20/02/2024

Caminamos en los caminos del resguardo. Caminamos en subida. La configuración del paisaje en Condagua es montañosa. Por eso, caminar implica un esfuerzo cardiovascular para los cuerpos con habilidades para estar en oficina, sentados durante varias horas, concentrando la mente en la lectura, la escritura, acciones donde hay poco movimiento corporal en el espacio.

Caminar por eso fue un reto para las investigadoras. Sin embargo, fue un placer, un gusto, respirar, moverse, sudar, sentirse fastidiado con el esfuerzo.

En la propuesta inicial de actividades a desarrollar en la salida de campo, María había propuesto hacer una baile/marcha al principio y al final. Yo no entendía bien la propuesta, pero me gustaba. Ella me explicó que así se habían propuesto en la Asociación empezar las actividades cuando había invitados. Finalmente, la hicimos el último día. Esta adquirió sentido luego de la visita a la abuelita Etelvina. Una mujer con una alegría contagiosa que invitamos a la actividad de cierre. Al invitarla ella dijo que iba para enseñarnos a bailar como balan en carnavales. Ella, al final, no pudo llegar el día de la despedida. Sin embargo, sembró la semilla, porque todas las asociadas acordaron que ese día bailaríamos.

Así fue que al terminar de hacer el balance de las actividades realizadas y los acuerdos, todas se prepararon para bailar. Vestían sus trajes negros adornados con sus collares de colores. El baile era en trencillo, haciendo rondas. El tambor marcaba el ritmo del movimiento y se le sumaban los cantos y pitos espontáneos de unas y otras. Los pasos, al avanzar, marcaban el paso con el pie derecho, integrando ahí un cambio de dirección hacia atrás que luego se retomaba hacia adelante por el pie izquierdo. Para nosotras, quienes éramos de fuera ese paso aparentemente sencillo no lo era del todo y siempre manteníamos cierta descoordinación. Pero lo intentábamos.

Se trataba finalmente de entrar en el trance, en la alegría de celebrar la vida y la unión, cantando y bailando. Soltar toda predisposición y fluir. Así lo hicimos. El tiempo se desvaneció. Los cuerpos bailaron, entrando en el gozo de compartir el momento, de crear una rueda de energía celebrando. Se trataba de unirnos y acompasarnos, así como debe ser el proyecto. Fue una buena metáfora el cierre de la salida, bailando todas juntas, aprendiendo a bailar con ellas.

En esta foto estábamos todas subiendo la montaña, mientras atravesamos la chagra. Nosotras siguiéndolas a ellas. (Salida de campo 1, 14 de enero 2024)

Esta es después de la parada a sacarle filo a los machetes. Rosalbina y Magdalena van adelante. Yo siguiéndolas.

Acá ya recogimos las pepas de sirindango.

Esta foto es de sus huellas en el camino, mientras yo las seguía.

Otras de sus huellas.👣 

Con esto llegamos al final de esta entrada, pero la aventura sigue. A lo largo de nuestro recorrido, compartimos momentos de esfuerzo, conexión y alegría junto a las mujeres del resguardo, aprendiendo a bailar y fluir en su ritmo. Te invitamos a continuar leyendo para conocer más sobre esta fascinante salida de campo y el sabor único del sirindango, una experiencia que evoca la esencia de este territorio ancestral.

En nuestra próxima entrada, Sabor del sirindango – Diana Rosas Riaño, nos sumergimos en el sorprendente sabor de esta semilla, que combina dulzor, amargor y un toque astringente, un manjar singular que guarda en su esencia los sabores del territorio. ¡No te la pierdas! Haz clic aquí para ir a la siguiente entrada.

Andar/Caminar/Acompasarse 🚶‍♀️🌿 – Diana Rosas Riaño

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