Por: Hillary Zambrano
America Latina: Contrainsurgencia y pobreza, escrita por Raúl Zibechi; quien es analista internacional del seminario Brecha de Montevídeo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la Multidiversidad Franciscana en América Latina y asesor de grupos sociales; tiene como objetivo analizar las políticas para combatir la pobreza.
En primer lugar, el autor aborda los eventos y decisiones que culminaron en que la lucha contra la pobreza se convirtiera en una política pública de orden global. Entre los incidentes clave, menciona la importancia que tuvo la ampliación de operaciones del Banco Mundial, medida que se llevó a cabo su presidente, en ese entonces, Robert McNamara. Este cambio resultó importante porque convirtió a la organización en el centro político e intelectual más importante del mundo, dándole la protestad para poder influir en la política de muchos Estados. De la mano de las políticas propuestas por McNamara se encontraba la intensificación de la lucha contra la pobreza bajo el argumento de que es un problema que podría amenazar la seguridad y estabilidad de los Estados. La manera que encontró el Banco Mundial para solucionar este problema fue sugiriéndole a los Estados que debían endeudarse para poder implementar políticas orientadas a aumentar la renta de las poblaciones vulnerables y así combatir sus necesidades básicas insatisfechas. A pesar de que esta implementación fue abolida por más de una década, las reflexiones acerca de las prácticas basadas en la estrategia que sugirió el Banco contribuyeron en el desarrollo del concepto de gobernanza, el cual tiene que ver con la comprensión de las relaciones entre Estados, organizaciones sociales e instituciones internacionales.
Por otro lado, el autor también hace referencia a los cambios que sufrieron algunos movimientos sociales al convertirse en organizaciones. Aquí vale la pena resaltar que, anterior a los movimientos sociales, el sindicalismo tenía un peso importante como fuerza social. Sin embargo, debido a problemas internos de corrupción o integración al sistema, entran en declive. Los movimientos sociales son una respuesta a este fenómeno y tienen como pilares el arraigo a la tierra, la conservación de la identidad y la cultura, entre otros. Además de eso, también hicieron uso de nuevos métodos de acción colectiva. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse fuertes, los movimientos sociales se vieron debilitados debido a que algunos se acoplaron al Estado y se convirtieran en organizaciones.
El libro es una fuerte crítica a la manera en que los Estados latinoamericanos adoptaron las políticas públicas propuestas y respaldadas por la cooperación internacional. A lo largo de él se argumenta que éstas, en lugar de mejorar la situación, la empeoraron porque criminalizaron la pobreza y segregaron un sector de la población. De ahí que la lectura pueda ser abordada desde la perspectiva de la interdependencia compleja, teniendo en cuenta que la solución propuesta por el Banco Mundial, aunque iba en pro de “mejorar la situación” de las poblaciones empobrecidas, en realidad lo que estaba detrás es que endeudaba a los países para hacerlos dependientes de las Instituciones Internacionales. Todo esto se ve agudizado si se tiene en cuenta que en Banco Mundial y las Organizaciones Internacionales sancionaban a los países que no acataban su sugerencia.
Para concluir, cabe decir que la obra logra abordar de manera correcta cómo se construyen las relaciones entre la sociedad y el Estado. Sin embargo, se queda corta en entender cómo funcionan estas implementaciones y qué consecuencias traen, tanto para las Organizaciones Internaciones, como para los países potencia que las apoyan.