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Palabras del Rector en la Inauguración
del Edificio de Laboratorios
Santiago de Cali, 9 de octubre de 2009
Dr. Francisco Piedrahita Plata
Rector, Universidad Icesi
Antes que nada, quiero agradecer, en nombre de toda la comunidad universitaria, estas condecoraciones y placas que hoy se han entregado como homenaje a la universidad. Podemos asegurarles que haremos todo lo que esté a nuestro alcance para honrar lo que ellas significan.
Y quiero agradecer, muy especialmente, la presencia del Señor Presidente de la República. Todos sabemos de su apretada agenda de siempre. Y yo conozco en detalle la de hoy. Su presencia aquí significa un gran esfuerzo. Agradezco también, en nombre de todos en la Universidad Icesi, la presencia del Señor Viceministro de Educación Superior, de los demás miembros del Gobierno Nacional, del Señor Gobernador del Valle y de su comitiva, del Señor Alcalde de Cali y de la suya, de los miembros del Congreso de la República, de la Asamblea Departamental, del Concejo de Cali, de los Tribunales y demás representantes del Estado, de las autoridades militares y de policía, del Señor Arzobispo y de todos nuestros invitados.
Treinta años no parecen mucho en la historia de una Universidad. La Universidad de Bolonia se estableció hace casi un milenio. Acá en Colombia, la Universidad de Santo Tomás, de Bogotá, se fundó hace más de 400 años. Y la de Antioquia, en Medellín, celebró hace un lustro sus 200.
La historia de Icesi es breve, como es breve la historia universitaria de nuestro departamento. La Universidad del Valle, decana entre las caleñas, empezó a funcionar hace sólo 64 años. Sin embargo, la educación superior ha sido muy importante para el acelerado desarrollo del Valle del Cauca. Y la Universidad Icesi ha jugado un papel protagónico en el sistema universitario departamental.
Hoy quiero invitarlos a celebrar el fructífero pasado de nuestra Universidad y a celebrar, también, un futuro promisorio. Quiero invitarlos a recordar y a dar gracias por los treinta años anteriores y a soñar con los treinta que hoy empiezan.
Brevemente trato de narrar la historia de Icesi en cuatro etapas: la de sus inicios, hasta 1983; la de su consolidación como escuela de Administración, entre ese año y 1996; una de transición que va hasta 2003; y la etapa de la nueva misión, la de Universidad plena, a partir de 2004.
Lo primero que hay que decir es que esta institución se gestó entre empresarios de la región, en el seno de la Junta Directiva de INCOLDA, entidad pionera en la formación de Gerentes; que fueron empresarios de la región los que la fundaron, en 1979, como Instituto Colombiano de Estudios Superiores de INCOLDA; y que son empresarios de la región los que hoy supervisan a la Universidad Icesi desde su Consejo Superior y su Junta Directiva. Y que, además de orientación y control, los empresarios vallecaucanos han aportado a este centro académico muy importantes recursos, en dinero y en especie, durante estos treinta años, y que esos recursos han hecho posible tanto el desarrollo físico que ustedes pueden hoy apreciar en nuestro Campus, como las generosas becas que nos permiten tener en nuestro cuerpo estudiantil a centenares de jóvenes de elevado potencial académico, provenientes de familias que, por su situación económica limitada, no podrían costear sus estudios en una universidad privada de altos estándares.
Los fundadores, liderados por Germán Holguín Zamorano, quisieron crear una escuela de administración de excelencia, que formara los futuros gerentes de las empresas del Valle del Cauca. Para llevar a cabo eso, invitaron al Dr. Alberto León Betancur, prestigioso académico bogotano que llevaba ya varios años afincado entre nosotros y había sido, entre otras cosas, Presidente del Banco Popular y Rector de la Universidad del Valle. Él se echó el proyecto al hombro, se rodeó de un equipo pequeño, pero de alto nivel, y, entre todos iniciaron un programa de Administración de Empresas que marcó un derrotero en Colombia.
Fue una época de sedes itinerantes. Primero, en la propia sede de INCOLDA, en el centro de Cali; después, por corto tiempo, en una casa entre los barrios Santa Rosa y Santa Teresita, al oeste de la ciudad. Y más adelante en una y, luego, dos casas en la Avenida Guadalupe, cerca de la Plaza de Toros. Son muchas las anécdotas de esa época inicial. Una de las más divertidas se refiere a Franklin Maiguashca, quien ha venido desde Quito a acompañarnos hoy. Él sería más tarde el primer Vicerrector y era, en esa época, Director Académico y muy riguroso profesor de Economía. Cuentan que la luz verde del semáforo de la esquina de la Calle Quinta con Avenida Guadalupe era tan breve, que los estudiantes resolvieron llamarlo el semáforo Maiguashca, porque sólo pasaban dos…
Un aspecto muy importante de esa etapa inicial fue la alianza con la Universidad EAFIT para ofrecer programas de posgrado de alta calidad que la naciente institución no estaba en capacidad de ofrecer sola.
Lamentablemente, el Rector León Betancur murió prematuramente, cuando Icesi no había cumplido sus cuatro años, y no alcanzó a ver su sueño realizado.
La segunda etapa en la vida de Icesi se inicia en 1984, después del nombramiento, como nuevo Rector, del Doctor Alfonso Ocampo Londoño. Él no requiere presentación. Baste decir que, para esa época, ya había sido, entre otras cosas, Ministro de Salud y de Educación y Rector de la Universidad del Valle.
Al empezar 1984, nació el programa de pregrado en Ingeniería de Sistemas, pues las directivas consideraron urgente empezar a formar profesionales en una disciplina nueva, de gran importancia para la buena marcha de las organizaciones regionales.
Pero, como ya dije, esta segunda etapa fue la de la consolidación de Icesi como escuela de administración de empresas de alto reconocimiento. Como un paso importante en esa dirección, en 1985 se fundó el Centro de Desarrollo del Espíritu Empresarial, en consideración, visionaria en su momento, de la importancia de desarrollar competencias en los futuros profesionales para innovar, para crear empresas generadoras de riqueza y de empleos productivos; fue la primera unidad académica en Latinoamérica enfocada en ese tema. En ese periodo se consolidó la organización de Icesi; se crearon los departamentos académicos, la Vicerrectoría y otras dependencias importantes para la estructura de la joven institución.
Una decisión audaz y fundamental de ese periodo fue la que llevó a la construcción de la sede propia, aquí en Pance. Con el liderazgo del Rector y el apoyo del Consejo Superior se compró el primer lote de terreno de un Campus que hoy ya llega a 10 Hectáreas. Y fue el esfuerzo financiero conjunto de decenas de empresas y personas del Valle del Cauca, el que hizo posible la construcción de los primeros edificios, inaugurados en 1988. La convocatoria que para ese propósito realizó Adolfo Carvajal, en ese entonces Presidente de Carvajal S.A. y hasta su muerte entusiasta benefactor de Icesi, fue trascendental.
Pero lo que consolidó la imagen nacional de Icesi como una escuela de Administración de excelencia fue la creación de programas de posgrado propios, incluyendo el de Maestría en Administración, a principios de la década de los 90. Para ese entonces, ya se había conformado un valioso grupo de profesores de planta y la institución, por su alianza de más de una década con EAFIT, era ya el sitio de preferencia de los jóvenes de la región para formación avanzada en áreas administrativas.
A partir de 1997 empezó lo que llamo una etapa de transición. En ese año, el Ministerio de Educación Nacional nos concedió el reconocimiento como Universidad. Éramos, desde la fundación y hasta ese entonces, según la norma legal, una Institución Universitaria. Vino entonces el cambio de nombre y de género, como solemos bromear: de “el ICESI” a “la Universidad Icesi”. Ese cambio tuvo implicaciones que, como veremos, serían después de gran trascendencia. Una condición para el reconocimiento como Universidad era la diversificación a otras áreas del conocimiento. Por eso, la Universidad amplió su Facultad de Ingeniería, entró al campo del Diseño Industrial y, más tarde, al del Derecho; esas nuevas disciplinas cambiaron para siempre, y para bien, el ambiente y la cultura de la institución.
Aspecto importante de esta etapa de transición fue el desarrollo de un plan estratégico, discutido y aprobado durante 1997, que exigía, entre otras cosas, además del aumento del número de programas de pregrado, un incremento substancial en el número de profesores de planta, un esfuerzo para apoyar su formación avanzada, un fortalecimiento de la investigación en la Universidad y un aumento de la selectividad en los procesos de admisión de estudiantes. Pero tal vez el aporte más significativo de ese plan fue el diseño e implementación de un nuevo modelo educativo que continúa siendo una de las más valiosas características distintivas de esta universidad. Su concepción e implementación estuvieron lideradas por Hipólito González, quien era, por ese entonces, Vicerrector Académico.
Ese modelo educativo de Icesi lo presentamos, para propósitos de brevedad, en tres ejes: el primero, un nuevo énfasis en el fortalecimiento de ciertos valores profesionales, morales y cívicos y en el desarrollo de determinadas capacidades intelectuales, de comunicación y de trabajo efectivo, tanto individual como con otras personas; ese aspecto del modelo se anticipó a la convicción actual sobre la importancia de desarrollar competencias en los procesos educativos. El segundo eje consiste en un diseño de planes de estudio que balancean los cursos propios de la carrera escogida por el estudiante, con los de un núcleo común, para todos, que pretende una educación más integral para el ejercicio de una ciudadanía responsable y para la vida en una sociedad global y del conocimiento; eso implica, por ejemplo, que todos los estudiantes de pregrado toman cursos rigurosos en las humanidades, en las ciencias sociales y en las ciencias naturales; que todos se gradúan, por lo menos, con un nivel medio alto de competencia en inglés; que todos conocen la Constitución Colombiana; etc.. El tercer eje, también pionero, se refiere a la pedagogía que prefiere y promueve entre sus profesores la Universidad Icesi: la que emplea estrategias de aprendizaje activo. Las investigaciones del último siglo sobre cómo aprende la gente, no dejan duda: cuando se compromete con su propio aprendizaje; cuando lee, se cuestiona, escribe, discute, aplica conceptos y reglas, resuelve problemas, reflexiona sobre lo aprendido; en ese ambiente, el típico de Icesi, el profesor no dicta cátedra: diseña experiencias de aprendizaje que exponen a los estudiantes a situaciones que demandan operaciones intelectuales de orden superior.
La efectividad de ese modelo educativo que, como decía, distingue a la Icesi, es hoy reconocida por profesores, estudiantes, egresados y empleadores.
Hipólito González, quien había obtenido su Ph. D. en Educación en la Universidad Estatal de la Florida, en los Estados Unidos, y se había vinculado a la institución casi desde sus inicios, murió hace poco más de un año, dejando entre nosotros un inmenso vacío.
Un último hito para destacar, en esa etapa de transición, fue el establecimiento de una alianza con la Universidad de Tulane para ofrecer una versión contemporánea de la Maestría en Administración, al estilo de los MBA de las mejores universidades. Esa alianza con Tulane ha evolucionado y hoy ofrecemos un programa de doble titulación, que incluye cursos y visitas empresariales, no sólo en New Orleans, sino en París y Madrid. La mitad de los cursos se dictan en inglés, por profesores extranjeros.
El año 2003 fue un año de intenso diálogo en la Universidad, en su Comité de Rectoría, en su Consejo Académico, en las Facultades; y entre la Universidad y su Junta Directiva y su Consejo Superior. Con motivo de estar próxima a cumplir 25 años, este Consejo había planteado una pregunta sobre el futuro de la institución, sobre lo que debería ser ese futuro. Y la propuesta final de la Universidad, aprobada con entusiasmo por el Consejo Superior, fue la de convertir a Icesi en una institución más comprehensiva, en hacer valer más el carácter universal de la expresión Universidad, en llevarla gradualmente a nuevos campos del conocimiento. Las razones conducentes a esa decisión radical tenían que ver con la percibida limitación de la institución para atender muchas demandas de nuestra sociedad; para ayudar a la región a aprovechar mejor sus oportunidades y a resolver sus problemas más apremiantes. Considerábamos que, por el estrecho rango de disciplinas entre los que se movían los profesores de la exitosa escuela de administración que ya era Icesi, no teníamos, como institución, competencias para enfrentar infinidad de circunstancias apremiantes para Cali, el Valle del Cauca o el sur-occidente de Colombia.
Esa decisión de cambio misional, asumida con la condición de continuar fortaleciendo permanentemente la Facultad de Ciencias Administrativas y Económicas, hizo explícita, así mismo, la exigencia de construir lo que en ese momento llamamos los cimientos de la nueva universidad: facultades y programas en Ciencias Sociales y Ciencias Naturales. Creíamos, y continuamos creyendo, que son dimensiones imprescindibles de una universidad; que de ellas proviene el liderazgo académico; que de su investigación se alimenta el currículo de los programas ofrecidos por las demás áreas de la institución.
Por todo lo anterior, los últimos años han sido de cambio acelerado: incremento en el número de programas de pregrado, que llegan ya a 19, y apertura de cinco nuevas Maestrías; duplicación de la cantidad de estudiantes y de profesores de planta; adquisición de terrenos que doblan también el tamaño del Campus que teníamos; construcciones que triplican nuestra infraestructura para albergar a todos esos profesores y estudiantes y facilitar su trabajo.
Al mismo tiempo se ha avanzado en un ambicioso plan de cualificación de la planta profesoral. Hemos contratado más de una docena de profesores con formación doctoral, provenientes de prestigiosas universidades extranjeras, y hemos apoyado, con compromiso y energía, los estudios de Ph. D. de nuestros profesores de planta que aún no los habían adelantado. Hoy, cuarenta y cinco profesores de Icesi acometen ese, el más avanzado de los títulos académicos.
En los últimos años, el Gobierno Nacional se empeñó en diseñar sistemas que hicieran más transparente la apreciación de la calidad de las instituciones de educación superior por parte de la sociedad. Entre ellos se destacan el de Acreditación de Alta Calidad, a cargo del Consejo Nacional de Acreditación, CNA, los Exámenes de Calidad de la Educación Superior, ECAES, a cargo del ICFES, y la evaluación de los Grupos de Investigación, a cargo de COLCIENCIAS.
En todos, la Universidad presenta resultados muy satisfactorios. Tienen acreditación de alta calidad todos los programas que cumplen el tiempo de existencia y el número de graduados que los hacen acreditables; y esperamos, desde hace meses, la visita de pares académicos que verifique nuestras condiciones de calidad para la acreditación institucional; además, esperamos, en cualquier momento, recibir la acreditación internacional, por parte de la Asociación de MBAs de Europa, de nuestra Maestría en Administración. Y somos una de las dos únicas universidades colombianas que adelantan un proceso muy riguroso de acreditación internacional de su Facultad de Administración, con la AACSB, el cuerpo acreditador más prestigioso del mundo en ese campo.
Los resultados de nuestros estudiantes en los exámenes ECAES están siempre entre los mejores del país. Y nuestros grupos de investigación vienen mejorando consistentemente su calificación en las evaluaciones periódicas de COLCIENCIAS.
Otro sistema de evaluación estatal de la calidad del trabajo de las universidades es más incipiente. Se trata del Observatorio Laboral. Los resultados que allí obtenemos, complementados con nuestras propias mediciones, nos permiten seguir muy satisfechos con el desempeño laboral, la empleabilidad y el espíritu empresarial de nuestros egresados.
Esa es, a grandes rasgos, la historia de Icesi en sus primeros 30 años. Y por esa historia hay que agradecer a muchísimas personas. Ya mencioné a sus principales gestores, a sus anteriores rectores y vicerrectores. Habría que añadir a los demás fundadores, a todos los que la han orientado desde sus cuerpos directivos; allí destaco a Henry Eder, actual Presidente del Consejo Superior, quien lamentablemente no nos acompaña hoy por estar atendiendo un compromiso en el exterior, contraído meses atrás; y a Francisco Barberi, muy dedicado y generoso Presidente de la Junta Directiva. A todos los donantes, empresas y personas naturales, cuyos nombres figuran en los pendones que adornan este auditorio. A todos los directivos, profesores y personal de apoyo vinculados a la Universidad en estas tres décadas. A egresados y a estudiantes actuales. A muchas entidades del Estado. Y a la sociedad vallecaucana, en general, por todo el apoyo recibido.
Dije al principio que quería invitarlos hoy a celebrar, también, un futuro promisorio, a soñar con los treinta años que hoy inician. Y eso haré en los minutos restantes.
En otra ocasión me referí a cómo muchos autores describen la importancia de las Universidades de excelencia para impulsar el crecimiento económico y el bienestar social de un lugar. La tecnología que se transfiere como resultado de la investigación que se realiza en esas Universidades y la formación de talento, producto de su docencia, impulsan, en esta época de la sociedad del conocimiento, el desarrollo económico y social de ciudades y regiones.
Pero el talento y la tecnología no son activos fijos, atados de alguna manera a un sitio; se desplazan a lugares que encuentran más atractivos. La capacidad de atracción de un lugar para el talento y la tecnología depende de la calidad de vida que ofrece, caracterizada, entre otros, por la variedad de sus comodidades y servicios culturales.
Cali fue ejemplo muy claro, en las últimas dos décadas, de un drenaje gravísimo de tecnología y talento que afectó profundamente su economía y el bienestar de sus habitantes. Por diversos motivos, algunos relacionados con el cambio en reglas de juego económicas, resultado de la apertura y la globalización; otros, conectados con los daños que a nuestra cultura y a nuestro estilo de vida causó el narcotráfico; otros más, derivados del ensañamiento de la violencia guerrillera con nuestra ciudad; aún otros, producto de la inacción o la corrupción de nuestros propios gobiernos municipales. Por diversos motivos, digo, decenas de empresas importantes, la mayoría de ellas multinacionales, importadoras y transmisoras de variadas y valiosas tecnologías, se fueron de Cali, y se llevaron consigo los empleos que generaban, las redes de proveedores de bienes y servicios establecidas a su alrededor y el aporte que a la ciudad hacían sus equipos gerenciales y técnicos.
Muchos creemos que Cali debe reinventarse; y a mi parecer se está reinventando. La calidad de vida en la ciudad prospera día a día; la seguridad mejora lenta, pero consistentemente; el sistema de transporte masivo comienza a ser una realidad; nuevos espacios como el Centro de Eventos Valle del Pacífico y la Manzana del Saber abren muchas oportunidades; los proyectos de infraestructura planeados tienen un gran potencial transformador para la ciudad; servicios culturales, como los gastronómicos, han tenido gran ímpetu en años recientes; museos, teatros y parques se renuevan; algunas de nuestras instituciones de salud se distinguen a nivel nacional e internacional; todos estos elementos contribuyen a hacer de Cali una ciudad más amable, más atractiva y acogedora para el talento y la tecnología.
Entonces, si los otros factores clave para el desarrollo de la ciudad están mejorando, volvamos a las Universidades de excelencia, condición necesaria, aunque no suficiente, para impulsar ese desarrollo, esa reinvención de la ciudad.
Son universidades que atraen talento, ese que aportan buenos profesores, buenos investigadores y buenos estudiantes; que incrementan ese talento con sus programas de formación; que generan nuevas tecnologías y las convierten en innovaciones empresariales y sociales; y que atraen empresas que vienen, a su vez, con otras tecnologías y buscan talento y conocimiento.
En esa universidad soñamos e invitamos a los caleños y vallecaucanos a soñar. Peter Drucker dijo que la mejor forma de predecir el futuro era forjarlo; y eso es lo que tenemos que hacer.
En 2008 la Icesi abrió los programas de Biología, Química y Química Farmacéutica. Esas carreras tienen el potencial de generar un gran impacto social y económico en Cali y en el Valle del Cauca. En nuestra región se asientan muy importantes industrias relacionadas con ellas, como la agricultura y los alimentos en general; el papel, el caucho y otros productos químicos, etc. Y, obviamente, las industrias farmacéutica y cosmética. Profesores y estudiantes afectarán positivamente esas industrias y crearán y atraerán otras que ayudarán a impulsar el crecimiento económico y social de la región. Además, aquí, detrás de los Farallones de Cali, está una de las áreas más biodiversas del mundo, con toda su riqueza, esperando la intervención prudente y potenciadora de esos mismos profesores y estudiantes.
Las Ciencias Naturales, además de lo que significan por sí mismas y del aporte directo que generan, posibilitan la entrada de la Universidad en otros campos. Hace menos de tres meses, comenzamos a ofrecer, en asocio con la Fundación Valle del Lili, en muchas dimensiones el primer hospital de Colombia, un programa de Medicina sobre el que tenemos las más altas expectativas. La generosidad y el compromiso que muestran las directivas y el cuerpo médico de la Fundación, aunados al entusiasmo que reina en Icesi por el nuevo programa, a la calidad del primer grupo de estudiantes vinculados y a la alianza con CIDEIM, prestigioso centro de investigación en medicina tropical y enfermedades infecciosas, que hace ya casi un año trasladó su sede a nuestro Campus, auguran otro gran impacto en la vida regional.
Ya hablé sobre lo que dicen los académicos sobre la importancia de las Universidades de excelencia para impulsar el crecimiento económico y el bienestar social de las ciudades. Un estudio reciente de The Brookings Institution, quizá el más influyente “think tank”, o centro de pensamiento del mundo, muestra cómo las que llaman “Eds and Meds”, refiriéndose a instituciones de educación superior y hospitalarias, se han convertido en motores de desarrollo económico de importantes áreas metropolitanas y determinantes de mayores ingresos para sus pobladores. Nosotros aspiramos a que esta tríada de instituciones, la Icesi, la fundación Valle del Lili y CIDEIM, sigan enriqueciendo el cluster de salud de Cali y se conviertan en las “Eds and Meds” que ayuden a engrandecer la ciudad.
Al finalizar este acto, los vamos a invitar a visitar un nuevo edificio en el Campus, el cual hospedará todos los laboratorios para el aprendizaje y la investigación en las ciencias naturales y en las ciencias médicas básicas. Ese edificio, de casi 10.000 metros cuadrados, construido de acuerdo al estado del arte en especificaciones para ese tipo de usos, es una gran apuesta al futuro de Cali, del Valle y de Colombia. Podemos ya imaginar, en cuatro o cinco años, esos laboratorios llenos de estudiantes y de investigadores, aprendiendo y descubriendo, innovando para la región y para el país.
Bienvenidos a los próximos 30 años de la Universidad Icesi.
Muchas gracias.
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