Las libranzas: Una corta explicación

La libranza es una modalidad de préstamo que se puede emplear para cualquier tipo de finalidad; es decir, de libre inversión. La característica más importante de este tipo de préstamos es que el respaldo del crédito está en la manera cómo el prestamista recibirá su pago. En este caso, el receptor de la libranza autoriza a su empleador a pagar directamente al prestamista las cuotas del crédito. En otras palabras, el dinero de las cuotas pasan directamente del empleador a la institución que presta el dinero. Así, no hay riesgo que al cliente se le “olvide” pagar la cuota o que se gaste el dinero en algo diferente a pagar el crédito. A las libranzas también pueden acceder los pensionados.

 

Tradicionalmente, los créditos de libre inversión son considerados de alto riesgo, pues es poco lo que los respalda. A diferencia de un crédito hipotecario en el cual existe un inmueble que respalda el crédito. Si un deudor no paga sus cuotas, ahí está el inmueble para responderle a la Institución. Las libranzas son entonces un mecanismo que permite disminuir el riesgo asociado a los préstamos de libre inversión que se le otorga a empleados y pensionados.

 

Hasta ahí no existe ningún problema. Es más, la autorización de este tipo de instrumentos podría considerarse de beneficio tanto para los hogares que reciben créditos por medio de libranzas, como para las instituciones. A menor riesgo, no será necesario que los hogares paguen un interés tan alto como el caso en el que no existe el respaldo. Y las instituciones financieras no tendrán que correr con tanto riesgo.

 

Cuando una institución financiera realiza estas operaciones no hay problema. La sociedad colombiana cuenta con mecanismos para regular estas operaciones de crédito. Se debe regular como la institución capta el dinero que después será prestado, pues en últimas lo que hace una institución es ser intermediarios entre unos inversionistas o ahorradores que tienen exceso de dinero y otras familias o personas que lo necesitan. Esta es la actividad tradicional del sistema financiero. Y ya sabemos cómo regular esta actividad, por medio de la Superintendencia Financiera o la Superintendencia de Economía Solidaria.

 

La oportunidad aparece cuando instituciones no reguladas (o extra-bancarias) se les permite hacer operaciones con los pagarés que  soportan cada libranza (pagarés-libranzas). En este caso la regulación colombiana permitió que aparecieran unos intermediarios extra-bancarios que podían comprar y vender pagarés-libranzas. Inversionistas le daban el dinero a los intermediarios extra-bancarios, y éstos compraban pagarés-libranzas a instituciones reguladas que emitían el crédito original. Los emisores originales del crédito recibían su dinero con anterioridad a lo pactado y los inversionistas iban recibiendo su dinero y su rendimientos de los pagos que realizaban los empleados o pensionados.  Y la verdad hasta ahí tampoco parece existir un problema.

 

El problema sí aparece cuando estos actores extra-bancarios se aprovechan de la falta de regulación y empiezan a actuar como pirámides. Los intermediarios extra-bancarios empiezan a captar dinero bajo la promesa de un soporte en pagarés-libranzas sin que existan estos pagarés. En ese momento la operación se convierte en una captación de dinero ilegal, deja de ser una compra-venta de pagarés-libranzas y empieza a parecerse a una pirámide financiera. Y bueno, ya sabemos que las pirámides no terminan bien. Tarde o temprano se caen y muchos son los perdedores.

 

Si bien aún es muy temprano para determinar  el impacto del fenómeno de las libranzas, parece ser claro que algunos intermediarios extra-bancarias convencieron a aproximadamente 10.000 personas y empresas (el número aún no es muy claro y la cifra cada día crece) a que “invirtieran” unos 1.5 billones de pesos (igualmente esta cifra no es muy clara y crece todos los días) en unos papeles que prometían una gran rentabilidad. Rentabilidades que llegaron a alcanzar el 21% efectivo anual, remuneración claramente imposibles de mantener en el corto plazo por actividades legales.

 

Si bien existen muchos detalles por precisar, sí está claro que los intermediarios extra-bancarias aprovecharon una vez más el gran apetito de una porción de la población colombiana por inversiones de rentabilidad inusualmente alta. Pero este es tema para otra columna.

 

(Esta columna de opinión fue publicada en el diario El PAÍS de Cali el 28 de septiembre)

Scroll to Top