Halloween resulta siempre un reto para la creatividad y una se ve obligada a echar mano de los trapos de la casa para armarse algo con qué salir a pedir dulces o con qué salir de fiesta. Quiero que para esta entrada, y en honor a las brujas que celebran su noche, escriban sobre los disfraces de la infancia: quiénes se los hacían, donde los compraban, cómo se sentían en ellos y cómo resuelven ahora el asunto de disfrazarse.