El laboratorio en esta jornada fue en la cocina de la universidad ya que las prácticas que se iban a hacer giraban alrededor de la transformación de la pulpa de sirindango, en alimentos. Las artesanas en la cocina estaban en su ambiente. Fluían con maestría, además porque estaban preparando la rayana, sopa propia de la cocina inga, a partir de la pulpa de sirindango que ellas traían. Esta sopa tiene el plátano, que llaman chiro, rayado y la yuca.
Natalia, la estudiante de administración de negocios, Daniella, Carolina, Julieth, Sergio y yo nos adaptábamos a lo que ellas necesitaban: rayar, pelar, traer agua, prender el fuego en la cocina industrial, conectar la licuadora, buscar las ollas, etc. Todas nos organizamos alrededor de cocinar, comer y conversar.
La rayana, fue lo primero que salió. A quienes no la conocíamos, que éramos la mayoría, la sopa nos supo delicioso y nos permitió degustar el sabor tan particular del sirindango, sí como discutirlo ampliamente. La exploración de derivados continuó y llevó a que ellas crearan el dip y la salsa de sirindango a la cual se le agregaron diferentes sazones y ajíes. También jugamos a hacer queso y yogurt, lo cual demandó bastante de nuestra atención. Fue un intercambio muy animado, donde la comida y comer fueron el centro. María, Sineida y Mónica fueron quienes se encargaron de las preparaciones. En este caso eran las químicas quienes iban evaluando cada plato, estableciendo su composición, su textura. Todos aportábamos adjetivos para tratar de describir las virtudes y sabores de cada plato que salía para probar. Fue una práctica dedicada al sentido del gusto y a darnos gusto. Sin duda alguna en el espacio de la cocina se sentían inspiradas y sentían que tenían el dominio y control de la situación. Lo cual se reflejó en los platos deliciosos que crearon.
Al terminar esta fase, volvimos al laboratorio para ensayar la destilación del sirindango que había quedado en suspenso en al jornada anterior. Primero, centramos la atención en la destilación del aceite de eucalipto, mientras, simultáneamente el proceso de destilación de las semillas de sirindango estaba en curso. Mientras tanto, nos pusimos a preparar jabón. Para ello utilizamos reactivos: aceite e hidróxido de sodio, en los mezcladores. Este fue un proceso ágil que no nos tomó tanto tiempo. El resultado fue un champú de color fuxia, con textura cristalina y líquida.
Luego dimos paso al laboratorio 3 “Brillo labial con pigmento de sirindango”. Para ello nos enseñaron que debía haber un aceite portador. Este se preparó a partir de 7 gr de aceite de almendras, 7 gr de aceite de ricino, 4 gr de cera de abejas (el cual se puede remplazar por manteca de cacao). Como saborizantes y aromatizantes se utilizaron pigmento de sirindango (o,2 gr) y pigmento de FD y camarillo (0,2 gr). Los ingredientes se disolvieron y mezclaron hasta que su pasta se dejó en pequeños empaques plásticos, que algunas pudimos llevar a casa.