Author: Andres Lopez Astudillo
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LASÂ C.T.AÂ DE LOS CORTEROS
Antes del paro de 2005, en todas las cooperativas los corteros eran apabullante mayorÃa, o sea que en teorÃa ellos eran sus dueños, los que decidÃan. Pero la realidad era distinta. Muy poco, casi nada, tenÃan que ver con la organización y dirección de sus cooperativas. Ni cuenta se dieron en qué momento cambiaron de razón social, a qué horas pasaron de la nómina de los contratistas a la lista de asociados de una cooperativa.
Lo que ocurrió fue que los contratistas, con su gente de confianza, fundaron las cooperativas y luego llamaron a los corteros para que se asociaran, o sea para que firmaran el acuerdo cooperativo, que es el nombre técnico que tiene este trámite. Y los corteros participaron en la constitución de estas cooperativas sin tener una adecuada preparación, sin conocer los fundamentos filosóficos de la economÃa solidaria, sin otro recurso para aportar que la fuerza laboral de sus callosas manos.
Una buena muestra de la fragilidad de la relación de los corteros con sus cooperativas, es el caso de Alexander Vidal, cortero de la CTA la Borcana, de La Cabaña, un ingenio que por cierto tiene la mala fama de atropellar los derechos de los trabajadores. Al momento de asociarse a la cooperativa, a Alexander Vidal le hicieron firmar un documento en el que expresa su decisión de retirarse voluntariamente, con fecha abierta. “Por la presente presento renuncia voluntaria como asociado al cargo que venÃa desempeñando en la cooperativa para todos los efectos legales“, reza el documento, que tiene la firma del gerente de la CTA y la fecha a discreción de la cooperativa. O sea que ésta quedaba autorizada a prescindir de Alexander Vidal cuando ya no lo necesitara, o cuando se tornara incómodo o protestara mucho. Total, ya tenÃa su renuncia firmada.
Los aportes sociales
El sistema cooperativo establece tres tipos de aportes obligatorios a sus asociados: una cuota de afiliación por una única vez no reembolsable, un aporte a la capitalización de la cooperativa, y una cuota obligatoria mensual, cuyo monto o porcentaje lo determina cada cooperativa. Los dos últimos tienen la calidad de aportes sociales y por ello en principio patrimonio del asociado, que se desvaloriza en el tiempo porque no reconoce intereses. O se pueden revalorizar siempre y cuando la asamblea general de asociados asà lo determine.
A los corteros de la caña se les descuentan la cuota de afiliación y las cuotas obligatorias mensuales, que algunas cooperativas han tasado en el 4% y otras en el 5% del ingreso del trabajador, mientras otras han preferido cobrar una suma fija, que actualmente es de $20.000. Sin embargo, los corteros no ven esas cuotas mensuales como un ahorro sino como un odioso impuesto que les afecta significativamente sus ingresos, especialmente a quienes ganan salario mÃnimo o suma cercana. Sienten que con esos aportes no están construyendo patrimonio alguno. Lo que sienten es que esa platica jamás la van a volver a ver. Y no les falta razón, porque la devolución de los aportes a los asociados siempre será algo incierto, porque depende de las condiciones financieras de la cooperativa. Y si esta está ilÃquida o se quiebra la pérdida de los aportes es irremediable.
Prestaciones y seguridad social
El contrato que los ingenios hacen con las cooperativas se llama oferta mercantil. Ésta estipula un valor global por tonelada cortada, que incluye la remuneración del cortero, sus prestaciones sociales y algunos costos de operación (transporte, dotación de implementos de trabajo, costos administrativos). A su vez la cooperativa hace un contrato con el cortero, en el que se estipula lo que éste recibirá por cada tonelada cortada (no se llama salario sino compensación económica) y los diferentes descuentos por prestaciones sociales, costos de operación y aportes cooperativos.
Cuando las cooperativas eran manejadas por los contratistas, las denuncias por irregularidades y malos tratos hacia los trabajadores eran copiosas, y fue en últimas lo que desencadenó el paro que los corteros de ocho ingenios realizaron a mediados de 2005. El caso de la familia Vargas, contratistas de vieja data, conocidos en la región como “Los Patianos”, es ilustrador al respecto. Los corteros exigieron su salida en razón a sus malas mañas y quejas contra ellos. Se comenta que entre sus mañas tenÃan la de no afiliar a todos los corteros a la seguridad social. Si, por ejemplo, tenÃan 200 corteros, un mes sólo pagaban la seguridad social de cien de ellos, y al mes siguiente rotaban, es decir, pagaban a los otros cien y no a los primeros. Además cotizaban la seguridad social y las prestaciones con base en el salario mÃnimo. O sea que llevaban nómina paralela, una maniobra que se hizo común entre las CTA de los corteros y que a un contratista le podÃa dejar de ganancia hasta 20 millones de pesos en el ejercicio de un mes.
Se conoce el caso de un trabajador que al momento de alcanzar la edad de jubilación se encontró con que no tenÃa seguridad social, que no estaba afiliado a ningún fondo de pensiones. Durante veinte años habÃa cotizado sagradamente sus aportes de pensión en las diferentes empresas de contratistas y las cooperativas en que trabajó, para nada, para quedarse sin su pensión de vejez.
Con el pago de los dominicales hay otro problema. El área de corte que se ofrece al cortero ha descendido considerablemente en los últimos años, principalmente por causa de la mecanización que se ha introducido en el corte de caña. Las jornadas laborales ya duran más poco y el tonelaje es menor, y el pago, por supuesto, también. Asà que, de poder hacerlo, la mayorÃa de los corteros trabajarÃa los domingos, por los pesos de más que puedan ganarse. Pero es un privilegio poder hacerlo porque los domingos baja la oferta de corte, y no hay caña para tanta gente. Pero asà y todo hay trabajadores que laboran todos los domingos del mes, lo que les da derecho a un domingo compensatorio. Pero esos corteros por ese concepto no reciben un peso adicional. Y los lunes festivos tampoco trabajan los ingenios, o sea que es otro dÃa perdido para los corteros en materia salarial.
La salud ocupacional es también un punto con falencias. El Código Sustantivo del Trabajo obliga a las empresas a tener comités paritarios que revisen las condiciones de trabajo y hagan mapa de riesgos, pero en las cooperativas eso no se da, siendo el oficio de cortero muy riesgoso, de mucha exigencia fÃsica y exposición a accidentes. Los riesgos mayores se dan por cortadas con machete en los brazos y las canillas, por lumbagos severos originados en el largo tiempo de permanencia en posición de agachada y en febril actividad. Un cortero hábil tumba en promedio por jornada un área de 30 metros por 6 hileras de caña, o sea dos tajos, y en esa faena debe realizar 5.400 movimientos del brazo, según lo estableció un estudio adelantado por técnicos del SENA. En sus manos el machete vuela en una danza de movimientos rápidos y exactos.
Otros riesgos son los aguaceros que tienen que aguantar a la intemperie porque en los cañaduzales no hay árboles o aleros donde guarecerse; y también la pavesa y el hollÃn de la caña quemada, que les producen molestias y afecciones respiratorias, que sin embargo ellos desestiman. No son causales para consultar al médico. Y no consultan por dos razones: en primer lugar porque pierden el tiempo de consulta, pues la cooperativa no se los paga; y segundo porque el costo de la consulta les resulta muy alto.
Juan Andrés Cambindo, cortero de la CTA La MarÃa, en el ingenio Manuelita, dice al respecto:
“A mi la consulta médica me sale en casi 12 mil pesos: un bono de 5.900 pesos por la consulta, y otro igual para reclamar la droga. Y la droga casi siempre es acetaminofén, que es de lo más barato que hay. Si me duele la cabeza, me recetan acetaminofén; si me da un calambre, acetaminofén. Con la enfermedad que uno vaya le dan de eso. De modo que a uno le sale más barato ir directamente a la farmacia y comprar el acetaminofén. Pero si uno necesita una droga más cara, ya no la hay en la farmacia del Seguro. Y para que a uno le den una incapacidad tiene que estar muy mal, o estar herido”
Cuando la incapacidad es por accidente la cooperativa le reconoce al cortero una compensación por el 100% del promedio de las bonificaciones del mes, y el 70% cuando es por enfermedad. El problema es que el tiempo que permanezca incapacitado se lo descuentan para efectos del pago de primas y cesantÃas, que en el cooperativismo se llaman compensaciones. Las incapacidades de menos de tres dÃas no las pagan las cooperativas, esos tres dÃas los pierde el trabajador. Y hay un problema adicional: el cortero recibe el pago de su incapacidad cuando la ARP se la paga a la cooperativa, y ese trámite puede llevar varios meses. Es por eso que los corteros rezan para no accidentarse o enfermarse.
Dotación de implementos y vacaciones
En la práctica los corteros no tienen vacaciones, asà el pago por este rubro esté incluido en el pago global que reciben por tonelada cortada. O sea que es un pago diferido a todo el año. En diciembre los ingenios suelen cerrar dos semanas para hacer labores de mantenimiento, tiempo que se supone corresponde a las vacaciones de los corteros, pero como estos no tienen capacidad de ahorro, tampoco tienen un peso para disfrutarlas. Son dos semanas de fÃsica vagancia y sin remuneración alguna. Tampoco reciben compensaciones por los lunes festivos, Semana Santa, 25 de diciembre y primero de enero, que son dÃas que los ingenios no laboran. Son dÃas sin sueldo para los corteros.
En el aspecto de la dotación de implementos de trabajo, que está incluida en la oferta mercantil de las cooperativas, el cortero también lleva las de perder. En el año recibe tres dotaciones de guayos, pantalón y camisa de dril, limas, machetes, dulceabrigo, guantes, canillera y capa, en unas cantidades que si bien están dentro de lo establecido por la ley, no es suficiente para suplir las necesidades de los corteros. La rudeza de su oficio desgasta mucho su dotación, y asà se ve obligado a comprar de su bolsillo algunos implementos. Las limas, los machetes y los guantes duran poco en épocas de invierno o cuando se trabaja en terrenos pedregosos. Un machete se les puede acabar en una semana. En algunos ingenios la dotación la hace directamente la empresa, y en otros su costo está incluido dentro del precio global de la tonelada cortada.
Vigilancia y control
Las veces que los corteros tocaron las puertas del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, y las de la Superintendencia de EconomÃa Solidaria, los dos organismos que por ley tienen que ver con la vigilancia de la CTA, los resultados fueron decepcionantes. El respecto Jaime Montoya, vocero de la CUT Valle señala:
“Se chutan las responsabilidades. El Ministerio dice que la vigilancia de las cooperativas es responsabilidad de la Superintendencia, y ésta dice que es competencia del Ministerio. En los dÃas del paro de los corteros estuvimos en la Superintendencia en Bogotá y nos dijeron que los problemas laborales se cursan en el Ministerio de Trabajo, y cuado fuimos al Ministerio nos dijeron que el asunto no era de su competencia porque se habÃa convertido en un problema de orden público, porque habÃa habido toma de la empresa, revueltas, desalojo de la fuerza pública y detenidos, cuando antes este mismo Ministerio habÃa avalado algunos acuerdos en la mesa de negociaciones”.
Además, agrega Montoya, en los juzgados laborales las denuncias tienen poca esperanza de prosperar. “Conozco casos -dice- de juzgados de Puerto Tejada, Caloto y Santander de Quilichao, donde el papel con el que trabajan se los da el ingenio La Cabaña”.