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Teatro con la comunidad y teatro de mujeres en Cali: La Máscara.
La Máscara lleva tres décadas de trabajo teatral comprometido con las problemáticas sociales colombianas, particularmente aquellas que afectan a la región suroccidental del país. Su historia es parte integral del Nuevo Teatro Colombiano de modo que es muy cercana a la del TEC (Teatro Experimental de Cali), en especial por el apoyo recibido de parte del ya difunto maestro Enrique Buenaventura. Además, de manera muy significativa ha colaborado frecuentemente con Patricia Ariza, con quien existe una feliz coincidencia de intereses políticos, vitales y expresivos.
Desde su acompañamiento a las luchas sociales obreras y feministas en Cali, así como desde el trabajo teatral con comunidades negras rurales en los setenta y ochenta, en La Máscara es evidente un continuo compromiso para, desde el teatro, involucrarse en una reivindicación de las cualidades humanas y culturales de los sectores marginalizados. Tal empeño es visible en el trabajo que Lucy Bolaños realiza hoy día con grupos de jóvenes, mujeres desplazadas y adultas mayores de sectores populares de la ciudad como Aguablanca, proyectos a los cuales Pilar Riaño ha contribuido enormemente desde su experiencia como miembro fundador de La Máscara con la escritura de propuestas y proyectos, además de con un par de libros sobre la rica historia teatral de esta agrupación que tiene su sede en el barrio San Antonio de Cali. Sigue leyendo
Mi Querido My Dear
Hablar de Enrique Buenaventura es hablar del arte del Movimiento del Nuevo Teatro, un movimiento del pensamiento independiente en Colombia que construyó, desde las obras de dramaturgia nacional, el relato de lo que somos.
Enrique Buenaventura fue, además de actor y dramaturgo, filósofo, poeta y pintor. Para Colombia y para América es un privilegio contar con su vida, sus más de cien obras de teatro, sus poemas, canciones, dibujos y ensayos. Reconocer y recuperar para el destino del teatro y del país su pensamiento, es incorporar al patrimonio cultural de la nación una parte fundamental de nuestra identidad. ¿Cómo podríamos ser sin Enrique?
Quienes estuvimos en la estremecedora ceremonia, en la cual Nicolás, su hijo, que heredó de Enrique la irrefrenable necesidad de narrar, presenciamos con nostalgia el ritual de despedida. Luego de que sus cenizas se incorporaran al viejo árbol de mango del TEC, que fuera su casa, escuchamos a “Nico” con una voz que se debatía entre la emisión y el dolor decir que “los muertos como Enrique no se entierran, se siembran para que florezcan”.
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