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¡Bienvenidos a un nuevo capítulo de Semillas de Paz! Nos emociona mucho tenerlos nuevamente con nosotros en este espacio de reflexión y aprendizaje compartido. En esta ocasión, les traemos una experiencia única y profunda, que nos transporta a Mocoa, donde la Profesora Diana Rosas y las mujeres artesanas de la asociación Iuiai Wasi vivieron un momento lleno de significado. A través de un recorrido por los productos finales del proyecto, este encuentro se convirtió en un acto de apropriación y legado, mostrando cómo los conocimientos y aprendizajes compartidos pueden perdurar y transformarse en un motor de empoderamiento para la comunidad. Los invitamos a sumergirse en este relato, donde las historias, las emociones y el compromiso colectivo se entrelazan para dejar una huella en el corazón de todos.

La llegada de la Profesora Diana Rosas a Mocoa traía consigo una mezcla de emoción y expectativa en esta tercera salida de campo, un encuentro que había sido preparado con dedicación para un momento especial: socializar los productos finales del proyecto a las mujeres artesanas de la asociación Iuiai Wasi. Cada detalle del viaje estaba cuidadosamente curado e impregnado de simbolismo, un recordatorio de las largas jornadas y conversaciones profundas que habían dado vida a esos materiales. Había un propósito claro: compartir estos productos y permitir que las mujeres no solo los conocieran, sino que los hicieran propios, generando un lazo con el conocimiento allí contenido.

Desde la primera tarde en Mocoa, el ambiente era uno de reencuentro y descubrimiento. Diana organizó un recorrido especial, estableciendo varias estaciones donde se exhibieron los productos, y cada grupo fue invitado a recorrerlas. Las mujeres se detenían en cada estación, explorando con detenimiento y compartiendo comentarios en pequeños grupos. Era como si cada estación se convirtiera en un pequeño espacio de intercambio, un lugar donde no solo observaban, sino que reflexionaban sobre lo que estos materiales significaban para ellas. A medida que avanzaba el recorrido, Diana observaba la sorpresa en sus rostros, la misma reflexión compartida en cada estación: “Estos materiales no solo están aquí como productos del proyecto; son piezas que deberían permanecer en la comunidad, algo que se herede a las nuevas generaciones”. Para ellas, el valor real de estos materiales era su capacidad de trascender, de servir como un vínculo entre quienes hoy conforman Iuiai Wasi y las jóvenes que vendrán. Esa apropiación fue uno de los momentos más especiales para Diana, pues reflejaba que los materiales eran más que textos o gráficos; eran herramientas de empoderamiento y continuidad, recuerdos y aprendizajes que la comunidad podría sostener en el tiempo.

Al finalizar el recorrido, Diana organizó una mesa redonda, creando un espacio abierto donde las mujeres podían expresar sus pensamientos y sentimientos. Entre ellas, se encontraba la gobernadora, quien había asistido para conocer de cerca los resultados del proyecto y se mostró genuinamente interesada. Durante esta reunión inicial, Diana le compartió la agenda de las actividades y discutieron los temas que abordarían en profundidad al día siguiente. La gobernadora prometió regresar y, en efecto, al siguiente día se unió a una sesión crucial: La revisión de un artículo elaborado en el marco del proyecto.

La nueva jornada de revisión comenzó temprano y se extendió durante toda la mañana. Diana introdujo el artículo explicando cada tema y destacando las narrativas y discusiones que habían dado origen a esos temas. Las mujeres escuchaban atentamente, y de pronto, comenzaron a compartir sus propias anécdotas, recuerdos sobre la planta y sobre su historia como asociación. Fue un diálogo vivo, un intercambio que le daba al artículo un nuevo sentido, una voz comunitaria que resonaba en cada palabra. Diana observaba cómo cada relato conectaba con el contenido escrito, cómo el proceso de revisión había dejado de ser una actividad formal para convertirse en un encuentro de historias y aprendizajes compartidos. La gobernadora participaba activamente, cada vez más integrada en el proceso, aportando sus observaciones y expresando la importancia de documentar el trabajo de las mujeres en un formato que pudiera circular más allá de sus fronteras.

Hacia el final de la revisión, algunas de las mujeres propusieron traducir apartados específicos del artículo. Diana facilitó este proceso, trabajando junto a ellas para finalizar de definir la traducción del título y de ciertos párrafos. Era un ejercicio de colaboración que consolidaba la conexión de las mujeres con el material. La profesora también notaba cómo surgían preguntas sobre el contenido científico; había curiosidad, pero también algo de incertidumbre. Para responder a esas inquietudes, las profesoras Carolina y Julieth habían enviado un documento explicativo, que Diana compartió en partes, leyendo con ellas y aclarando dudas. Fue un momento de aprendizaje compartido, una introducción a la actividad científica que parecía aliviar las inquietudes y responder a las dudas de las artesanas.

La jornada avanzó hasta que el reloj marcó las 3:30 de la tarde, y Diana sabía que el tiempo apremiaba. Sin embargo, había algunos detalles pendientes que no podían dejarse de lado. Revisaron el estado de las traducciones y los elementos que aún faltaban completar, tanto en términos de traducción como en el componente químico del proyecto. Fue entonces cuando surgió una conversación inesperada sobre el futuro de Iuiai Wasi. Cuando el día concluyó, Diana se despidió con la satisfacción de haber compartido no solo productos y artículos, sino también una experiencia de aprendizaje, de apropiación y de construcción colectiva. La salida de campo a Mocoa había sido más que una presentación; había sido un proceso de reconexión con los saberes de la comunidad, un esfuerzo por crear lazos duraderos entre generaciones y una oportunidad para que las mujeres de Iuiai Wasi sintieran que el proyecto no era algo externo, sino algo suyo, algo que podían hacer crecer, transformar y dejar como legado.

Gracias por acompañarnos una vez más en este recorrido por las Semillas de Paz. Esperamos que este relato sobre el trabajo de la Profesora Diana Rosas y la comunidad de Iuiai Wasi haya tocado su corazón y les haya inspirado tanto como a nosotros. Cada paso dado en Mocoa, cada conversación y reflexión compartida, nos recuerda la importancia de construir lazos sólidos y duraderos, no solo entre las personas, sino también entre generaciones. Les agradecemos por ser parte de este proceso de aprendizaje y de transformación. ¡Hasta la próxima, donde continuaremos sembrando juntos más semillas de paz y esperanza!

🧵✨Culminando el Tejido: Tejiendo Más que Artesanías 🌱🔬📄 – Tercera Salida de Campo

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