Por: Juan David Paz
Aún en la actualidad persiste el debate entre psicólogos, psicoanalistas e incluso teóricos de diversas disciplinas, en torno a si resulta legítimo considerar el psicoanálisis como una ciencia, como disciplina inscrita dentro de la categoría de ciencia. Las opiniones al respecto quedan bastante divididas entre quienes consideran al psicoanálisis como teoría pseudocientífica y quienes lo enmarcan dentro de los paradigmas de la ciencia. Sin embargo, considero pertinente plantear una reflexión, en medio de esta confrontación dicotómica respecto a la naturaleza epistemológica del psicoanálisis, pretendiendo abordar la polémica desde un punto de vista diferente: ¿En verdad le interesa al psicoanálisis ser una ciencia? O mejor ¿En qué medida le interesa realmente al psicoanálisis definirse como ciencia y ser reconocido como tal?
Para dar respuesta a estas preguntas resultaría necesario definir primero qué se entiende como una ciencia. No obstante, esta misma empresa de definir el concepto de ciencia implica un extenso debate de diversas perspectivas y discusiones epistemológicas que señalan diferentes aspectos que compondrían la unidad característica de lo que define a una ciencia. Sin embargo, tal debate excede los alcances del presente texto argumentativo; es por esto que optaré por utilizar la acepción más positivista del concepto de ciencia.
Entenderé pues el concepto de ciencia en tanto es definida como una conjunción de conocimientos sistemáticamente ordenados, estructurados a partir de la construcción de hipótesis y aplicación de la observación, el razonamiento deductivo y la experimentación sobre los hechos tal y como son (hechos estos medibles, cuantificables y operacionalizables); deduciendo a partir de este ejercicio leyes y principios generales a través del uso del método científico.
Teniendo en cuenta lo anterior, desde mi punto de vista, la intención de inscribir al psicoanálisis dentro del concepto de ciencia y ajustarlo estrictamente a los cánones epistemológicos que ello supone, acabaría limitándolo como método de investigación, como cuerpo teórico e incluso como método terapéutico. Esto dado que se vería forzado a replantear su objeto de estudio (el inconsciente) y desestructurar todo el cuerpo teórico en el que se fundamenta, al constituirse ambos como objetos intangibles y contrarios a la objetividad pretendida por la ciencia. Es por esto que resulta acertado considerar que todo el desarrollo teórico-práctico que se conoce del psicoanálisis hasta ahora ha sido producto de una ruptura epistemológica con la corriente del pensamiento científico dominante en la época en que surgió: el cientificismo positivista.
De acuerdo con lo anterior, a lo largo de las siguientes líneas trataré de dilucidar la forma en que el psicoanálisis, pese a ser concebido dentro de un influjo de corriente positivista, progresivamente fue separándose de este paradigma epistemológico y relacionándose con otros, tomando y adaptando de cada uno de ellos ciertas ideas y herramientas de las que se apropió y descartando otras; todo esto en favor de su progreso como disciplina.
Entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, el por ese entonces médico y neurólogo vienés Sigmund Freud crea el psicoanálisis como una disciplina centrada en el estudio de los procesos mentales inconscientes. Freud propone esta nueva disciplina a la vez como escuela de investigación psicopatológica, basada en el reconocimiento e interpretación de significaciones de actos inconscientes; como cuerpo teórico que plantea una conceptualización del psiquismo humano; y como método psicoterapéutico alternativo para tratar los casos clínicos de histeria y neurosis.
Dada la predominancia del influjo positivista en la práctica científica existente en Viena durante esta época, Freud busca enmarcar su teoría psicoanalítica dentro del paradigma positivista, buscando estudiar un objeto que resultaba tan enigmático para la ciencia como el inconsciente, distanciándose epistemológicamente de las propuestas místicas, religiosas y “ciencias ocultistas”. Esta intención de distanciamiento la enuncia claramente Ramírez, afirmando que “para Freud lo que podía necesitar la humanidad era descubrir cómo vivir sin el consuelo de la ilusión” (Ramírez, 2005, p.24).
De este modo, los inicios del psicoanálisis se ven marcados por la herencia que recibe Freud del positivismo comtiano y autores como Brücke y Helmhotz, en cuanto a la búsqueda rigurosa de coherencia y precisión conceptual en su teoría. Sin embargo, a partir de cierto punto el psicoanálisis empieza a distanciarse progresivamente de sus inicios en el paradigma positivista, relacionándose con otros paradigmas epistemológicos, de los cuales asume ciertas posturas y descarta otras, adaptándolas a los fines de su propio progreso como disciplina independiente.
Freud retoma de las posturas del empirismo la importancia concedida a la experiencia en el proceso de construcción de conocimiento; sin embargo, podemos encontrar aquí un punto de distanciamiento del psicoanálisis freudiano frente al positivismo radical: Freud reivindica el lugar de la especulación y el desarrollo de hipótesis complementarias en el proceso de construcción teórica, anudando la importancia de la experiencia y la especulación. Al mismo tiempo, plantea un posible punto de falsación de la objetividad lograda a través de la experiencia, al declarar que la objetividad puede ponerse en entre dicho cuando la dimensión subjetiva de las pasiones del observador inciden en su ejercicio de observación, falseando entonces la experiencia y perturbando su juicio (Ramírez, 2005).
Dando continuidad al argumento anterior, podemos deducir que para Freud el inconsciente constituye la fuente principal de aquel potencial de falsación a la objetividad del sujeto y se propone entonces a dilucidar y entender las leyes que rigen su funcionamiento.
Por otro lado, Freud retoma del racionalismo la relación kantiana planteada entre la razón y lo real, replanteando dicha relación: Mientras que para Kant, lo razonable y lo real sostienen una relación dialéctica de mutua determinación, Freud separa y diferencia la realidad de los hechos y la realidad psíquica del sujeto, reconociendo que no necesariamente existe una correspondencia exacta entre ambas instancias y que ciertos acontecimientos que no se correspondan con exactitud a la realidad de los hechos, pueden tener un valor de verdad trascendental en la realidad psíquica del sujeto.
Más allá de la relación expuesta hasta el momento del psicoanálisis con diversos paradigmas epistemológicos, es la inclusión del paradigma indiciario dentro del ejercicio del psicoanálisis lo que supone definitivamente la ruptura epistemológica que este supuso con el paradigma del cientificismo positivista. Freud asume el paradigma indiciario en el psicoanálisis a partir de la influencia que derivó en él de conocer el tratado de pintura de Giovanni Morelli; el cual hacía uso de dicho método para evaluar la autenticidad de obras de arte, a partir del reconocimiento y el análisis de los rasgos particulares y diferenciales que cada artista imprimía subjetivamente en sus obras y que las réplicas falsas solían pasar por alto.
La ruptura epistemológica que supuso la adopción de este paradigma por parte del psicoanálisis radica en que va en contraposición directa a las estructuras del pensamiento científico dominantes de la época, las del positivismo; ya que implica el paso de la priorización sobre lo medible, cuantificable y generalizable a privilegiar una intervención investigativa más cualitativa que priorice sobre la singularidad y particularidad, sobre las propiedades individuales del caso (Ramírez, 2005).
Así pues, el psicoanálisis opera una ruptura epistemológica con la ciencia positivista al proponer no sólo un cambio de objeto de estudio; objeto este subjetivo e incuantificable, sino también al adoptar un nuevo paradigma investigativo para abordar tal objeto, reconociendo la singularidad de cada caso y aplicando este conjunto a la práctica clínica, donde encuentra la principal sustentación empírica de su trabajo teórico.
De esta forma el psicoanálisis, sin necesidad de enmarcarse dentro de los estándares estrictos de la unidad científica, logra poner donde ciertos fenómenos psíquicos se presentaban de manera enigmática e imposibles de abordar científicamente, explicaciones psicológicas, racionales, y causalistas, con evidencia empírica obtenida desde sus aplicaciones clínicas (Ramírez, 2005). Es por esto, que considero que el psicoanálisis no presentaría mayor interés en llegar a inscribirse en los cánones estrictos de la ciencia para ser reconocida como tal, pudiéndose definir a sí mismo, por el contrario, como una forma alternativa e igualmente válida de construir conocimiento sobre el sujeto como objeto de estudio.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:
Ramírez, M. E. (2005). Capítulo 1: “El psicoanálisis y el positivismo” y capitulo 2: “El psicoanálisis y el paradigma indiciario”. En: Clío y psyque: Ensayos sobre psicoanálisis e historia. Medellín: la carreta editores. (P.p. 21-46).