Salamanca es un lugar de historia, de la que ya se ha escrito y de la que aún se escribe. Es, además, una ciudad universitaria, juvenil y migrante, lo que la hace culturalmente rica. Allá, a la Universidad de Salamanca, fue Luis Felipe Rangel, estudiante de Psicología y de la Licenciatura en Básica primaria de Icesi. Si ahora, meses después de su regreso, le preguntaran «Felipe, ¿repetirías la experiencia?» Él, enérgico, diría que sí. A continuación, nos cuenta el porqué, algunas curiosidades sobre España, su estadía e Icesi.
¿Cómo comenzó la travesía?
Bueno, primero tengo que mencionar que Salamanca no fue mi primera opción, pero, luego de tres semanas de exploración, puedo decir que, indudablemente, fue la mejor. Al principio tuve muchas preguntas: ¿cómo sería la ciudad?, ¿cómo será la gente?, ¿cómo será el cambio horario…y la universidad?, ¿cómo serán las clases? Entonces salí en septiembre hacia Madrid. Todo fue amor: lo arquitectónico, los caminos, los conductores,las personas. Días después arribé a Salamanca, ¡preciosa y deliciosa! Buena comida. La gastronomía ahí es muy diferente a la colombiana, así que me obligué a probar nuevos sabores. Eso sí, aunque en cualquier supermercado se encuentra una variedad de carnes y quesos, no pasa igual con la fruta. Bueno, es que España es una de las potencias ganaderas más grandes en la Unión Europea.
También hice amigos y amigas del mundo: españoles, claro, e italianos, chipriotas, griegos y suizos. Y, a veces, me encontré con alemanes, holandeses, canadienses y chinos. Aprendí muchísimo de sus perspectivas de vida. Y el clima no puedo dejarlo pasar: los días salamantinos son fríos, pero con un sol radiante y un cielo despejado, ¡bellos!
¿Y la vida casera?
En mi propia residencia me encontraba con esa riqueza cultural tan característica de la ciudad. Mis compañeros de casa fueron un francés y una inglesa, quienes me enseñaron
sus estilos de vida, su gastronomía y sus idiomas.
¿Qué tal la u?
Lo primero que me llamó la atención de ella es que estaba sectorizada. Es decir, que cada una de sus facultades tenía su propio campus y organización interna, por lo que entender cómo funcionaba la matrícula de las asignaturas fue complejo: debía desplazarme entre facultades para que en cada una me dieran la información necesaria sobre los horarios. Aunque el proceso fue confuso, logré organizarlo de la mejor manera. Las clases eran muy distintas a las de Icesi y su modelo de aprendizaje activo, pues estas estaban estructuradas de otra manera: la fase teoría, de corte magistral, solo duraba 45 minutos y, después, la fase práctica, que implicaba talleres y trabajos en clase, duraba 1 hora y 10 minutos. El sinsabor de mi experiencia está justo aquí, en el modelo educativo.
¿Qué pasaba con el modelo educativo?
Creo que en Icesi nos forman como profesionales íntegros y que su modelo de aprendizaje activo impulsa este propósito. Por el contrario, en la Universidad de Salamanca el modelo es esencialmente tradicional; desde mi perspectiva pedagógica, considero que este sistema, si bien funciona, no responde de manera eficaz a los cambios que se han generado en la sociedad. Claro, entiendo que la universidad esté posicionada, no por nada tiene más de 800 años de historia. Sin embargo, es hora de promover cambios que, aunque de manera lenta, se adecuen a las necesidades de las generaciones que van a tomar las riendas del país. Así, encontrarme con que las potencias académicas de Europa no son seguidas al pie de la letra en Colombia, me causa orgullo. Bueno, al menos de la postura de Icesi.