La Ley de Duchamp (Redux)

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“no tener ningún camino como camino, no tener ninguna limitación como limitación”
Primera Ley de Bruce Lee

Y entonces el maestro decano de la facultad de bellas artes me mandaba a llamar a la oficina del tercer piso y Anita la secretaria siempre se reía y me decía: ¿Otra vez aquí Quintero?. Y yo le decía: Ya ve Anita, problemas en los que me meto solo para verla, así sea tan solo por un instante. Y entonces Anita la secretaria volvía y se reía y se me quedaba viendo los imperdibles y me decía: Usted siempre con sus ganchos no Quintero, se le ven muy bonitos. Y yo le decía: ya ve Anita, parafernalias frívolas que me pongo para que usted se fije en mi. Y Anita me decía: Ay! Dios mío, Quintero ¿Que vamos a hacer con usted? Mas bien siga que el maestro lo esta esperando. Y entonces seguía a la oficina del maestro decano de la facultad de bellas artes que tenía un escritorio gigante y una pintura aun mas gigante de una señora obesa que al mirarla me daba nauseas, sólo un depravado pintaría gente con sobrepeso.Y entonces el maestro decano de la facultad de bellas artes me indicaba el asiento con el dedo mientras seguía riéndose por el teléfono por un rato, cuando colgaba se me quedaba mirándome muy serio y me decía: ¿Cómo estamos Quintero? y yo le decía: no tan bien como usted maestro decano de la facultad de bellas artes. Y él como que esperaba un momento buscando la paciencia y la iluminación que solo se encuentra en las bellas artes, mirando mi expediente me decía: mire Quintero, usted parece un tipo inteligente. Y yo le decía: ¿Quién le ha estado hablando mal de mí, maestro decano de la facultad de bellas artes? Y él me decía: Esto es en serio Quintero, tenemos que hablar de varias cosas, primero quiero saber si es cierto que usted está comercializando trabajos de Historia de Arte y Teoría del Color con Henao. Y yo le decía: no estamos comercializando trabajos, maestro decano de la facultad de bellas artes, estamos incentivando la milenaria actividad del trueque entre el cuerpo estudiantil, considerando que los dos nos regimos por la Ley de Melgar. Y entonces el decano de la facultad de bellas artes se acomodaba los lentes y me decía: ¿Cómo así Quintero, cual Ley de cual Melgar? Y yo le decía: ¿Sabe usted quién es Don Diego de Melgar, maestro decano de la facultad de bellas artes? y él me decía: No, Quintero, ni idea. Y yo le decía: y a Velásquez, el pintor, si lo conoce?. Y el maestro decano de la facultad de bellas artes abría los ojos y me decía: Por supuesto que sí sé quien es el gran maestro español, no me va venir usted a enseñar Historia del Arte. Y yo le decía: Que pena maestro decano de la facultad de bellas artes, no fue mi intención poner en duda su amplio conocimiento sobre las artes bellas, aquí usted es el maestro decano de la facultad de bellas artes, no yo. Y el maestro decano de la facultad de bellas artes me decía: Continúe hombre, que no tengo todo el día. Y yo le decía: Bueno es natural que no lo conozca porque no es nadie importante para la historia del arte, Don Diego de Melgar era un pintor español que igualaba a Velásquez tanto en técnica como en habilidad a la hora de pintar; según cuentan los que saben y saben los que cuentan, si se comparaban las pinturas de los dos era extremadamente difícil saber cual correspondía a cual, pero el pobre Don Diego de Melgar tenía un problema, sus pinturas, aunque igualaban a Velásquez en casi todo el sentido técnico, les faltaban eso que los católicos llaman “alma”, característica que Velásquez lograba sin siquiera esforzarse. Diego de Melgar acompañó a Velásquez toda su vida artística como un fantasma en la sombra, eso si, sin dejar de intentar emular lamentablemente lo que para Velásquez era innato. Día tras día, noche tras noche, el viejo Diego pintaba sin lograr ni una quinta parte del genio de Velásquez. Don Diego de Melgar murió amargado y sólo en un manicomio de Sevilla, haciéndose en sus pantalones y olvidado para siempre por la humanidad. Y entonces el maestro decano de la facultad de bellas artes me interrumpía y me decía: Pero bueno Quintero, ¿Qué tiene que ver eso con que usted y Henao estén intercambiando trabajos para sus clases?. Y yo le decía: muy sencillo maestro decano de la facultad de bellas artes, yo soy un desastre para los ejercicios de teoría de color, es algo que no se me da, no puedo con el hecho de untarme de pintura, me da asco, no puedo coger ni un pincel, me siento sucio, los colores se me oscurecen como si estuviera hechizado, me salgo de las márgenes, las combinaciones son crípticas para mi, mejor dicho no nací para esa vaina… tal vez tengo un espíritu daltónico, quien sabe… mientras que Henao parece que en otra vida fue robot constructivista porque no necesita ni una regla para trazar líneas perfectamente perpendiculares, a él lo de las temperas y la pintura esa, se le da naturalmente … pero tiene un problema, no sabe redactar ni una tarjeta de presentación, es un milagro que pueda expresarse con palabras para pedir alimento, habilidad que por alguna razón a mi se me da con facilidad … entonces al ver estas peculiaridades aplicamos la ley de Melgar simplemente para compensar nuestras respectivas falencias. Y entonces el maestro decano de la facultad de bellas artes se quitaba los lentes, se recostaba en la silla y mirando al techo me decía: Y entonces, la Ley de Melgar viene siendo… Y yo le decía: La Ley de Melgar dice que no todos podemos ser Velásquez. Y entonces el maestro decano de la facultad de bellas artes se frotaba los ojos y me decía: Dios mío Quintero, que voy a hacer con usted, si usted tan solo aprovechara ese potencial que tiene, no estaría repitiendo Teoría del Color, pero bueno ese es su problema, no quiero saber mas de intercambio de trabajos o me veré en la penosa labor de suspenderlo. Y yo le decía: Está bien maestro decano de la facultad de bellas artes, le prometo que no se volverá a enterar de nada porque Henao va a sufrir un pequeño accidente en su capacidad cognitiva. Y entonces el maestro decano de la facultad de bellas artes me decía: Como sea Quintero, quiero que hablemos extraoficialmente de un tema delicado, estoy muy preocupado con el acto de vandalismo que sufrió la obra del maestro Heim, y no es por acusarlo ni nada, pero conociendo su pasado incidente con el maestro, quiero que sea honesto conmigo y me diga si fue usted quien puso esos carteles en las paredes del museo donde estaban las esculturas. Y entonces yo le decía al maestro decano de la facultad de bellas artes: ¿Cuáles carteles maestro decano de la facultad de bellas artes?, y entonces el maestro decano de la facultad de bellas artes sacaba unos carteles que decían: “HASTA EL FONDO PAPI, QUE NO LA SIENTO” y me decía: ¡Estos carteles Quintero!, Hermano, pegaron esto en las paredes del museo donde el maestro estaba exponiendo su escultura “acariciador de paredes de museo moderno”. Y entonces yo miraba detenidamente los carteles que me enseñaba el maestro decano de la facultad de bellas artes y pensaba que me hubiera quedado mejor con una Helvetica Bold y le decía al maestro decano de la facultad de bellas artes: Si usted me permite, maestro decano de la facultad de bellas artes, aquí hablando extraoficialmente sólo le puedo decir que quien pegó esos carteles en las paredes del museo moderno es indiscutiblemente un hijueputa. Y entonces el maestro decano de la facultad de bellas artes se quedaba inmóvil por un momento, como si lo hubieran puesto en pausa y después estallaba en carcajadas y me decía: Hombre Quintero, usted es todo un personaje, me recuerda a mi cuando tenia su edad, yo también era así como usted, irreverente y contestario con ganas de devorarme el mundo sin medir las consecuencias, pero llega un momento de la vida en que uno tiene que asumir responsabilidades y dejarse de pendejadas, Quintero uno no puede ser rebelde toda la vida. Y entonces yo le decía al maestro decano de la facultad de bellas artes: Ah, entonces usted también se rige bajo la Ley de Melgar. Y entonces el maestro decano de la facultad de bellas artes se volvía a poner serio y me decía: Bueno, bueno Quintero, dejémoslo de ese tamaño, voy a suponer que usted no tiene nada que ver con ese acto de vandalismo, nosotros estamos aquí en la facultad para formar artistas integrales y no vulgares graffiteros, puede irse Quintero, espero no volverlo a ver en esta oficina. Y entonces yo salía de la oficina del maestro decano de la facultad de bellas artes, y Anita la secretaria me decía: ¿Lo regañaron mucho? y yo le decía a Anita la secretaria: Todo regaño es microscópico comparado con el gigantesco placer que me causa verla, así sea por un tan solo un instante Anita. Y entonces Anita la secretaria se reía y me decía: Ay Quintero, vos si sos muy charro. Y entonces yo me quitaba el noveno de mis imperdibles y le decía a Anita la secretaria: por favor Anita acepte este humilde regalo que es una de mis pertenencias mas valiosas. Y entonces Anita la secretaria miraba el imperdible y me decía sonriendo: Gracias joven Quintero, siempre me he preguntado por que usted usa esos ganchos en las camisas. Y entonces yo le decía: Esperaba que me lo preguntara Anita, todo es culpa de la Ley de Duchamp. Y entonces Anita la secretaria me decía: ¿Duchamp? ni idea Quintero… ¿Cómo asi?. Y entonces yo me le acercaba a Anita la secretaria y le decía al oído, en la mas profunda confidencia el secreto que se esconde detrás de la ley de Duchamp, entonces Anita la secretaria me escuchaba con atención y después se ponía el imperdible en el lado izquierdo de su pecho y me sonreía con esa tranquilidad que sólo se da en la juventud y yo salía muy contento de la oficina del maestro decano de la facultad de bellas artes, y entonces bajando las escaleras me encontraba con Henao que me decía: ¿Entonces qué hermano? ¿Cómo le fue? ¿Qué le dijo el maestro?. Y yo le decía: Henao, marica, cuantas veces le tengo que decir que el único maestro que existió en este mundo se llamaba Yoda y murió exiliado en Dagobah. Y Henao se me quedaba mirando por un momento y después de un rato me decía: Marica, Quintero, a usted le debe gustar mucho esa secretaria.

“The path of the righteous man is beset on all sides by the iniquities of the selfish and the tyranny of evil men.
Blessed is he, who in the name of charity and good will, shepherds the weak through the valley of darkness, for he is truly his brother’s keeper and the finder of lost children.
And I will strike down upon thee with great vengeance and furious anger those who would attempt to poison and destroy my brothers.
And you will know my name is the Lord when I lay my vengeance upon thee.”

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