Construyendo la Paz en Colombia

Por: Allison Castaño

A continuación expondré la respuesta que en mi concepto da directrices hacia el camino de la resolución del conflicto interno colombiano y de cómo cada uno de los actores de dicho conflicto puede aportar a su feliz término, entendiendo que el Proceso de Paz de La Habana es solo el punto de partida de un problema de mayor coyuntura. A la pregunta ¿Cuál es mi apuesta por la paz?, es prudente tomar la frase célebre del aclamado político liberal mexicano y expresidente Benito Juárez, cuando afirma «entre los individuos, como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz» (Pola, 1905, p.289). Ese derecho ajeno se representa en actores de la sociedad que tienen cualidades, valores, personalidad y pensamientos diferentes al de los demás, y que por medio de la interacción social dichas diferencias se manifiestan y se traducen en contradicciones de carácter ideológico o social, de tal manera que, se debe llegar a conciliar las partes involucradas, obrando de modo que se respeten sus libertades en un justo consenso, para lograr un estado de bienestar integral al que denominaremos: «la paz».

Cuando nos encontramos en una discrepancia y se impone nuestro punto de vista por encima del de los demás, anulamos al otro por medio de palabras que agreden la integridad de la persona, creando juicios morales indebidos que incitan a la falta de tolerancia y desencadena el fenómeno de la violencia. Cuando los individuos y las naciones niegan la responsabilidad de sus acciones en su rol como parte de la sociedad, se genera el conflicto, un escenario de violencia, de odio y de dolor. Sólo cuando por medio de la compasión se reconozca al otro para remediar el daño causado en él, se habla de un acuerdo que permite comprometerse con dicha causa y lograr la paz como salida. Por ello, en el caso de los actos de violencia prolongados, podemos decir que «comprender plenamente y volver a hilar el tejido social de las relaciones desgarradas por décadas y generaciones de odio continúan siendo retos importantes» (Lederach, 2008, pp.80), y esta reflexión será importante para comprender el objetivo de este ensayo.

Una vez definido el concepto de «la paz», considero que firmar el Proceso de Paz de la Habana no es la finalización del conflicto interno y la guerra entre el Gobierno y las fuerzas subversivas de las FARC, sino al contrario, el inicio de un complejo proceso de posconflicto que deberá incluir el cese al fuego bilateral inmediato y definitivo y la aplicación de los seis puntos de la agenda acordados desde el inicio. Este será un largo proceso en que el perdón y la reconciliación juegan un papel importante, pero no significará que se logre plenamente el estado de bienestar, teniendo en cuenta que el conflicto interno en Colombia se ha sostenido por más de 50 años, lo que me hace pensar que la violencia es un fenómeno que se ha permeado como cultura dentro de unas estructuras sociales poco estables, en la cual la desigualdad, la pobreza, la falta de presencia del Estado en estas áreas han hecho de la violencia el pan de cada día que alimenta a muchas familias. Y para lograr la paz no sólo es cuestión de subsanar el daño con la ayuda material como se viene haciendo con la Ley 1448 de 2011, mejor conocida como la Ley de Reparación de Víctimas y Restitución de Tierras, sino que hay repercusiones mucho más profundas, internas de cada ser y variables dependiendo del sufrimiento al que han sido sometidos, los estragos de la guerra no serán remediados fácilmente puesto que el efecto traumático, aquellas imágenes que vivieron las personas víctimas en los peores ciclos de violencia, no se borran solamente con la justicia. Además, hay que contar con los cientos de casos en los que las familias de las víctimas ni siquiera tienen los restos mortales a los cuales puedan hacer cristiana sepultura.

Analistas políticos de diferentes corrientes e ideologías tienen sus opiniones encontradas respecto al tema del posconflicto, pero en mi opinión esta parte del proceso inició en el mismo momento en que se hicieron las conversaciones exploratorias entre el Gobierno Santos y las FARC en Oslo, Noruega. La razón de mi afirmación es porque desde un inicio ambas partes han entendido que la única salida al conflicto es la negociación. Ahora, negociar la paz es mucho más difícil que obtener una victoria militar, porque al final existirán muchos interrogantes que se deben resolver: ¿Qué hacer con los rebeldes desmovilizados? ¿Cómo reparar a las víctimas? ¿Cómo resocializar a personas que desde que tienen uso de razón solo han visto violencia? El posconflicto demandará un cambio en la forma de pensar tanto de víctimas, victimarios y de colombianos que de alguna manera u otra han estado abstraídos de las consecuencias de 50 años de violencia –y que dicho sea de paso, también tendrán voz y voto en la aprobación de lo firmado en La Habana-
En este orden de ideas, es necesario afirmar lo que decía John Paul Lederach acerca de propiciar los espacios de interacción con las personas involucradas en el posconflicto, con el propósito de direccionar el impacto que tienen estos episodios de violencia en todo el país. Lederach considera que hay dos tendencias que fluyen en la resolución de los conflictos, uno dirigido a la construcción social, en oposición a otro que destruye. Estos son una tendencia hacia el temor en las relaciones entre las partes definidas por la recriminación y la culpa, la justificación y la protección, y el deseo de triunfar sobre la otra parte, lo que considero se trata de caer en un círculo vicioso continuo en la transmisión de la violencia. Por el otro lado, las tendencias guiadas hacia el «amor» son relaciones definidas por la franqueza y la responsabilidad, la autorreflexión y la vulnerabilidad, el respeto mutuo y el compromiso proactivo de la otra parte, propiciando así el cambio social constructivo que «persigue cambiar el flujo de la interacción humana en el conflicto social desde ciclos de violencia relacional destructiva hacia ciclos de dignidad relacional y compromisos respetuosos» (Lederach, 2008, pp.81). De este modo, apostarle a la reconstrucción de las dinámicas sociales implica centrarse en el proceso de socialización de las partes afectadas, como lo es la reparación de las víctimas, la resocialización de los victimarios y la identificación de las víctimas que han sido convertidos en victimarios por factores externos (por ejemplo, quienes han sido reclutados mientras eran menores de edad).

¿Cómo ver la paz desde la psicología?

Como mi vocación y futura profesión, propongo lograr el cambio social constructivo a partir de la resignificación de las dinámicas sociales y la generación de espacios de interacción víctimas-victimarios-sociedad en general, es decir, poder intervenir en la inclusión de los nuevos ciudadanos dando la garantía del cumplimiento de sus derechos básicos a los que debe tener acceso cualquier ciudadano corriente, como lo son la educación básica y media, oportunidades laborales, de emprendimiento, salud y recreación, así mismo, brindando a las víctimas una correcta reparación que no solo sea desde el punto de vista económico, sino también atención psicosocial, acompañamiento constante para cuidar el tejido familiar, y finalmente lograr que el individuo logre culminar su trámite de dolor, perdonar a sus victimarios y adquirir un estado mental de superación de duelo para proseguir en la realización humana tanto de quien fuera la víctima como de su familia y círculo social. Dentro de ese estado mental de superación, es necesario entender que las víctimas, en específico las que han sufrido la pérdida de un familiar, tienen derecho al conocimiento de la verdad total sobre el hecho en cuestión, y esto implica que el victimario relate lo sucedido: la desaparición de la persona, la ubicación del lugar donde se encuentran los restos mortales y la reconstrucción de la historia sobre lo ocurrido.

También hay que tener en cuenta que durante la vigencia del conflicto interno colombiano, se han presentado más de 4.700.000 personas desplazadas, lo que ha ocasionado pérdida de la historia e identidad cultural. Miles de personas durante los últimos 60 años han crecido sin conocer sus raíces, el origen de su antepasados y de su cultura, lo que dificulta el progreso y el cumplimiento de objetivos, porque para muchos casos si no se sabe de donde vienen no saben para donde van. Es por esto, que propongo la creación de programas culturales y educativos que tengan por objetivo mostrar a las futuras generaciones nuestra multifacética identidad cultural y social como ciudadanos colombianos.

Para concluir, hay que entender que la justicia en Colombia necesita ser fortalecida. Sin justicia social no tendremos jamás la paz, porque es la justicia la única que puede servir como intermediaria para garantizar que los actores del conflicto, tanto el Gobierno como los victimarios, cumplan con sus respectivos compromisos pactados.

Referencia Bibliográfica y webgrafía:

CENTRO NACIONAL DE MEMORIA HISTÓRICA. (2012) ¡BASTA YA! Colombia: memorias de guerra y dignidad. Recuperado el 14 de septiembre de 2015 de:
http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/estadisticas.html

Lederach, J. (2008) La imaginación moral: el arte y el alma de la construcción de la paz. “V. Sobre los acuerdos de paz. La imagen de una línea de tiempo”. Bilbao: Bakaes. Centro documentación estudios para la paz.

Ley Nº 1448. Diario Oficial No. 48.096, República de Colombia, 10 de junio de 2011.
Pola, Á. (1905) Discursos y manifiestos de Benito Juárez: recopilación de Ángel Pola volumen 2 texto digitalizado de la Biblioteca Pública de Nueva York

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