En estos días que los caleños nos preparamos para elegir un nuevo alcalde, los debates de los candidatos son abundantes. En la mayoría de los casos se escucha a los candidatos proponer obras públicas, subsidios y en algunos casos hasta rebaja de impuesto predial. Pero poco se discute de dónde saldrán los recursos. De la responsabilidad de tener unas finanzas públicas sanas. No debemos olvidar que la Administración de Cali experimentó al final de los noventa y principios de este siglo un fuerte apretón en su presupuesto y en el tamaño de esta.
No hay duda que las últimas dos administración de Cali han venido saneando las finanzas de la ciudad. Para finales de 2007, el saldo de deuda correspondía aproximadamente 87 veces los ingresos corriente del municipio. Es decir, se necesitaban 87 años para pagar toda la deuda si solo se destinara todos los ingresos corrientes a pagar la deuda, esto sin incluir el servicio de la deuda. ¿Qué tan grave es este número? El límite establecido por el Ministerio de Hacienda para considerar a un municipio viable financieramente es una deuda de 80 veces los ingresos corriente del municipio. Es decir, la situación era muy delicada. Esta situación implicó que i) la ciudad no pudiera endeudarse más para hacer inversión y ii) el servicio y el pago del capital de la deuda se convirtiera en prioridad y se llevara una gran tajada del presupuesto de la ciudad. No es gratuito que el gasto social, la inversión en malla vial y la inversión en infraestructura sufrieran un atraso en la ciudad. Ese atraso en gran parte se debe a un manejo no responsable de las finanzas públicas de la ciudad.
La administración Guerrero recibió en 2011 una deuda de 49 veces los ingresos corrientes. Es decir, una ciudad otra vez viable. Y en vez de reiniciar con el endeudamiento, se continuó con el pago de la deuda. Se destinaron del orden de 66 mil millones de pesos anuales para abonar a la deuda. En 2014, la deuda es solo 22 veces los ingresos corrientes. Es decir, ahora la ciudad evidentemente es financieramente sostenible y se puede endeudarse para realizar inversión productiva.
Este es un gran reto para la nueva administración que se posesione el primero de enero de 2016. El apretón de las dos administraciones anteriores, y de todos los caleños, dará sus frutos para la siguiente administración. Es decir, el nuevo alcalde tendrá un espacio mayor para inversión en los siguientes años. Por un lado el servicio de deuda y el pago de capital será menor y por otro tendrá acceso a crédito. Algo impensable en la ciudad en lo corrido de este siglo.
El gran reto es aumentar la inversión del municipio empleando recursos propios y deuda. Al mismo tiempo implica mucha responsabilidad en no derrochar los recursos y no malgastar el “ahorro” y esfuerzo de las anteriores administraciones y en especial el de los caleños. La responsabilidad en últimas está en todos nosotros al momento de elegir. Debemos elegir un nuevo alcalde responsable fiscalmente.
(Este artículo de opinión fue publicado en el diario El País de Cali el 2 de octubre de 2015)