A ciencia cierta

Por Sara Perez Peñafiel,

 

Todas las teorías son legítimas y ninguna tiene importancia.
Lo que importa es lo que se hace con ella”.
Jorge Luis Borges

A lo largo de su historia la psicología ha atravesado una serie de cambios en cuanto a su objeto de estudio y metodología de trabajo, esto se debe en gran parte a su afán de ser catalogada como ciencia. En este ensayo pretendo dar explicación de dichas transformaciones y exponer de qué manera, éstas han tenido grandes implicaciones en la labor del psicólogo. Quisiera además cuestionar dos temas que considero relevantes; el primero de ellos, es acerca de la necesidad que tiene la psicología de adquirir un carácter científico y el segundo, pero no por eso menos importante, es la responsabilidad crucial que tiene esta disciplina debido a su carácter social de ser crítica y capaz de debatir los dogmas científicos que la rigen. Para ello, tomaré como referencia lo expuesto por Habermas (1982) en su texto “Conocimiento e interés”, al igual que otros autores que desde la literatura brindan nociones significativas de una nueva manera de concebir el conocimiento.

Es necesario aclarar desde un principio algunos conceptos propios de esta disciplina, para así poder explicar las distintas transformaciones por las que ha tenido que atravesar la psicología para llegar a ser lo que es hoy en día. Teniendo en cuenta la epistemología de la palabra psicología, ésta viene del griego psykhé, que significa psique, alma o “actividad mental”, y λογία, logía, “estudio”. Desde la época de Aristóteles ya se observaban y estudiaban algunos aspectos de la psicología. Sin embargo, no es sino hasta el siglo XVIII que la psicología decide alejarse de la metafísica y, de este modo, intenta consolidar una base más científica que se fundamente exclusivamente en los fenómenos observables como lo es la conducta.

Surge en el siglo XIX el positivismo, el cual es una corriente o escuela filosófica que plantea que el único conocimiento auténtico sólo puede surgir a través de su afirmación por medio del método científico. Esto quiere decir, según esta escuela, que todas las actividades filosóficas y científicas deben efectuarse únicamente en el marco del análisis de los hechos reales verificables por la experiencia.

En el campo de la psicología se puede mencionar al conductismo como pionero en la aplicación de la metodología científica al estudio de la conducta humana. Sin embargo, esta escuela de la psicología obtiene muchas críticas debido a que al enfocarse solamente en los fenómenos observables, deja de lado procesos cognitivos como el pensamiento que por el hecho de que no se puedan observar no significa que no se puedan comprobar a través de otros métodos como la introspección.

Habermas (1982) en su texto “Los intereses de la vida cotidiana” expone la urgente necesidad de una reflexión sobre la ciencia y su acción instrumental teniendo en cuenta su finalidad; reflexión sin la cual las ciencias sociales sólo reproducirían las relaciones de poder a las que se les sustrae, en consecuencia, su capacidad analítica que hace posible que se genera una conciencia pública. Para Habermas, el positivismo consiste en la negación de aquella reflexión. Es evidente que la positivización de las ciencias acarrea consecuencias sociales, por este motivo, Habermas argumenta que la reflexión filosófica sobre la ciencia tiene que ver de manera estrecha con las teorías sociales.

Con base en preceptos marxistas, Habermas plantea la posibilidad de desarrollar una ciencia del hombre capaz de diferenciarse de las ciencias de la naturaleza. Desde mi punto de vista es esencial, y más que esencial me atrevería a decir urgente, crear una Teoría Crítica del Conocimiento capaz de pensar la ciencia de manera objetivas ¿A quién le corresponde esta tarea sino a las mismas ciencias sociales?  Y es que si bien la psicología es una ciencia no debe dejar de lado su carácter social y la responsabilidad que tiene de las consecuencias que ocasionen los descubrimientos de la ciencia en la vida de los individuos y la sociedad en general (Habermas, 1982).

Teniendo en cuenta lo anterior, quiénes más sino nosotros, los psicólogos, para hacer valer esta posición. La psicología, creo yo, debe ser ama y no esclava de la ciencia. Esto con el fin principal de desestabilizar dogmatismos que pudieran instalarse en las instituciones sociales. Ser capaces de cuestionar por qué las cosas funcionan de esa manera, de arriesgarnos a investigar si tal vez pudieran funcionar de otra. Y es que si las cosas operan de alguna manera, esto no implica que deban seguir operando igual y mucho menos que esta sea la mejor manera. De lo contrario, viviríamos con una fe ciega en un conocimiento “absoluto” impuesto por unos cuantos.

Es así como se crea el cientificismo naturalista, el cual no es más que la confirmación de las tesis de un idealismo absoluto cuya finalidad implica suspender toda teoría crítica del conocimiento en favor de un saber absoluto.  Habermas propone en contra parte una reflexión como base de la crítica al positivismo. Afirma que se requiere un análisis de la génesis de la ciencia para conocer de ante mano el sentido de aquellos intereses vitales que la orientan y determinan (Habermas, 1982).

Pero yo creo que pocas veces nos hemos planteado la pregunta, ¿qué es ciencia? Y ¿por qué resulta tan importante para la psicología ser catalogada como tal? Para resolver aquellos interrogantes, es necesario conocer un poco sobre el significado de este concepto y, sobre todo, estar abiertos a la posibilidad de que lo que hallemos no encaje del todo con nuestras expectativas sobre ella.

La ciencia se entiende como el conocimiento obtenido mediante la observación de patrones, de razonamientos y de experimentación en ámbitos específicos, a partir de los cuales se generan preguntas, se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales con el fin de generar nuevos conocimientos. Para ello, hay que establecer unos criterios de verdad y asegurar la corrección permanente de las observaciones y resultados, a través de un método de investigación. No obstante, tales criterios de verdad no se encuentran definidos y si entramos a discutir y profundizar sobre qué es la verdad desde un campo filosófico, la tarea se vuelve tediosa y probablemente no resuelva todas nuestras dudas.

En ocasiones he llegado a considerar el afán de la psicología por obtener su estatuto de ciencia como inoficioso. Creo que son las preguntas y no las respuestas las principales fuentes de conocimiento ya que nos logran inquietar y abrir la mente a perspectivas y posibilidades de lo real. Al respecto, Cortázar, una de las principales figuras de la literatura hispanoamericana, afirma: “Toda pregunta de ese tipo es siempre más que una pregunta, está probando una carencia, una ansiedad por llenar un hueco intelectual o psicológico, y hay muchas veces en que el hecho de encontrar una respuesta es menos importante que el de haber sido capaz de vivir a fondo la pregunta, de avanzar ansiosamente por las pistas que tiende a abrir en nosotros” (1980). El escritor en este texto impulsa a los lectores jóvenes a formular preguntas más allá del simple hecho de limitarse a asumir las teorías que otros han descubierto y que consideran como verdad. Para Cortázar la realidad nunca es una sola y por lo tanto, tampoco lo es la verdad. Lo cual tiene una amplia relación con la concepción de “verdad” que tiene el psicoanálisis, donde ella es una “luz oscura”, que nunca puede ser dicha del todo y sólo tiene la función de abrir nuevas vías, conducirnos a nuevas preguntas.

Sin una curiosidad investigativa que sea capaz de poner en tela de juicio los dogmas establecidos, lo más probable es que lleguemos a las mismas conclusiones. Desviarse del camino, también hace parte del camino. Espero por mi parte que este ensayo sirva, más que para asegurar algo, para generar preguntas en el lector, de la misma manera (o tal vez de otras) como me surgen a mí: ¿Por qué nos cuesta tanto atrevernos a experimentar la psicología de otra manera, si somos conocedores que el camino de la ciencia no siempre es el más acertado? ¿Por qué tanto afán en quererlo seguir? A pesar que yo aún no tengo un camino definido, estoy segura que hay nuevos caminos para la psicología y hablo en plural porque no aspiro que al encontrar mío, las demás personas lo sigan. Esto último porque no creo que ninguno de nosotros haya nacido para aceptar las cosas tal y como le son dadas.

Bibliografía

Cortázar, J. (1980). “Clases de Literatura: Berkeley”.

Habermas, J. (1982) “Conocimiento e interés”. (Traducido por Guillermo Hoyos Vásquez). Ideas y Valores, nn. 42-45 (1973-1975), 6-76. Conocimiento e interés Madrid: Taurus.

 

 

 

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