ACERCA DE CAPITAL INTELECTUAL

E

n este blog se analizan los modelos de Capital Intelectual (CI) entendiendo éste como los activos que tienen las empresas que sin aparecer explícitos en los Estados Financieros Básicos, tanto en el presente como en el futuro, crean y crearán valor para la organización.

Inicialmente, describiremos cada uno de los modelos, presentaremos cómo están construidos, sus esquemas, señalaremos ventajas e inconvenientes, sus usos, nivel de aceptación y reconocimiento.

 

CONCEPCIÓN GENERAL

 

El impulso de los estudios sobre el CI, data de la segunda mitad del siglo XX. Galbraith (1969) acuñó el término “Capital Intelectual” para explicar el desajuste entre el valor de mercado de las empresas y su valor contable. Sugirió que el CI significa acción intelectual más que mero conocimiento o intelecto, es decir, el CI se puede considerar como una forma de creación de valor, un activo en su sentido tradicional (Roos et al., 2001, p. 17).

 

En los últimos años se ha intensificado el debate y toma de conciencia sobre el valor de los activos intangibles y su participación en la creación del valor añadido. Cada día son más las organizaciones que aplican novedosos sistemas para tratar de obtener las respuestas de los inversores y de los gestores.

Las medidas no financieras proporcionan nuevos puntos de vista sobre las empresas y éstas constituyen, un plus a todo lo que se venía haciendo para proveer información económica (Sveiby, 1999).

 

Según Greenspan (1999), la economía de los Estados Unidos es proporcionalmente más ligera, en sentido literal, que en cualquier otro momento del último medio siglo.

 

Según los sistemas de evaluación convencional, el PIB de los EE.UU. es cinco veces mayor que hace 50 años, pero su peso físico sólo ha aumentado sutilmente. Eso se debe a que las “empresas de chimeneas” del pasado producían activos tangibles. Hoy una parte considerable del producto económico es intangible y está creciendo a ritmo exponencial.

El incremento de la diferencia en la relación entre el valor de mercado y el valor contable de las empresas especialmente en la última década, ha estimulado tanto a los académicos como a los gestores, a considerar el CI como muy importante en la creación de valor añadido para los accionistas y en general, para los stakeholders.

 

También podemos decir que la teoría del CI ha ido adquiriendo mayor trascendencia con la puesta en práctica en las empresas de los modelos investigados.

 

De igual forma se ha mejorado, con las sucesivas aportaciones de los teóricos, hasta llegar a convertirse en nuestros días en una de las guías más importantes para gestionar los activos intangibles y contribuir al éxito de las empresas y a la generación de ventajas competitivas sostenibles (Viedma Martí, 2002).

 

Para Sherman et al. (2003), hoy aportan mayor valor a los mercados bursátiles los activos intangibles que tienen su origen en los conocimientos, habilidades, valores y aptitudes de las personas que forman parte de la empresa, que los activos tangibles que se presentan los informes financieros.

 

El éxito de una cartera de inversiones estará relacionado con la información que se pueda obtener a través de la auditoría del capital intelectual y del proceso de planificación estratégica basado en los resultados de la misma.

 

Para confirmar sus apreciaciones, citan estos autores un reciente estudio sobre la lista de Standard & Poor´s de las 500 compañías más grandes de Estados Unidos realizado por el profesor Lev (2000), de New York University, en el que encontró que el valor en libros refleja sólo un quince por ciento (15%) del valor de mercado de dichas empresas.

 

En la misma línea también Kendrick (1999), elaboró un informe en el que demuestra que en los EE.UU. en 1929, la proporción de capital de negocio intangible a capital tangible era 30:70 expresado en porcentaje y para 1990 el resultado de esa misma era 63:37 por ciento.

De todas las observaciones anteriores, podemos deducir la importancia que tiene estudiar el CI, con el propósito de encontrar variables o indicadores que enriquezcan la organizaciones, puesto que entendemos que en la valoración de las organizaciones y en su gestión es fundamental considerar el CI, ya que si tomando en cuenta todos los activos, tangibles e intangibles, poseídos en propiedad o no, estaremos contando con todas las variables generadoras de valor para la empresa, de esta forma, consiguiendo mejorar la información requerida para las valoraciones y la gestión.

 

Por ello es que seguramente tenemos que aceptar que en estas área “es mejor y más importante estar aproximadamente acertado, que estar equivocado con la máxima precisión” (Boulton et al., 2001, p. 15). Ya que si los resultados económicos de una compañía se encuentran íntimamente ligados a las decisiones tomadas por sus gestores, es indudable que ese input humano es clave en el resultado de la valoración (Ruiz Martínez, 2001).

 

Por otra parte, debemos señalar que la mayoría de quienes han tratado el tema del CI, han coincidido en las siguientes generalidades:

 

a.- Crítica a la información suministrada a través de los estados financieros. Sus exposiciones tienen como punto de referencia justificar la diferencia entre el valor de mercado y el valor contable o valor en libros. Buscan identificar los activos intangibles a fin de valorarlos para posteriormente contabilizarlos y de esa manera poder completar la información económico-financiera. Por tanto, la perspectiva con la que se aborda corresponde a una concepción contable del CI.

 

b.- Son recurrentes en cuanto a la conformación de los modelos de CI. Según los teóricos investigados el CI está formado en principio, por tres componentes, el capital humano, el capital estructural o estructura interna y el capital relacional o estructura externa. Para cada componente se formulan indicadores con los que se pretende hacer la valoración, en nuestra opinión, sin lograrlo.

 

Creemos que la mayoría de estos indicadores sirven más para gestionar la empresa que para valorar. Aunque las consecuencias sean que gestionando adecuadamente se crea valor, la valoración aparecerá como una derivación de la mejora de los resultados en los indicadores. Una vez hecho el seguimiento durante varios períodos, se podrá comparar la evolución de las medidas y determinar su mayor o menor valor y su efecto sobre los resultados, sean éstos económicos, (beneficios o cash flow) o estratégicos. Con la acogida de los indicadores de CI, se ha ampliado el reconocimiento de su existencia y la creación de herramientas para su gestión, pero la valoración dentro de la concepción contable sigue aún sin resolver.

 

Empezaremos el análisis por los modelos de mayor relevancia desde el punto de vista de la teoría del CI. Inicialmente el Intellectual Assets Monitor (Sveiby, 1996), por ser uno de los precursores y por su importancia en relación con la teoría sobre los mismos posteriormente desarrollada. Luego presentaremos el Navigator de Skandia (Edvinsson y Malone, 1996), cuya práctica en la empresa Skandia AFS le ha proporcionado gran reconocimiento. Seguidamente The Balanced Scorecard (Kaplan y Norton, 1997), sin duda, el más estudiado y el de mayor aplicación en la práctica empresarial. Luego presentaremos otros modelos con reconocimiento pero con menor grado de aceptación. El orden en el que los analizaremos corresponde a su aceptación en el medio empresarial. El Technology Broker (Brooking, 1996), Universidad de West Ontario (Bontis, 1996), Canadian Imperial Bank (Hubert Saint-Onge, 1996), Modelo de Dirección Estratégica por Competencias (Bueno, 1996), Calculated Intangible Value (Stewart, 1997), Dow Chemical (1998), Segunda Generación del CI (Drogonetti y Roos, 1998), Valoración del Capital Humano (Brian Friedman, Hatch y Walker, 1998), Value Reporting (Price Waterhouse Cooper,1998), Capital Valuation (Strassmann, 1999), Knowledge Capital Valuation (Lev, 2001).

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