El viaje de la vida para ser ciudadana del mundo

Por: Claudia Elena Becerra Romero

 

Un viaje a nuevos lugares siempre nos genera la expectativa de visitar sus sitios emblemáticos,  pero este recorrido nos permitió tener una mirada más amplia, nos sirvió para entender cómo es la vida cotidiana de sus habitantes, aspecto que no es posible percibir en muchos planes turísticos.  Esa vida cotidiana que conocimos se relaciona con la estructura gubernamental y académica pero, sobre todo, con conocer muchas  personas que le apuestan a mejorar las experiencias humanas, identificando sus sensibilidades, sus principios, sus valores y sus estrategias. Todo esto fue un gran aporte para nosotros y la manera como construimos una Colombia Mejor.

Es así como represento “mi viaje de la vida” porque, además, fue orientado por un maestro que me enseñó en la convivencia cómo ser “ciudadana de mundo”; conociendo las prácticas alimenticias, el sistema movilidad, el manejo del dinero,  la organización política. Es decir “enfrentarnos al mundo”, gracias Dr. Vladimir Rouvinski.   Todo esto fue muy gratificante, sobre todo para aquellos que la brecha de desconocer otro idioma al español nos generaba muchos más temores en relacionarnos con tantos países y con ideas preconcebidas que nos confrontaba con nuestros valores y los principios éticos, morales, espirituales.

En este viaje, contar con la relatoría de este historiador que se mueve por el mundo confrontando y reconociendo el ahora desde el pasado y desde su propia vida  ha representado para mí, uno de los grandes maestros que encontré en la Maestría en Gerencia para la Innovación Social y que por personas como él, valió la pena este proceso formativo.

 

Las visitas que hicimos a Francia, Republica Checa, Alemania, Polonia y Rusia me permitieron hacer conciencia que cada país tiene sus propios problemas y que existen personas que buscan generar alternativas de solución.

Contaré una experiencia que me dejó cada país.

El “botón rojo de Polonia” es una innovación para evitar el suicidio de muchos de sus habitantes que en su estado de soledad lo piensan, y ese botón rojo es una esperanza de salvación, pues los acerca a un ser humano que los acompaña a conversar cada vez que tienen estas crisis.  Experiencia que fue presentada en ISE Incubadora de innovación social

En Alemania a pesar del majestuoso imperio del Parlamento, sus sitios emblemáticos evidencian que “piden perdón al mundo, por el genocidio de los judíos en la segunda guerra mundial”, sentimiento que se ha vuelto un turismo, y que se imprime en las escuelas a los niños, como una vergüenza que ellos no tienen por qué  asumir.

De igual manera me sorprendió como muchos visitantes de manera sensacionalista pagan por vivir por un instante los campos de concentración como un hecho novedoso y festivo, sin reflexionar que una barbarie se constituye en un hecho turístico.

Con gran reflexión y con gran tristeza, en Berlín frente a la embajada de Colombia, muchas personas pedían “la bandera a media asta”, por el asesinato de centenares de  líderes sociales y defensores de derechos, hecho que me generó escalofrío, aunado con el análisis en el Centro de Estudios Iberoamericanos de Alemania, quienes manifestaron qué “saben que es  vivir la guerra y se sorprendieron cómo los Colombianos que tenías la posibilidad de votar la paz, votaron por la guerra”

Francia, a la cual había tenido la posibilidad de vivir un tiempo en Paris, y deleitarme con el romanticismo de la Torre Eiffel, esta vez conocí ese mundo de la comunidad LGTBI a través del día del “desfile por el orgullo gay”.  Aunque muchos por exaltar su vida generan también exclusión, pues no nos permitieron ingresar a los sitios de diversión nocturna en los que ellos conviven.

Rusia sorprende por la amabilidad y la calidez de sus habitantes, se comportan como lo hacemos en Colombia con los extranjeros como es compartir y recibirnos con mucho agrado. En Kaliningrado y San Petersburgo, los estudiantes  nos acogieron con alegría, haciéndonos sentir como en casa, mostrar lo mejor de su país y convencernos para que volviéramos, pero sobre todo la posibilidad de crear redes para ampliar su posibilidad de llegar a nuestro país.

Gracias a todos los compañeros, a la Universidad ICESI, a Maria Isabel Irurita y sobre todo a Vladimir Rouvinski por hacer este “mi gran viaje de la vida, y enseñarme cómo es ser ciudadano del mundo”.

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