Apuntes sobre la escucha

La vida cotidiana tiene una banda sonora. Si no la escuchamos, es porque ya estamos acostumbrados a oírla.  Ramón Pelinski

Los sonidos constituyen gran parte de nuestra vida cotidiana, tengamos consciencia de ello o no. No podemos “cerrar” los oídos con la misma efectividad con la que cerramos los ojos. Esta sobreexposición al sonido la controla el cerebro atenuando o ignorando sonidos que no sean significativos o que sean molestos. Decidir qué sonidos y cómo nuestro cerebro los procesa es un acto que involucra la consciencia.

Una de las maneras de aproximarse al estudio del sonido es separarlo de su contexto y causa. Al este proceso de separación entre sonido y fuente se le denomina esquizofonía al cual contribuyó la tecnología que permitió fijar los sonido en un soporte para ser posteriormente escuchados. Este fenómeno permite la escucha acúsmatica, (palabra de origen griego y teorizada por Pierre Schaeffer) que se refiere a la escucha de aquellos sonidos que se oyen sin ver su causa originaria (Chion, 1994: 32). La escucha acusmática, al estar separada de una imagen que corresponde a su fuente, ayuda a enfocar la atención sobre las cualidades propias del sonido. Esta manera de acercarse al sonido es fundamental para las aproximaciones al estudio de lo sonoro.

 

Sobre la escucha es de obligatoria referencia el trabajo del francés Michel Chion (1994) quién definió tres tipos de “escucha”; causal, semántica y reducida. La escucha causal es la que nos sirve para informarnos sobre la fuente o causa de un sonido. Sin embargo, muchos sonidos son reconocidos, más por experiencia de la cotidianidad que por sus características. Es decir, reconocemos los sonidos no porque las oigamos sino porque de tanto oírlos los incorporamos. La fuente puede ser visible o no ya que para deducir de donde proviene un sonido puede ayudarnos muy a menudo la experiencia que hayamos tenido con situaciones similares.

La escucha semántica es la que se refiere a un código o lenguaje, por ejemplo el habla o la clave Morse. El término semántico se usa para describir sonidos en los que la traducción literal es más importante que el timbre. Ha sido tema de estudio de la lingüística, en este caso un fonema no se estudia por su valor acústico sino por los códigos y su contexto sintáctico, por tanto pueden pasar inadvertidas diferencias de pronunciación, es decir, de sonido.

La escucha reducida es poco natural y abre nuevas preguntas sobre el sonido. Es una observación del sonido en sí mismo, en sus propias cualidades y no de la fuente que lo produce o su significado. Para poder ejercitar esta escucha se necesita grabar el sonido de tal modo que éste acceda al estatus de objeto. De otro modo podemos caer en descripciones ajenas u objetivaciones de análisis físico.

A partir del trabajo de Michel Chion, otros autores como Ramón Pelinski y Hollman Tomlinson han ampliado el espectro de las escuchas, añadiendo otras.

Hollman Tomlinson (2001) nos habla de la escucha referencial, en la que el receptor es consciente del sonido y se ve afectado por el contexto del mismo, ligándolo, no sólo a la fuente sino al significado dramático y emocional. Éste puede ser instintivo y universal como por ejemplo el rugido de un león, puede también ser cultural y relacionarse con cierta sociedad o período, como el sonido de los caballos caminando sobre calles adoquinadas, o puede hacer parte de un código cultural como cuando escuchamos la música de Tiburón (Spielberg 1978) y sentimos ansiedad.

El entorno aural urbano es producto de una gran mezcla que, como en una pieza musical, presenta voces de fondo y primer plano, contrapuntos, clímax, tuttis, tensiones y suspenso, preguntas y respuestas, allegros y adagios, pianos y fortes, sólo que a diferencia de esta, nunca tiene un final. Sin embargo, a priori no somos conscientes de todos estos planos y matices. El cerebro es el encargado de controlar cualquier sobreexposición sonora atenuando o ignorando sonidos que no sean significativos para la supervivencia o que sean molestos.

Normalmente lo prioritario suelen ser mensajes verbales o ruidos que nos alertan del peligro.  Tal percepción pasiva hace que no tomemos en cuenta la riqueza de algunos sonidos, por tanto el solo hecho de “enmarcarlos” y ofrecer su escucha en un ámbito diferente puede conseguir que se valoren de nuevo, no sólo por sus cualidades acústicas sino también por su riqueza en significados culturales. La escucha acusmática es una manera de relajar el oído y poner el cerebro en contacto con sonidos de la cotidianidad que normalmente omite.

Ramón Pelinski se aproxima al estudio de la escucha desde una perspectiva más cotidiana y el concepto que propone se acerca a la manera como se aborda el sonido en el proyecto que se propone y en el paisaje sonoro en general. Trabaja el concepto de escucha natural que lo lleva a plantearse modos de escucha más elaborados y que se acercan más a la manera como cotidianamente nos relacionamos con el sonido. Para Peilinski:

La escucha natural es escucha pasiva, distraída, desenfocada, no presta atención a la sensación sonora; es percepción del entorno menos sus sonidos; suele ser interactiva dado que vincula percepción y acción con fines prácticos; es referencial pues se identifica con la fuente que lo produce; es simbólica ya que el proceso sonoro se toma como índice, signo o símbolo de otra cosa; es, en fin, ingenuamente realista. […] La escucha natural se mueve, pues, entre los polos de la sensación —de fuente aún no identificada— y de la aprehensión ya interpretada; de inconsciencia del sonido y de su escucha en términos de significado externo, pasando por alto la escucha del sonido como tal. (2007)

A mediados del siglo XX surgen dos valiosas herramientas con vocación de realizar un análisis del sonido desde un enfoque amplio e interdisciplinar. Sus autores son personas relacionadas con el mundo de la música, de la composición musical, aunque su influencia va a ir más allá del ámbito estrictamente artístico, incidiendo de manera decisiva en la investigación científico-técnica.

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