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La Vieja y el Balde

Bajó las escaleras con paso seguro y decidido, en sus manos viejas llevaba un balde lleno de agua y en los bolsillos de su pantalón, había metido un trapo, una esponja y un par de guantes plásticos color rosa; no iba a hacer dos viajes para traer las cosas de limpieza al sótano. Los escalones crujieron bajo su peso, pero estaba tan acostumbrada al ruido, que ni siquiera lo notó, además, en aquel momento estaba concentrada en bajar sin que se le regará el agua tibia.

Debí hacer esto ayer.– pensó, –Cuando nada se había secado, hubiera sido más fácil.

Se detuvo al final de las escaleras y con cuidado dejó el balde en el suelo, sacó los guantes del bolsillo trasero y se los puso, dejó escapar un suspiro y miró el desastre frente a ella; rodó los ojos con fastidio. Hubiera podido estar arriba leyendo, o incluso tejiendo algo, pero en lugar de eso, ahora tenía que invertir gran parte de su domingo, limpiando el reguero que había hecho su marido.

No sabía cómo había llegado a ese momento, –No,- pensó, so lo sabía; todo esto había pasado porque no quiso escuchar las advertencias de su madre, ella le había dicho que no se casara con él, que solo le traería problemas. -¿Y qué fue lo primero que hice?- se recriminó, mientras se acuclillaba con un leve quejido de sus rodillas. ­–Me casé con él.

-Y ahora tengo que limpiar esta porquería.- suspiró en voz alta, pero esta vez algo se sintió diferente, su cuerpo, a pesar de viejo, se sentía liviano y mientras enjuagaba la esponja con el agua tibia del balde, supo porque.

Hoy sería el último día que tendría que limpiar los desórdenes de su marido. De eso se había encargado durante la discusión de la noche anterior, justó cuando lo empujó por las escaleras y vio como se le quebraba la cabeza.

Por ahora se encargaría de la sangre, después decidiría que hacer con el cuerpo.

Por: Daniela Becerra Lukauskis

 

Publicado enCuentos de Medianoche

4 Comentarios

  1. Daniel Enrique Molina Durango

    Dani, muy bacano este relato. Te hace imaginar todo desde la primera hasta la última línea, y eso es un gran mérito. ¡Abrazo!

    • Daniela Becerra Lukauskis Daniela Becerra Lukauskis

      Gracias Dani!

  2. Melquicedec Lozano

    Las madres tienen muy buen ojo, y también se ayudan con lo que presienten. Son dos de sus tres sensores más efectivos, el otro es la experiencia, la que han vivido en carne propia y la que han visto en otros. No siempre tienen razón, pero la tienen casi siempre. Todo empezó por no atenderla, no como un mandato, sino como el presagio sabio de una fuente creíble. La desatención se volvió cadena. Sufrió la protagonista, se descabezó el antagonista. La cadena seguirá.

    • Daniela Becerra Lukauskis Daniela Becerra Lukauskis

      Como cuando dicen que la mamás tienen un sexto sentido, casi nunca es mentira!

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