En estos días que los caleños nos preparamos para elegir un nuevo alcalde, los debates de los candidatos son abundantes. En la mayoría de los casos se escucha a los candidatos proponer obras, subsidios, más programas sociales y en algunos casos hasta rebaja de impuesto predial. Pero poco se discute de dónde saldrán los recursos. No se discute de la responsabilidad de tener unas finanzas públicas sanas y de las limitaciones que se tienen. Los caleños no debemos olvidar que la Administración de Cali experimentó al final de los noventa y principios de este siglo un fuerte apretón en su presupuesto y en el tamaño de esta. A diferencia de Bogotá, Medellín, Barranquilla y Bucaramanga, durante la última década a Cali le tocó restringir sus gastos y su inversión en infraestructura. Esto se reflejó en la calidad de vida de los caleños.
No hay duda que las últimas dos administración de Cali han venido saneando las finanzas de la ciudad. En 2008, la administración Ospina recibió una ciudad con un saldo de deuda de 567 mil millones de pesos y unos ingresos tributarios que estaban siendo gestionados por un privado (SIcali). Para finales de 2007, el saldo de deuda correspondía aproximadamente 87 veces los ingresos corriente del municipio. De hecho, el límite establecido por el Ministerio de Hacienda para considerar a un municipio sostenible es una razón de 80 entre la deuda y los ingresos corrientes. Así, la deuda no era sostenible. Esta situación implicó que i) la ciudad no pudiera endeudarse más para hacer inversión y ii) el servicio y el pago del capital de la deuda se convirtiera en prioridad y se llevara una gran tajada del presupuesto de la ciudad. No es gratuito que el gasto social, la inversión en malla vial y la inversión en infraestructura sufrieran un atraso en la ciudad. Ese atraso en gran parte se debe a un manejo no responsable de las finanzas públicas de la ciudad.
La administración Guerrero recibió las finanzas con un indicador de deuda sobre ingresos corrientes de 49 en 2011. Y en vez de reiniciar con el endeudamiento, se continuó con el pago de la deuda. Se destinaron del orden de 66 mil millones de pesos anuales para abonar a la deuda. En 2014, la razón entre deuda y los ingresos corrientes llegó a 22. Muy por debajo del 80 que es el límite para perder el examen establecido por el gobierno nacional. Es decir, ahora la ciudad es sostenible y se puede endeudar para realizar inversión productiva. Pero este logro no solo se dio por el pago de la deuda, sino también por la recuperación del manejo del recaudo de impuestos. El primer año de la administración Guerrero, se tomó la decisión de terminar el contrato con SIcali y trabajar en aumentar la eficiencia en el recaudo. Hoy la ciudad cuenta con unas finanzas más sanas. Y los ingresos tributarios están creciendo. Esto ha permitido que para 2015 el presupuesto sea del orden de los 2.5 billones de pesos.
Este presupuesto y esta nueva situación fiscal es un gran reto para la nueva administración que se posesione el primero de enero de 2016. La siguiente administración recogerá los frutos del apretón de las dos administraciones anteriores, y de todos los caleños. El nuevo alcalde tendrá un espacio mayor para inversión en los siguientes años pero también para derrochar si lo desea. Por un lado el servicio de deuda y el pago de capital será menor y por otro tendrá acceso a crédito. Algo impensable en la ciudad en lo corrido de este siglo.
El gran reto es aumentar la inversión del municipio empleando recursos propios y deuda. Al mismo tiempo que se mantiene un manejo responsable del endeudamiento. Esta no es una tarea fácil. Las necesidades en infraestructura vial, educación, vivienda y programas sociales son muy grandes. La maya vial tiene un atraso grande, la movilidad de la ciudad se encuentra en riesgo. La ampliación del sistema de transporte masivo está parada. Los indicadores sociales de la ciudad, si bien están mejorando, aún hay mucho trecho por avanzar. En fin hay muchos frentes por cubrir y los recursos son escasos. Pero la siguiente administración tendrá una oportunidad que no tuvieron las últimas cuatro administraciones. Ahora existe un espacio fiscal más amplio. Y esto implica mucha responsabilidad en el gasto y en asignar las prioridades. También mucha responsabilidad en no derrochar los recursos y no malgastar el “ahorro” y esfuerzo de las anteriores administraciones y en especial el de los caleños. La responsabilidad en últimas está en manos de los electores caleños.
(Una versión más corta de esta columna de opinión fue publicada en el diario Portafolio de Bogotá el 8 de octubre de 2015)