cali. O sino, que diga quien no ha visto por estos días las basuras que en interminables montañas se apilan por todos los rincones de la ciudad, calcinándose al sol, pudriéndose bajo la impertérrita mirada de todos. Si hasta el mismo Álvaro Uribe tuvo que reconocer hace poco, en plena reunión publica con el alcalde Polo, que Cali era un basural, mientras este último arrugaba el gesto, seguramente molesto, más por causa del justificado regaño que del mal olor de las basuras.
Pero de poco sirvió el regaño. Primero, porque Polo se ha distinguido desde siempre por ser el campeón de las excusas, así que adujo que el problema era de Emsirva y que como Emsriva estaba intervenida, pues… Como si el grave problema de corrupción y desgreño de esta empresa, encargada de la recolección de basuras en Cali, fuese algo gestado en las últimas tres o cuatro semanas que lleva de intervención. Y segundo, básicamente, porque el problema siguió igual e, incluso, empeoró.