La felicidad del no ser

 

Por Viviana Zabala Vinasco, estudiante de Psicología de la Universidad Icesi.  Octavo semestre. Ensayo escrito en el curso “Taller de formación profesional (Psicología Clínica y de la Salud)”

 

La psicología positiva se define como una ciencia que se ocupa de mejorar el bienestar subjetivo y la felicidad del ser humano en lugar de sentarse a remediar déficits (Carr, 2004:23). Gran parte de sus argumentos reposan en una crítica a lo que han decidido llamar  la “psicología tradicional”, afirmando que ésta por años ha dejado de lado el aspecto positivo de la experiencia humana y se ha enfocado en los aspectos negativos y displacenteros de la misma, generando que en el campo de la psicología las teorías  y métodos de investigación no se hayan involucrado con todo lo relacionado con el logro y la satisfacción humana.

Para la psicología positiva, no solo se han evadido los aspectos positivos de la vida subjetiva, sino que los acercamientos teóricos sobre ésta han tenido un lenguaje oscuro, escalofriante y desalentador para describirla, por lo cual era necesario erigir una nueva psicología que tuviera como objetivo comprender y facilitar la felicidad y el bienestar subjetivo .

De acuerdo con los postulados de la psicología positiva existen dos tipos de afectividades, la afectividad negativa, la cual describen como un aspecto del sistema conductual de inhibición orientado a la evitación que hace que el individuo se mantenga alejado de situaciones de peligro, dolor o castigo. Ahora, la afectividad positiva es definida como parte del sistema conductual de facilitación y esta orienta al organismo a situaciones potencialmente gratificantes que pueden producir placer. Esta afectividad positiva se encuentra asociada a una actividad física regular, al buen dormir, a una vida social rica y con amistades íntimas, y al esfuerzo por alcanzar los objetivos  valorados .

No se necesita ser un experto para leer el mensaje que entre líneas envía el postulado de la afectividad positiva, y es que el ser humano no sólo debe evitar el dolor sino que debe buscar la felicidad, pues su organismo está conductual y evolutivamente  programado para estas acciones, el ser humano está programado para ser feliz, lo único que debe hacer para potenciar su afectividad positiva, es hacer ejercicio, dormir bien, tener amigos y alcanzar objetivos planteados.

Aceptar estos planteamientos como verdaderos sería anular  toda la belleza que tiene la particularidad subjetiva, no encontraría una razón para seguir estudiando psicología, pues perdería inmediatamente todo el interés en aquel sujeto plano y en blanco que solo llevaría a cabo acciones robóticas bajo el mando de su organismo. Sería encontrarnos cada día con aquel ser autómata, androide, no consciente del que nos habla Miquel Bassols (2011), aquel sujeto que las neurociencias tanto anhelan con el fin de poder descifrarlo de principio a fin, reduciendo así  toda la experiencia humana a la experiencia orgánica y ofreciendo al mundo una cura para el sufrimiento.

Postulados como este, son la raíz de los estándares sociales que existen actualmente en nuestra cultura, estándares que exaltan la felicidad, la armonía, y el bienestar, condenando duramente a todo aquel que no se declare militante de lo positivo y rotulándolo como depresivo. De acuerdo con Emiliano Galende “la organización mundial de la salud considera a la depresión como un mal creciente”. Todo aquel que pase por un proceso de perdida y no decida llevar a cabo una receta para volver a ser feliz es considerado enfermo; la angustia, la tristeza, el duelo  e incluso la pereza pasaron de ser sucesos inherentes a la experiencia humana a ser trastornos de inmediata medicación, haciendo cada vez más difusa la frontera entre  lo normal y lo realmente patológico y creando un alarmante “marketing- Style Life” que lanza al mundo una amplia gama de  falsas medicinas necesarias para tener calidad de vida  .

Con la promesa de las neurociencias de encontrar el punto exacto del cerebro donde se ubica el sufrimiento y postulados psicológicos que aseguran que es posible separar la felicidad de la tristeza y que nuestro organismo está programado para ser siempre felices, las personas sueñan con entran a engordar las filas de la enfermedad actual: “ser netamente feliz” y con la tranquilidad que brinda la idea de poder reportar todo malestar psíquico a una causa biológica  los sujetos sueñan con ser “desubjetivados”, con olvidar que la muerte, la perdida y el sufrimiento hacen parte de la vida así como la felicidad, el placer y el bienestar. Cuánta razón tiene Galende, citando a Roudinesco, al decir “que la concepción Freudiana de un sujeto (consciente de su libertad, pero atormentado por el sexo, la muerte y lo prohibido) se ha reemplazado por la concepción de un sujeto depresivo que huye de su inconsciente” (Galende, 2008:210).

De esta manera el quehacer clínico entra en una etapa preocupante, pues las personas que llegan a los consultorios no están en búsqueda de alguien que les ayude a poner en palabras su propio malestar para lograr comprenderlo, por el contrario estas personas vienen en busca del remedio que acallará sus síntomas y por lo tanto eliminara sus males. Buscan resolver su demanda por la vía mágica del fármaco y no pretenden ni siquiera acercarse al camino que abre la pregunta por la causa y la apertura de recursos subjetivos que permitirán tratarla..

No creo que se trate de negar que el ser humano pueda ser feliz; considero que se trata de valorar la particularidad de cada subjetividad, de no perdernos en la ilusión localizacionista del malestar, del duelo y la tristeza, se trata de entender que estos son aspectos de la experiencia humana que se significan de manera diferente en cada uno de nosotros.

Entrar en el juego de las recetas de felicidad y calidad de vida estandarizadas nos exige eliminarnos como sujetos, y considero que ninguna felicidad infinita prometida vale la pena hacer esta renuncia. Sí dejar de sentir malestar  en la vida significa dejar de ser, yo prefiero el malestar.


Referencias.

Carr, A. (2004). Psicología Positiva. Barcelona, Buenos Aires, México: Paidós.

Cazenave, L. (2009). La medicalización de la vida cotidiana. Concecuencias, Revista Digital de Psicoanálisis, Arte y Pensamiento.

Galende, E. (2008). Psicofármacos y salud mental: la ilusión de no ser. Buenos Aires: Lugar Editorial.

 Miquel Bassols. (2011) Conferencia “Las neurociencias y el sujeto del inconsciente”. http://www.icf-granada.net/videos3.htm#MBP

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