Por Vanessa Valencia,
“Se enfrenten como amigos o enemigos, como padres e hijos,…, sea cual fuere el comportamiento de las personas individuales, está determinado por las relaciones presentes o pasadas con otras personas.”
Norbert Elias, La sociedad de los individuos.
Es difícil encontrar un individuo que, siguiendo con lo que dicta su sentido común, no haya creído en algún momento de su vida que es completamente independiente de la sociedad en la que se encuentra. Es más, muchos de nosotros, estudiantes de una ciencia social como lo es la psicología, hacemos parte de ese cúmulo de personas que en algún momento se creyeron autónomos de nuestros cánones sociales. Esto, como lo explicaré más adelante, es una respuesta a una percepción simplista que tenemos desde que somos conscientes. Empero, la psicología social como fuente de conocimiento, no puede limitarse a creer en las opiniones superfluas y del común, por el contrario debe esmerarse en adquirir conocimiento por medio de indagación y contacto con la sociedad en cuestión. De esta forma, es satisfactorio ver en la psicología social un entramado de teorías que se han encargado, por un lado de aclarar las dudas que surgen sobre la relación sociedad –individuo y por el otro de plantearse nuevos cuestionamientos que nos permitan profundizar en los conocimientos ya adquiridos.
Así, en el presente ensayo, expondré una breve recopilación de lo que, a través de la historia, ha sido el objeto de estudio de la psicología social y los periodos históricos de la misma, además tendré en cuenta el proceso de individualización del Yo y del papel que tiene la educación en la subjetivación humana, todo esto para defender mi tesis: la psicología social como enfoque teórico, necesita de teorización multidisciplinar para la formulación de conocimiento válido y aplicable.
Comenzaré diciendo que pese a la amplia difusión de la psicología social, no hay razones para creer que ésta desde sus inicios ha tenido una historia digna de contar, por el contrario, según Martín Baró (1983) se ha visto plagada de intentos infructuosos de definiciones de su objeto de estudio, de autores reduccionista que han limitado el mismo, y de ires y venires de falsas concepciones de psicologías sociales que la han desviado temporalmente de -lo que considero-, su fin: la comprensión de la relación entre las acciones de los sujetos y las ideologías de la sociedad, como una relación simbiótica (inseparable) y mutuamente determinante en los procesos sociales y la psique humana.
Esa relación es simbiótica en la medida de que, según Martín Baró (1983) las ideologías son presupuestos o “por supuestos” de la vida cotidiana en un grupo social determinado; estos moldean nuestra forma de pensar, sentir y actuar; en dos palabras: de vivir. Es ahí donde la objetivación de la sociedad se vuelve a una subjetividad individual, que es exteriorizada y continúa influenciado el orden social. Una relación simbiótica y como la mencionamos previamente indivisible. Sin embargo, para llegar a esa definición tácita, hizo falta un recorrido histórico que presentaré a continuación; este se dividió en tres periodos que respectivamente dieron cuenta de un objeto de estudio diferente, siempre basándose en la construcción de una pregunta que respondía a las necesidades de investigación de la época.
El primero de ellos: “¿qué mantiene unido a un pueblo?”, surge durante la crisis de la industrialización capitalista de Europa. Considero importante recalcar que ante esta crisis es apenas predecible la idea de una respuesta funcionalista que dé explicaciones factibles y brinde la comprensión del fenómeno social que estaba sucediendo en ese entonces. Así, este cuestionamiento tiene un trasfondo teórico que, según Martín Baró, puede responderse desde la filosofía y la antropología (imagino: la filosofía al preguntarse por la esencia y las propiedades del comportamiento del ser humano que lo mantiene unido a sus congéneres y la antropología por su duda sobre las manifestaciones sociales y culturales del humano).
La respuesta a este cuestionamiento refiere al tema central de la “mente de grupo” (Martín Baró, 1983), es decir la facultad de los miembros de una sociedad de realizar algo en común, algo espiritual y significativo para ellos (que los une a pesar de sus diferencia comportamentales). Para Wundt lo que mantiene unido al pueblo es el conjunto de productos mentales creados por el mismo, originado por un grupo de acciones reciprocas enmarcados en un contexto histórico particular. Para Durkheim, la unidad del pueblo se debe a una “conciencia colectiva” es decir un conocimiento normativo entre los miembros de la sociedad que “es irreductible a la conciencia de los individuos, ya que constituye un hecho social” (Martín Baró, 1993, pp. 33) este fenómeno social funciona como una fuerza coactiva entre los individuos. Finalmente, para Freud, lo que mantiene unido al pueblo es el vínculo que se produce por la identificación inconsciente y colectiva con un mismo dirigente.
El segundo de ellos: ¿qué integra a las personas en el orden social establecido? Según Martín Baró (1983), este cuestionamiento se da con el fin de responder a las necesidades de control del gobierno estadounidense, lo que significa que la psicología social se lleva a la praxis con el fin de una suerte de manipulación poblacional, ¿qué debemos hacer para que el grupo social se adapte a nuestras circunstancias? Por supuesto, desde la mirada del estado norteamericano las causas de este actuar eran perfectamente justificadas: tenemos grupos de inmigrantes de diversos países y bajo la adopción del capitalismo industrial nuestras imposiciones culturales hacen del ambiente social más caótico de lo normal. La necesidad de integrar a los extranjeros al orden social imperante era sencillamente inmediata.
Con el crecimiento de la población norte americana, la psicología social se transformó en un acervo de prácticas que tenían como fin la satisfacción de las demandas gubernamentales. La instrucción en labores necesarias y la selección de personal para tareas específicas se atañen al enfoque práctico de la misma. Así, con la llegada de la psicología experimental propuesta por Watson, se traslada la teorización al campo de la metafísica y se da la bienvenida del método científico a la psicología; los procesos subjetivos quedan de lado y se estudia algo observable, medible y cuantificable: la conducta. Posteriormente, con Floyd Allport este enfoque teórico se desplaza a la psicología social, de modo que adquiere un nuevo nombre y se denomina como psicología social experimental. Allport expresó plácidamente que su trabajo era de carácter conductual, además redujo el alcance de la psicología social al negar la existencia de una “psicología de grupos que no sea esencialmente una psicología de individuos” es decir que la diferencia existente entre la psicología social e individual radicaba exclusivamente en la cualidad del estímulo; en la social, el estímulo lo produce un individuo, en la individual el estímulo lo produce cualquier cosa.
¿Era eso correcto?, desde mi perspectiva el conductismo es negligente por naturaleza, el hecho de ser conscientes de la vida psíquica del individuo y dejarla de lado solo por el ferviente deseo de institucionalizar la psicología como ciencia es cuando menos déspota. Cómo pretender que la magnificencia y la complejidad del aparato psíquico se releguen a simples manifestaciones conductuales, cómo ignorar las permanentes muestras del psiquismo humano, esa caja negra de la cual habla el conductismo es una paradoja andante, es decir ¿pensamos en ella, pero no la estudiamos?. Es cierto, el afán de la psicología de ser una “ciencia dura” estaba en parte justificado, el miedo de la impregnación de conocimiento pseudocientífico en la teorización seria podía ocasionarse como respuesta al desagrado de volver a periodo de oscurantismo. Es solo que hay objetos de estudios que no deben ser operacionalizados, dejar de lado los procesos mentales es negar nuestro objeto de estudio, ¿qué Psicología no quiere lógica del pensamiento?…
El tercero de ellos: “¿qué nos libera del desorden establecido?” se origina por el creciente desencanto que empezó a invadir la psicología social como consecuencia del desenmascaramiento de la sumisión de las ciencias sociales, es decir tras la derrota militar de Norteamérica. Así, después de cuestionarse sobre el poder establecido por las ciencias sociales, brota la necesidad de salir de ese desorden que se estableció en primera instancia, de liberarse de las exigencias e imposiciones del sistema en decadencia. Surgen tres nuevas perspectivas, que si bien fueron radicales han brindado los aportes más creativos y críticos: a) la visión de la realidad social como construcción, es decir de una sociedad en la cual cada individuo actúa desempeñando papeles que definen la realidad. b) la concepción social con un enfoque conflictivo, que deja de lado la concepción armoniosa y acepta que el orden social es el resultado de la imposición de unas fuerzas sobre otras; esto por la existencia de intereses contrapuestos. c) el papel político de la psicología social, entendiéndose como el instrumento al servicio del poder establecido.
Por otro lado, con fines de apoyar mi tesis expondré dos argumentos más que muestren que la psicología social debe trabajar multidisciplinarmente para producir conocimiento válido.
El primero de estos es la dicotomía, innecesaria que existe entre individuo-sociedad. Según Norbert Elias en La sociedad de los individuos (1990) esa pretensión de individualización del Yo solo puede definirse como una peculiaridad en las funciones psíquicas. Ahora bien, el aparato psíquico del individuo, según posturas psicoanalíticas freudianas, tiene una división tríadica conocidas como superyó, yo y ello; el superyó es la instancia psíquica que se encarga de tratar de interiorizar las normas y preceptos morales de la sociedad en la que se existe, el ello es la instancia pulsional que guardas nuestros más profundos deseos inconscientes y el yo es la instancia mediadora de estas dos, la parte consciente de cada uno de nosotros. A partir de esto nace la confusión. Elias (1990) plantea que la idea de interior-exterior responde a la lucha entre lo inconsciente del ello y la moral idea del superyó. Es decir de los deseos que quiero llevar acabo y de las expectativas que tiene la sociedad de mí mismo.
En segundo lugar se encuentra la intervención socio-pedagógica que hace Fernando Savater en El valor de educar (1997), el plantea que los humanos tienen dos nacimientos, el primero de ellos el orgánico que se da cuando venimos al mundo y el segundo de ellos el social, que se da por medio de la relación con el otro. Con esto Savater quiere da a entender que, para él, los humanos nacemos muy pronto y casi incompletos para sobrevivir en un ambiente hostil como lo es la sociedad, así que necesitamos de un grupo que nos acoja e inscriba en la cultura pertinente. Esta inscripción, se da por medio de lo simbólico, es decir el lenguaje y por medio de una red de significados y significantes particulares en cada cultura; es en ese momento en que la cría humana tiene su segundo nacimiento, su nacimiento cultural (luego de su nacimiento orgánico).
Para Savater (1997), el nacimiento cultural es el más importante. Considera que para la subjetivación del individuo en necesaria la enseñanza de este mundo simbólico y define nuestro contexto como uno que está en un papel constante y decididamente pedagógico. Afirma que los seres humanos aprendemos por medio de la imitación no solo de nuestros familiares, sino de los agentes externos a estos. Es por medio de esta enseñanza que se da la formación de vínculos necesarios para sobrevivir en el ambiente cultural. También expresa que la interacción con los demás nos permite modificar nuestras voluntades, formando así el proceso de socialización.
Así, basándome en todas los argumentos previamente mencionados, puedo aseverar que si bien la psicología social ha demostrado, en los últimos tiempos, ser una disciplina que cumple con su objetivo cabalmente, es bueno hacer notar que, de no ser por la interacción con otras disciplinas como la sociología, la pedagogía y la antropología, en algún momento histórico de la misma, no habría logrado tal punto de desarrollo. La psicología social es una rama de la psicología que produce conocimiento pertinente para la comprensión de las acciones del individuo en medio de la ideología del sistema cultural en el que se encuentra inscritos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Baró, I. M. (1983). Acción e ideología social desde Centro América. El Salvador: UCA Editores.
Elias, N. (1990). La sociedad en los individuos. Barcelona: Ediciones Península.
Savater, F. (1997). El valor de educar. Barcelona: Ariel S.A.